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jueves, 10 de septiembre de 2020

La religión puede ser un peligro

José M. Castillo, teólogo

Castillo1

Fuente: Teología sin censura
Las noticias, que nos dan en estos días los medios de comunicación, sobre las violencias y disparates, que se han cometido en España, en los años pasados, nos obligan a pensar (una vez más) en el peligro que puede llegar a ser la religión. Peligro para la paz, para la política, para la sociedad y para la convivencia de los ciudadanos, etc., etc.

Lo que acabo de decir no es una novedad. Es un hecho bien conocido y soportado. Y no me refiero solamente a hechos del pasado. Lo estamos viviendo estos días. Ángeles y demonios en los diarios de políticos de alto rango. La religión dirigiendo la política, atacando o defendiendo a los políticos, para bien de unos, para desgracia de otros. ¿Estamos locos? Y afirmo que, en el cristianismo y en nuestra Iglesia, esto se ha metido hasta el tuétano de nuestras creencias. Como también es verdad que son muchos los ciudadanos que, por esta sarta de disparates, han abandonado la religión. Estamos ante un asunto de suma importancia. Para bien o para mal, no sólo de la política, sino igualmente de la religión.

En el cristianismo, lo tenemos claro. La desgracia es que, con demasiada frecuencia, los clérigos no enseñan esto como lo tendrían que enseñar. Porque hay clérigos que son parte interesada en el asunto. Y son muchos los curas que se sirven de la religión para hacer carrera, tener poder, vivir seguros y ser personas importantes. Esto es intolerable.
¿Qué solución le dio Jesús a este asunto, tan delicado y tan grave? Jesús desplazó la religión: la sacó del templo, se enfrentó a los sacerdotes, no participó jamás en las ceremonias del “lugar sagrado”. Jesús rezó mucho. Pasaba las noches enteras en oración. Pero, para rezar, no se iba al templo. Se iba a sitios solitarios. La religiosidad que nos enseña el Evangelio no es como la religiosidad que nos enseña la Religión.

Por esto precisamente Jesús se desentendió de la política. Jamás habló contra el Emperador. Ni contra Poncio Pilatos. Ni se enfrentó a los legionarios romanos. Cuando Herodes degolló a Juan Bautista, en una noche de juerga, Jesús no dijo ni palabra. Y cuando le dijeron a Jesús, ante una masa de gente, que Pilatos había degollado a unos samaritanos cuando estaban celebrando un acto religioso, Jesús no dijo ni palabra contra Pilatos. Al contrario: a la gente que tenía delante, les dijo: “Y vosotros, si no os convertís y cambiáis de vida, vais a terminar como esos samaritanos”. Más aún, en el relato de la pasión de Cristo, ¿quién estuvo en contra de Jesús? Los sacerdotes. Y ¿quién defendió a Jesús resistiéndose a condenarlo? Poncio Pilatos. Es más, cuando Jesús agonizó y murió en la cruz, ¿quién hizo el primer acto de fe, reconociendo a Jesús como el “Hijo de Dios”? No fueron los apóstoles, que se resistieron a creer. Los primeros creyentes en Jesucristo fueron “El centurión y los romanos” (Mt 27, 54 par) a los que acompañaban las mujeres (Mt 27, 55-56), las que ahora se ven incapacitadas por la religión, para poder ser iguales en dignidad y derechos a los hombres.

Todo esto ocurría desde mucho antes de que Dios se hiciera presente en el mundo, en la persona y en la vida de aquel pobre nazareno, que fue Jesús. Y sigue ocurriendo ahora: hay políticos que utilizan la Religión para sus intereses. Y los que defienden tanto la Religión, no le hacen caso al Evangelio. Para Jesús, lo primero no eran las ceremonias y los rituales. Para Jesús, lo primero eran los seres humanos, sobre todo los que más sufren, los enfermos, los pobres, los niños, los pecadores, las mujeres.

¿Cuándo vamos a dejar de aprovecharnos de la Religión, para sacar de ella dinero e importancia, por más que disfracemos nuestros intereses de lo que más nos conviene? ¿Cuándo veremos a los cristianos, en masa, identificados en todo cuanto pueden con los últimos de este mundo? Y termino pidiendo, sobre todo a nuestros obispos, que “sigan a Jesús”, que vivan el Evangelio, que sean (y seamos todos) presencia de Jesús en este mundo. Los obispos enseñarán el Evangelio de Jesús cuando los veamos viviendo como vivió Jesús. Y otro tanto hay que decir de obispos, de religiosos, de clero en general. Y eso mismo tenemos que hacer quienes decimos que el cristianismo tiene su razón de ser. No es cuestión de argumentos. Es lo que decide si somos o no somos creyentes en Jesucristo.

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