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jueves, 7 de noviembre de 2019

La 25 Cumbre del clima. ¿Podría haber obrado el ser humano de otro modo?

Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Redes Cristianas
Si yo fuese uno de los asistentes a la Cumbre del clima que se va a celebrar en Madrid, me dirigiría a los circunstantes en los siguientes términos y con las preguntas que siguen:
En primer lugar, ¿cuántas COP, a cuál más aparatosa como ésta, se han celebrado hasta hoy, y cuáles han sido los resultados? Y en segundo lugar y antes de proponer en esta Cumbre iniciativas: ¿podrían ustedes responderse a sí mismos y respondernos: ¿podría el ser humano y las naciones haberse conducido de manera distinta de la seguida hasta ahora? Porque si no calculo mal, ésta es la vigésimo quinta Cumbre de los buenos propósitos y sin embargo, el clima y la biosfera van de mal en peor…
Personalmente yo, creo que ni las naciones ni el ser humano hubieran podido comportarse de otro modo; que el ser humano, y con mayor motivo por su dependencia todos los que contraen la responsabilidad de una nación, están arrastrados a su destino. Soy, pues, fatalista y determinista y, con Baruch Spinoza, sostengo que si nos creemos libres es porque ignoramos las causas que nos impelen a obrar. Pero también soy flexible con la opinión ajena. Y en consecuencia admito la opinión de que ambos, el ser humano y las naciones, podrían haberse comportado de otro modo. De hecho hay sociedades que no han seguido los pasos del occidental cuyo ámbito principal, con los países orientales más afines en mentalidad, creo que estamos contemplando.
Sin embargo, comportarse de otra manera sólo puede significar que hubiese tenido que empezar por desembarazarse del tipo de Eco­nomía por la que se ha dejado lle­var y de los condicionantes elegidos para la clase de “progreso” que los dirigentes de todo tipo nos han proporcionado. Es decir, que para ese comportarse de otro modo, no unos países sí y otros no, no unas corpora­ciones y empre­sas sí y otras no, no unos indivi­duos sí y otros no, sino to­dos, hubiesen tenido que renunciar a la economía capitalista, ahora neoliberal, desde el mo­mento en que se detectó el peligro. Para ese hipotético otro proceder, los Estados hubieran debido obviar la eco­nomía de mercado y la libertad de mercado anexa, e intervenir a fondo, con racionalidad, todos los comportamientos mercantiles. Pero es evidente que nunca se ha podido o nunca se ha querido ese control. Si se hubiera deseado, las naciones hubiesen acordado empezar por la supresión o invalidación de todo paraíso fiscal…
Y ese momento en que se detectó el peligro del que hablaba fue el año 1987; fecha en que por pri­mera vez, en el documento cono­cido como Informe Brundtland, se formuló el concepto de “desarrollo sostenible” como alterna­tiva al concepto de desarrollo habitual; momento en que todos los países de la ONU hubieran podido renunciar al “creci­miento” económico de­terminado por el PIB y por otros concep­tos economicistas que hacen trizas cualquier pronóstico hala­güeño de futuro, pasando a un decrecimiento paulatino y equilibrado. Así es cómo hubiesen debido actuar los pru­dentes previsores, que no fueron, de lo que ya tenemos encima. Pues, efectiva­mente, es en 1987 cuando la primera ministra no­ruega Gro Har­lem Brundtland presen­ta a la Comisión Mundial de Medio Am­biente y Desarrollo de Naciones Unidas el informe que contiene el concepto “desarrollo sostenible”. Idea que su­pone la concilia­ción en­tre el bienestar económico, los recursos naturales y la sociedad, evitando comprometer la posibilidad de vida en el pla­neta, y la calidad de vida de la especie humana.
Pero, como he dicho antes, sólo hubiera sido posiblemente efi­caz si todos los países sin excepción, todos los gobiernos sin ex­cepción y todos los individuos sin más excep­ción que la del criminal, se hubie­sen movilizado para ac­tuar de acuerdo con la idea y en sinergia absoluta para obviar las consecuen­cias de los excesos del desarro­llo material a secas que han provocado de momento sólo, el semicolapso de la biosfera. Sin em­bargo, una vez presentada, acep­tada y celebrada la propuesta de la primera ministra no­ruega, nadie volvió a hacerle maldito caso. Ni los Estados, ni las corporaciones ni las empresas. Todos siguieron actuando como si aquí nada ocurriese o, todo lo más, con ocasionales y publicitarios gestos ecologistas, para llamar más la atención del consumidor irredento e implacable…
