Dice que, para ver los efectos del fundamentalismo, no hace falta mirar a otro continente. “Lo tenemos al ladito”, remarca la activista Mar Grandal. El aborto continúa prohibido, bajo cualquier supuesto, en Malta y en Andorra. En Polonia, han sido las masivas protestas lo que ha logrado frenar el nuevo intento de restringir, aún más, este derecho. Fue la amplia movilización feminista lo que consiguió parar los pies al ultraconservadorismo católico también en España, ante la contrarreforma de ley del aborto propuesta en 2013 por el Partido Popular. Tumbarla resultó ser un éxito agridulce, recuerda Grandal, porque, por el camino, las jóvenes de 16 y 17 años perdieron el derecho a interrumpir el embarazo sin tutelajes. Un paso atrás que el Ministerio de Igualdad dice que pretende revertir. Grandal es presidenta de Católicas por el Derecho a Decidir en España, una red de mujeres que se sienten y se reivindican parte de la Iglesia, a la vez que defienden la “dignidad y autonomía de las mujeres”. Algo que, asegura Grandal, las feministas, también las creyentes, tienen claro que pasa, en primera instancia, por decidir sobre el propio cuerpo.
Que retroceda –o que no avance, según el país– el acceso legal y seguro de las mujeres a interrumpir un embarazo no deseado es –junto a negar la diversidad sexual y de género existentes en la sociedad– un frente de lucha principal de las organizaciones católicas defensoras de la doctrina oficial de la Iglesia. ¿Por qué esta fijación con el derecho al aborto?
Son fundamentalistas religiosos, aunque ya no hablan de religiosidad, sino de derechos. Este es el problema. Los grupos antiderechos, como Abogados Cristianos, pelean contra los derechos de las mujeres alegando que luchan por sus derechos como personas religiosas. Confunden a la gente con lo que son los derechos humanos. Hay un miedo terrible a que las mujeres ocupen espacios de decisión. No están dispuestos. Me cuesta mucho entrar en las categorías de los ultraconservadores. Dentro de la Iglesia no pensamos todos y todas lo mismo. No es monolítico el pensamiento. Siempre ha sido diverso. Muchas católicas y católicos tenemos una experiencia de Dios de amor, misericordia, empatía, de encuentro con el otro y la otra. Y cuando hablo de Dios, es Dios o Diosa, porque es padre y madre. Como mujer creyente católica, no entiendo un Dios de condena ni un Dios de castigo que cada vez que te mueves de la cita te pega con la vara. En Católicas por el Derecho a Decidir mamamos de una tradición católica que nos da argumentos para decidir si una quiere continuar con el embarazo o interrumpirlo, que es la libertad de conciencia. Ellos nunca hablan de esto.
Nuestra mirada es una mirada de puro evangelio, que no es estar hablando de pecados, condena, castigo y culpa. Es una mirada de bien común
La doctrina del Vaticano considera que las mujeres que abortamos o defendemos el derecho al aborto cometemos un crimen, mientras que quienes “defienden la vida” son las personas que tienen una posición antielección. ¿Cómo lo contrargumentáis desde Católicas por el Derecho a Decidir?
¿Qué entendemos por vida? La vida es la vida digna de quienes ya estamos aquí, de carne y hueso, y tiene que ver también con el planeta, con la biodiversidad que lo habita. Creemos en la corresponsabilidad: si no cuidamos del planeta, no hay vida para nadie. A quienes dicen defender la vida, ni se les ve ni se les oye contra los feminicidios, contra la violencia sexual, contra todas las violencias machistas. A mí me gustaría verlos en la calle denunciándolo y defendiendo los derechos de las mujeres, que somos vidas reales. Defienden una vida abstracta, no concreta. Hay niños y niñas reales y no les veo manifestarse por sus derechos y por la justicia social. Cuando les he visto manifestarse es en contra de las libertades y las decisiones de las mujeres. Nuestra mirada es una mirada de puro evangelio, que no es estar hablando de pecados, condena, castigo y culpa. Es una mirada de bien común.
