“El hacha del leñador le pidió al árbol el mango, y el árbol se lo dio”. (Rabindranath Tagore)
Lc 13, 1-9Un hombre tenía plantada una higuera en su huerto. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró (v6)
Jesús, hombre de campo y amante de la naturaleza, como demuestran las constantes menciones que hace de elementos de los mismos -la higuera estéril (Mc. 11, 13), la viña (Mt. 21, 33), el trigo y la cizaña (Mt. 13, 26), etc.-, contó parábolas porque, como dice Cantar de los Cantares Rabbah, sirven de llave para abrir los misterios que afrontamos, y nos ayudan a hacernos las preguntas correctas: cómo vivir en comunidad, cómo determinar lo que en última instancia importa, cómo vivir la vida que Dios quiere que vivamos. Las parábolas son el modo como enseñaba Jesús y son recordadas hasta el presente no sólo porque están en el canon cristiano, sino porque siguen provocando, desafiando e inspirando (Amy-Jill Levine, Relatos cortos de Jesús. Las parábolas enigmáticas de un rabino polémico).
Actualmente son numerosos los biblistas que consideran que las parábolas de Jesús no tratan, o no solamente, de la salvación, sino también de cuestiones prácticas como por ejemplo cómo nos comportamos con el prójimo, cómo nos comprometemos en las relaciones laborales, o abordamos los asuntos económicos o políticos.
En la parábola de la higuera estéril el evangelista, que pone esta enseñanza en labios de Jesús de Nazaret, ubica la misma en un pasaje en el cual se realiza una llamada a la conversión y al arrepentimiento, y con ella estimula a los oyentes a rectificar sus conductas: “Un hombre tenía plantada una higuera en su huerto. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró”.
En la de la viña, John Wesley “afirmaba que el “objetivo fundamental” de la parábola era mostrar que muchos judíos serían rechazados y muchos paganos admitidos”.
Y, finalmente, la del trigo y la cizaña, ha sido mencionada como ejemplo de la tolerancia que hay que tener sobre todo a personas con una religión distinta a la propia.
En su Carta al obispo Roger de Chalons, el obispo Wazo se basó en dicha parábola para argumentar que “la iglesia debe dejar que la disidencia crezca con la ortodoxia hasta que venga el Señor para separarlos y juzgarlos”.
El creyente ha de vivir, según manifiesta Jesús, en actitud de producir buenos frutos, es decir, buenas obras: hacer el bien, practicar la justicia, mantener unas buenas relaciones consigo mismo, con los demás y con el mundo entero: animal, vegetal y mineral. ¿No somos todos hijos de la misma Madre Naturaleza, y en consecuencia hermanos?
Una fraternidad tan sentida por todos los seres del Universo, que hasta los inanimados responden con generosidad a ella, como testimonian estas palabras de Rabindranath Tagore: “El hacha del leñador le pidió al árbol el mango, y el árbol se lo dio”.
Teilhard de Chardín, dijo:
EN BUSCA DE DIOS
“¡Te necesito, Señor!,
porque sin Ti mi vida se seca.
Quiero encontrarte en la oración,
En tu presencia inconfundible,
durante esos momentos en los que el silencio
se sitúa de frente a mí, ante Ti.
¡Quiero buscarte!
Quiero encontrarte dando vida a l8aturaleza que Tú has creado;
en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro,
y en la profundidad de un bosque
que protege con sus hojas los latidos escondidos
de todos sus inquilinos.
¡Necesito sentirte alrededor!
Quiero encontrarte en tus sacramentos,
En el reencuentro con tu perdón,
en la escucha de tu palabra,
en el misterio de tu cotidiana entrega radical.
¡Necesito sentirte dentro!
Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres,
en la convivencia con mis hermanos;
en la necesidad del pobre
y en el amor de mis amigos;
en la sonrisa de un niño
y en el ruido de la muchedumbre.
¡Tengo que verte!
Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser,
en las capacidades que me has dado,
en los deseos y sentimientos que fluyen en mí,
en mi trabajo y mi descanso
y, un día, en la debilidad de mi vida,
cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo”.
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