Dije antes que el ser humano podía haberse comportado de otra manera. Pero en un examen más detenido del asunto, bien pudiera suceder que no ha podido obrar de otro modo. Porque las condicio­nes exigibles expuestas serían pedir dema­siado a la espe­cie humana y, so­bre todo, a la aguda inclina­ción de las naciones, de sus go­bernantes y de los individuos a abusar de los demás y de los demás países, a apro­piarse de lo ajeno y de lo extranjero, a invadir territo­rios, a anexionárselos, a ven­der más que los demás y a hacer la gue­rra. Y así resulta que, renunciar al cre­cimiento económico, eje alrededor del que viene gi­rando el bienestar de muchos, la primera medida adoptar para cortar por lo sano la sangría del clima mutado y el calentamiento de la Tierra, sólo cabe en la fantasía del delirium tremens.
Por eso les pregunto ahora ¿de ver­dad creen ustedes que esa siner­gia indispensable entre países e indi­viduos era posible? Treinta años después de la inicia­tiva de la primera minis­tra no­ruega, es cuando se ha desvelado la certeza de que íbamos por el peor camino. Y ahora que aquí se proponen y se disponen a adoptar medidas de urgen­cia y de emergencia ¿creen que a par­tir de esta Cumbre es posible corregir todo lo que se ha hecho mal y co­rregirnos? ¿no creen ustedes que el ser humano es el mismísimo Prometeo encade­nado? ¿no creen que es el auténtico Prometeo que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres; el benefactor de la Humani­dad encadenado por Zeus a su fatal destino, sin ser nunca liberado? ¿no creen que posiblemente las civilizaciones que nos han prece­dido hayan co­rrido la misma suerte? ¿qué clase de medidas que no sea un brusco corte a la producción en el mundo de bagatelas, que lo son ya todo, se pueden ya adop­tar? ¿están dispuestos a renunciar al capitalismo y al mercado para regular la convivencia? ¿Sí? ¿No? Y si no es así, ¿qué hacen aquí?
Porque es mi convicción que por muchos esfuer­zos que se hagan a partir de ahora, ya es demasiado tarde. Pero si no lo creen ustedes así me pregunto yo por mi ingenuidad, ¿vienen a decirnos que dejarán súbitamente de fabricar el envase de plástico para un solo uso? ¿que dejarán de fabricar el coche para uso indi­vidual instituyendo el transporte público eliminando el otro? ¿que pondrán en marcha ele­mentos energéticos no contaminantes que rápidamente re­emplazarán a los utilizados hasta ahora, aunque no podrían ustedes asegurar ahora que cualquiera de las posibles fuentes de energía aplica­das a la maquinaria de todas clases no au­mentaría con el tiempo también la infec­ción de la Naturaleza y de la biosfera? ¿que dejarán de fabricar billones de arte­factos superfluos y se volatili­zarán los existentes que amenazan hun­dir la cortesía terrestre? ¿que no el voluntariado, como hasta ahora, sino las naciones y sus estados, se pondrán desde ahora mismo a drenar ríos, lagos, lagu­nas y océanos condenados a con­tener más plásticos que peces, pues no por otra medida habría que empezar? ¿Es eso a lo que han venido? ¿a proponernos que toda la Humanidad se ponga manos a la obra? Porque si no es así, callen para siempre.
Y en todo caso ¿creen ustedes que, tomando las medidas que traen preparadas para lucirse en esta Cumbre, el planeta pueda retornar a su estado natural? ¿al es­tado en que se encontraba antes de iniciarse la era industrial? ¿a esa era que ha podido hacer felices a las generaciones que se han ido suce­diendo a lo largo de un siglo, pero también durante la cual y al precio de esa felicidad artifi­cial, van a ser previsiblemente, si ustedes no lo remedian, ente­rradas las siguientes?

“Algo habrá que hacer”, me parece estar oyendo desde donde se encuentran ustedes, como la más natural y ocurrente objeción a todo lo dicho. Pues, como ya nos sabemos los avisados qué habrá de ser ese algo después de haber hecho caso omiso a la puesta en práctica del “desarrollo sostenible” durante más de treinta años; que ese algo para intentar desde aquí y ahora aminorar los efectos del cambio climático y del calentamiento de la Tierra no serán medidas tajantes si no pronunciamientos aparatosos de esta Cumbre para que todo siga igual, yo a mi vez les respondo a ustedes con el mismo valor de esta frase de Cioran: “todo en la vida es para nada”…

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