Mientras que los colectivos que siguen las tesis de la doctrina oficial de la jerarquía católica intentan influenciar en la vida pública por todas las vías posibles, desde la presión en la calle –con actos como acosar a mujeres que van a abortar o al personal de las clínicas– a hacer de lobby en parlamentos estatales y en el europeo, desde Católicas por el Derecho a Decidir defendéis un estado laico. ¿Por qué?
Porque sin laicidad no hay democracia. Las personas laicistas no somos ateas. El laicismo no es anticlericalismo. Es pedir la separación de Iglesia y Estado, porque vivimos en una sociedad plural y diversa, con distintas confesiones religiosas, ateísmos, agnosticismos y filosofías con las que tenemos que convivir y respetarnos, y para ello es fundamental el Estado laico, que respeta la libertad de conciencia y religiosa. Es un instrumento jurídico político, tiene que haber un proceso para decir cómo es este Estado, que no es inamovible ni inmutable. Aquí en España no está puesto en marcha. Una de las cosas que habría que plantearse es la derogación de los acuerdos del Vaticano. Sería sano para la Iglesia misma. Son privilegios que tiene: exención del IBI, los acuerdos educativos…
Los textos no son palabra de Dios. Son interpretación. Y los textos absolutamente patriarcales y misóginos fueron hechos por hombres patriarcales y misóginos
Negar los derechos de las personas trans y en general de las personas LGTBIQ+ es otro de los frentes principales de los grupos y partidos ultracatólicos. Utilizando su terminología, dicen que la “ideología de género” es una amenaza, en concreto, para “la familia”. ¿Desde la mirada de la teología feminista, qué es familia?
Lo que entienden por amenaza a la familia es el cuestionamiento de los modelos heteropatriarcales. Familia es todo aquello con lo que tú creces y con lo que tú te formas como persona; con quienes quieres un proyecto de vida. El problema es irte a los textos e intentar entenderlos al pie de la letra. Nosotras bebemos de la teología feminista, que durante los pontificados de Juan Pablo II y de Ratzinger fue absolutamente denostada, igual que la teoría de la liberación. Los textos no son palabra de Dios. Son interpretación. Y los textos absolutamente patriarcales y misóginos fueron hechos por hombres patriarcales y misóginos. En el momento en el que la mujer feminista entra a hacer hermenéutica y estudios bíblicos, lo que hace es interpretar los textos, que son metáforas y leyendas que se produjeron en un momento de la historia. Para entendernos: si tú heredas una casa que tiene unos cimientos buenos, tienes que modernizarla porque no te va a valer para vivir si no deconstruyes y construyes, aunque los cimientos sean buenos.
¿Le preocupa el auge de la ultraderecha?
Me preocupa el avance pero nosotras también estamos articuladas para que nuestros derechos no retrocedan. Los grupos antiderechos funcionan igual aquí que en América Latina que en Estados Unidos. Son estructuras de poder jerarquizadas. Son lobbys con poder económico y están en las instituciones, incluso en el ámbito educativo. Siempre han estado. La ley de salud sexual y reproductiva habla de educación sexual y brilla por su ausencia. Queremos ir a más, no a mínimos. Los derechos de las mujeres siempre están en entredicho y son moneda de cambio según el gobierno que esté.
¿Podemos afirmar que en el Estado español el derecho al aborto es un derecho plenamente ganado?
Aquí las mujeres no van a la cárcel ni están condenadas por abortar, pero tenemos limitaciones. No hay suficientes garantías. Hay inequidad entre comunidades autónomas. En la práctica, en unas está más restringido que en otras, dependiendo de la ideología del gobierno de turno. Lo que estamos haciendo el movimiento feminista es vigilar permanentemente lo que no se está cumpliendo. No queremos que las mujeres estén tuteladas, tampoco las jóvenes. También establecer tres días obligatorios de reflexión antes de abortar nos parece un tutelaje. Además, el aborto sigue dentro del código penal. Y queremos que esté dentro de la red sanitaria pública con todas las garantías y con información. Apelan a la objeción de conciencia, pero un centro no puede objetar, puede objetar una persona, y los derechos de las mujeres están por encima de las ideologías de los profesionales. Los profesionales tienen que tener formación y ofrecer buen trato.
