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martes, 19 de enero de 2021

Carta Abierta del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres: Ante el recrudecimiento de la pandemia moral

 Redes Cristianas

 
Acabamos de comenzar el año 2021 en medio de una situación sanitaria, con sus consecuencias sociales y económicas, que exige de todas y todos nosotros «poner el hombro» y hacerle frente solidariamente. La pandemia de Covid-19 recrudece en el mundo entero y exige fuertes medidas que permitan atravesarla de la mejor manera posible hasta tanto pueda ser controlada.

Por eso no podemos dejar de asistir azorados al recrudecimiento de otra pandemia: la «pandemia moral» de quienes parecen empeñados en «poner palos en las ruedas» e impedir que los seres humanos podamos unirnos para enfrentar una crisis que, de una u otra manera, nos afecta a todos. Intereses políticos, intereses económicos, intereses de poder que tratan de sacar tajada de la desgracia de todas y todos a costa del bien común. Nuestra Patria no es la excepción, ni lo somos quienes habitamos este bendito suelo.

Por el contrario, en estas semanas en las que la curva de contagios ha aumentado notoriamente, asistimos al recrudecimiento de un carnaval de inmoralidad que se manifiesta en falsas noticias, «conspiracionismos» varios que pretenden disfrazarse de ciencia, oposición a cualquier medida que tomen las autoridades elegidas por el voto del pueblo, oposición por oposición, en definitiva.

La inundación de los medios hegemónicos con informaciones falsas respecto de la vacunación, la incitación a la aglomeración, la calificación de cualquier medida que pueda restringir la circulación del virus como restricción de las libertades individuales (¿terminarán diciendo que disparar un arma contra otra persona es un ejercicio de la libertad individual?), parecen la réplica multiplicada por miles de la inveterada costumbre de ciertos sectores de hacer política «tirando muertos sobre la mesa».
Sectores económicos, que no han dejado de hacer pingües ganancias durante este tiempo en que la gran mayoría de la población ha asumido enormes dificultades económicas en beneficio del cuidado mutuo, manifiestan su insensibilidad social pretendiendo no reducir sus ganancias un mínimo porcentaje en beneficio de toda la sociedad.

Empresas prestadoras de servicios, hoy indispensables, aumentan sus tarifas más allá de lo permitido, «por si pasa». Una pequeñísima pero poderosa minoría cartelizada ―los «dueños de la tierra» que se autodenominan «el campo»― se niega a ceder una mínima ganancia (que no pueden llamar pérdida), aún poniendo en peligro el derecho a una alimentación digna de todos y en especial de los más vulnerados por esta crisis, extorsionando a la sociedad entera con la amenaza de un lockout convocado para la semana que entra por el solo hecho de que se les pide que por dos meses contengan su avaricia..

Podríamos enumerar más carrozas de este carnaval inmoral. Como cristianos, nos asusta y nos avergüenza que muchos de los que lo conducen digan profesar nuestra fe. Evidentemente no creemos en el mismo Cristo en quien dicen creer. Acabamos de celebrar la memoria de Aquél que siendo rico, se hizo pobre por nosotros, de Aquél que «se vació de si mismo asumiendo la condición de siervo» (Flp 2,7), el que nació en un humilde pesebre para ser, desde ese pesebre, Luz de las Naciones. No podemos dejar de intentar un llamado a la solidaridad, no podemos dejar de creer que pueden convertirse al Evangelio del Nazareno. O, por lo menos, que recuperen la sensatez y la responsabilidad social. Y no podemos sino llamar a todos y todas a no dejarse engañar por la maldad.

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