José Arregui
El pasado 22 de octubre, el Tribunal Constitucional de Polonia declaró inconstitucional el aborto por malformación del feto. Recuerdo los hechos: en 1993, y con la Iglesia en contra, el Estado legalizó el aborto en cuatro supuestos: violación, incesto, riesgo grave para la salud de la madre y la malformación del feto. Era un síntoma de la nueva Polonia, cada vez más distanciada del nacionalismo político-religioso de Lech Walesa y del restauracionismo católico-nacionalista de Juan Pablo II.
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