Se celebró recientemente en Madrid el Pleno del Movimiento Rural Cristiano de Acción Católica (MRC) en el que participaron representantes de diversas diócesis españolas, como preparación de la próxima Asamblea Nacional, a la vez que con revisión -Ver, Juzgar y Actuar- de cuantos trabajos se llevan a cabo.
Plenamente consciente de que a noticias como estas apenas si los medios de comunicación social, -por supuesto, que también los eclesiásticos- no les hacen puñetero -por lo de que "fastidia o molesta"- caso, de entre los puntos de partida que, con buenos criterios, asumen y tienen presentes los militantes y los sacerdotes por lo que respecta a la pastoral del medio rural, en conversación con sus dirigentes, y en sintonía con las hojas "facsímiles", tituladas " Pistas para el diálogo", me limito a dejar clara y evidente constancia.
La cantidad de pueblos que en la actualidad se borran del mapa de España es ciertamente alarmante. "Se despueblan los pueblos" es dogma de fe en la pastoral rural. Unos 1840 está además hoy en riesgo de desaparición. Cada hora se marchan unas cinco personas para no volver más a ellos. La media de edad de los habitantes que quedan en los pueblos ya envejecidos es la de 66 años. El crecimiento de la esperanza de vida alcanza los 83 años. Los nacimientos no compensan ni muchísimo menos el número de las defunciones. El 35 por ciento de la población rural vive en riesgo de pobreza o de exclusión total".
La mujer rural sufre una doble discriminación: por ser mujer, y por vivir en un entorno con menos oportunidades. Son unos seis millones- el 48 por ciento de los habitantes, las que viven en el medio rural. Están más formadas que los varones con estudios superiores a ellos, (ellas son el 11, 9 por ciento y ellos el 8,4 por ciento). Las mujeres rurales son más emprendedoras que el hombre, pero sufren más el desempleo y se ven forzadas a buscar trabajo en las ciudades. La juventud carece de futuro, obligados a emigrar. Sin iniciativas y sin entusiasmo, y aún sin poder formas una familia. La infancia tan solo es un recuerdo.
El capítulo de los ancianos se escribe y describe llorosamente con la ausencia de los hijos, nietos y demás familiares, a la vez que con las enfermedades, la soledad, el miedo a no poder valerse por sí mismo, la falta de transportes y falta de conocimiento de las nuevas tecnologías. El trabajo en el mundo rural está mucho menos valorado que el de la ciudad, con una mano de obra barata, y a veces, sin darse de alta laboral. Los productos agrícola- ganaderos son ciertamente excelentes, pero sus precios, muy bajos.
Cuanto se relaciona con la vida religiosa y las relaciones con la Iglesia, la letanía de quejas es amplia. Los misterios de sus rosarios, tanto personal como colectivamente rezados y vividos, todos -absolutamente todos- son dolorosos.
He aquí algunos de sus comentarios: “La vida de la Iglesia se reduce a lo sacramental y ya está. No faltan las fiestas religiosas populares, pero estas, y en cada nueva edición, son más profanas y se celebran con muy escasa formación actualizada. En el día a día, con inclusión de los domingos, la ausencia de los curas, religiosas y religiosos está asegurada. Faltan líderes seglares comprometidos. Las quejas constantes de los todavía cristianos conscientes, se redactan y proclaman con palabras tan lánguidas como estas: ¡Qué pocos y qué viejos somos! Estamos faltos de ilusión. No vuelvo más a la reunión que dicen "de formación". Ya no podemos cambiar nada de la vida parroquial y del pueblo. Ya vendrán otros. Además, el cura de mi pueblo, y otros, no asumen la Acción Católica. ¡Vaya obispos! No ayudan a los militantes. La Pastoral Rural Misionera ha desaparecido. ¿Para qué rezar? Muy bonita la frase de Luther King referida a la naturaleza y a su cuidado, de que "aunque supiera que el mundo se acaba mañana, yo sembraría hoy un árbol”. Pero a nosotros/as ¿quién o quiénes nos ayudan a hacer el hoyo?
La Iglesia envejece. Se acaba. Casi la mitad de los sacerdotes están jubilados. La edad media de quienes desarrollan su actividad de forma plena es de 51 años.
El mismo Presidente de la Conferencia Episcopal Española reconoce "el alarmante descenso del número de sacerdotes y su rápido envejecimiento. Tal número cae de manera continua a un ritmo medio de unos 200 por año, a consecuencia de que cada año se ordenan en España unos 200, pero se secularizan unos 25, y fallecen alrededor de 350. Según la propia Conferencia Episcopal, uno de cada cuatro españoles asiste a los oficios religiosos con regularidad, dato que resulta equívoco, porque esto no supone que cumplan con rigor con el precepto dominical, sino que acudan a eventos- acontecimientos socio-religiosos, como bodas, bautizos, entierros, primeras comuniones....
Esto, no obstante, y aún sin curas, las parroquias rurales están clericalizadas. ¿Por qué a las mujeres no se les permite ejercer de curas en ellas, y con todas sus consecuencias sacerdotales? Con dolor inmenso comprobamos que antes, los curas eran y pastoralmente se comportaban, como más progresistas y nos conferían más responsabilidades y protagonismo como militantes. Pero ahora, el involucionismo se ha aposentado en la mayoría de ellos, aún jóvenes, como empeñados en burocratizar la Iglesia, dispensadora de sacramentos y recaudadora de "limosnas", es decir, de dinero. La involución clerical más acentuada intenta anidar en nuestro movimiento MRC y "nos cuesta Dios y ayuda" desprendernos de ella".
Me he limitado a transcribir lo que me dijeron, con más argumentos de pruebas, datos y detalles. Y ahora, por mi cuenta y riesgo, me formulo yo esta pregunta, tan inocente como cristiana: "¿Por qué los obispos de las diócesis eminentemente rurales de España, a la vista de tal y como están las cosas- las de Dios-, no abandonan sus palacios en los que habitualmente residen en la capital, y aún jubilados, no deciden hacerlo, y con todas sus consecuencias, en los pueblos de sus "amadísimas" diócesis?
¡Por favor, ayúdenos a desvelar este misterio, que de estos y de tantos otros, está llena la Iglesia!
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