El derecho a decidir que defendéis, ¿va más allá del aborto?
Va de derecho al agua, derecho a la vivienda, derecho a un trabajo digno.
¿Optar por el trabajo sexual como vía de subsistencia forma parte del derecho a decidir de las mujeres?
Desde Católicas por el Derecho a Decidir no lo abordamos. Deseable para todas las feministas es que nadie tuviera que desempeñar trabajos superprecarizados en los que unas u otras partes del cuerpo están sufriendo. A mí, lo que me parece triste, como feminista, es que se nieguen estas voces [las de las trabajadoras] por parte de algunas feministas. Tiene que haber diálogos empáticos. Lo que no se puede es criminalizar ni estigmatizar a las mujeres que deciden ejercer un trabajo sexual.
Hablaba de la libertad de conciencia como base para defender el derecho a decidir de las mujeres sin que entre en contradicción con la fe católica. ¿En qué consiste?
Radica en un principio fundamental, que es el probabilismo: donde hay duda, hay libertad. Donde una verdad es cuestionada, tú puedes decidir conforme a lo que te diga tu conciencia y nadie te puede contrariar. La consciencia es el núcleo más profundo de la persona. Conciencia y dignidad lo son. Si es el núcleo más profundo y está habitado por Dios. Para nosotras creyentes, nadie ni nada puede violentar esa consciencia, porque tú sola con Dios estás decidiendo. Ellos también conocen este principio, pero lo ocultan. Dicen que no somos católicas pero no es verdad, porque nos basamos en la tradición católica. El problema es cuando se desconocen las tradiciones de las iglesias, de la católica, del islam y de la judía. Todas las tradiciones son muy ricas y es muy importante hacer una lectura de los textos con ojos de mujer, porque la que siempre nos han dado es la lectura de hombres patriarcales. Hay opresión, pero también hay liberación.
¿Llega al feminismo desde el catolicismo?
Me chocaba todo lo que no era liberador. ¿Un Dios que es amor, un Dios que es padre y madre, un Dios que te quiere y te cuida, pero luego te castiga y te condena? A mí desde muy niña esto me chirrió. Mi padre era marinero y no podía ir los domingos a misa porque estaba navegando ¿Si se moría iría al infierno? Este no es mi Dios. Para mí es fundamental atreverte a dudar y a cuestionar si lo que te están diciendo concuerda con lo que estás sintiendo, en todo. Una feminista ya te puede decir cómo tienen que ser las cosas, que tú tienes que ver si a ti eso te pasa o no por el cuerpo. Los estudios en el Instituto Superior de Pastoral, en Salamanca, los hice en un momento de crisis. Tuve la gran fortuna de estudiar con teólogos próximos a la teoría de la liberación y para mí fue un descubrimiento. Luego me junté con mujeres teólogas y con Católicas por el Derecho a Decidir. Una persona creyente es la que practica la justicia social, independientemente de que vaya a misa o no y cumpla con los ritos o no. Sin embargo un crédulo va a misa, cumple con todo lo que le manda la Santa Iglesia, pero luego la justicia se la pasa por el arco del triunfo. Cuestiono con esto a los jerarcas y a los no jerarcas; a todas las personas que se sienten católicas creyentes apostólicas romanas y que luego están con las políticas neoliberales. ¿Allí dónde ven a Dios? Si tanto les interesa defender la vida, ¿por qué no se ponen delante de las vallas pidiendo que se abran las fronteras?
Meritxell Rigol 3/12/2020 (En la web ctxt.es)
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