Me ocurre muy a menudo. Pregunto a las personas por nuestro comportamiento y la respuesta es muy frecuente: “es que nosotros no somos como los buenos cristianos”.
No sabemos valorar el bien que hacemos. Nos fijamos casi siempre en ciertas personas y lo que nosotros hacemos, no lo apreciamos. Y descubro cada día y cada momento maravillas muy ordinarias que hacemos las personas en nuestras propias vidas: son causas humanitarias, ayudas vecinales, colaboraciones en las tareas municipales y de asociaciones.
Y si se trata de servicio o compromiso por los demás, ahí están las horas dedicadas a voluntariado, a comportamientos políticos, dinero que se comparte con ONGs.
A veces no valoramos y lo vemos como lo más normal el adoptar niños como hijos con las dificultades que eso supone.
Me acuerdo siempre de lo que nos cuentan los Hechos de los Apóstoles respecto de las primitivas comunidades. Y pienso que era una admiración exagerada aquello de “vivían y ponían todo en común”. Parece que tal ideal duró poco porque Ananías y Safira ya quisieron engañar y mintieron a la comunidad.
Es cierto que existe el egoísmo y el interés propio, pero creo que sobresale en la conducta de muchas personas la bondad. Me parece que hemos remarcado y recargado mucho a los cristianos sobre “nuestros pecados” e insistimos demasiado en los fallos.
Me parece que es curativo el ir escribiendo y anotando el bien que hacemos, no para presumir, sino para disfrutar y animarnos a crecer en las buenas obras y los comportamientos. Lo que nos dice San Mateo25, lo veo en muchísimas ocasiones: “visitar a los enfermos y a los presos, dar de comer al hambriento…”
¿Nos imaginamos una procesión en la que participásemos todas las personas que de una u otra a manera estamos ayudando a los demás, con sillas de ruedas, llevando del brazo, pagando los dineros para fines sociales, haciendo la vida más fácil y agradable a quienes sufren…?
Saber descubrir las señales de resurrección que hay hoy en día y darles más importancia que a las señales de muerte. Creo que este es nuestro problema. Y además creo que el mal solo se va a cambiar cuando nos fijemos y demos más importancia al bien. La mejor forma de derretir el hielo es el calor que acercamos.
Nos quedamos abrumados al oír las noticias. Están cargadas de fracasos, tsunamis, muerte, guerras, naufragios… Eso es cierto. Pero también es cierto la bondad que se da en todas las personas del mundo, el bien que se realiza, el amor que se expande. “Todo lo tenían en común”… Igual era una utopía, pero esa utopía empuja a la realidad también hoy.
Me gusta contar la vida al estilo de Los Hechos de apóstoles. “El ángel del Señor abrió la puerta a Pedro en la cárcel”. ¿No sería el herrero del pueblo? ES necesario ver y contar la vida con fantasía. Y estos ángeles funcionan a todas horas en nuestra vida y en nuestro mundo.
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