Andrés Ortiz-Osés
Redes Cristianas
Es verdad que la posverdad no es una verdad verdadera sino mentirosa, una seudoverdad subjetiva y relativa, que no se basa en hechos y razones, como la verdad clásica, sino en una visceralidad populista, de donde su carácter irracional. Pero la posverdad es también una reducción de la teoría a la práctica, de la cultura a la política, de lo real a lo meramente virtual. La proclamación de la república catalana es la gran posverdad de nuestro tiempo, una proclamación reducida a mera proclama o reclamo publicitario, aunque poderoso.
Y bien, nos escandalizamos de la posverdad en esta época de D.Trump y el trumpismo, añorando algunos la vieja época tradicional de la verdad ortodoxa e incólume, dogmática y absoluta o absolutista. Frente a la pos-verdad actual aquella era una pre-verdad o verdad a-priori, dada por supuesto, basada en la autoridad autoritaria de Dios y el Papa, el Rey y el Estado, más los valores patriarcales, es decir, machotes o machistas propios de una sociedad esclerotizada. Frente al subjetivismo actual, entonces se acentuaba el presunto objetivismo de la verdad pura e incontaminada, general o generalizada, militarizada.
Hemos olvidado nuestro anterior fundamentalismo de la verdad, porque nos hemos pasado hoy a este extremo de la posverdad. Pero frente a unos y otros, la auténtica verdad no es absoluta ni relativa, sino relacional y coimplicacional, dialógica o intersubjetiva, democrática o abierta. La verdad no se basa en hechos puros sino impuros, por cuanto interpretados, y tampoco se basa en la razón pura, purista o puritana, porque nuestra razón es una razón humana o encarnada. No se puede ni debe entrar en la posesión de la razón y la verdad, tratando de administrarlos como una propiedad, porque la razón y la verdad es tanto tuya como mía, nuestra y plural, concreta y no meramente abstracta. Por eso la búsqueda de la verdad se realiza bajo un horizonte de sentido abierto y no cerrado.
Así que frente a la vieja pre-verdad absoluta, así como frente a la nueva pos-verdad relativa, defendemos la inter-verdad, una verdad relacional que se confunde con el sentido humano de nuestra coexistencia, el cual no se reduce a lo sentido, ya que es la sublimación de lo subliminal o meramente sentido. Para acceder a esa verdad de sentido humano y no subhumano o suprahumano, precisamos de una razón afectiva, una razón sentida capaz de racionalizar lo irracional en una síntesis dialógica y polifónica, interperspectivística, como reclamaba nuestro Ortega y Gasset. Cuidado con la razón y la verdad puras, porque hemos matado por ellas, mientras que por el sentido interhumano podemos vivir y convivir, incluso morir en paz.
El filósofo posmoderno Gianni Vattimo afirma, inspirándose en el cristianismo crítico, que la verdad es la caridad, que es una forma de fundarla en la bondad. Yo realizaría una variación y colocaría la verdad interhumana en la fratria, como encuentro del sentido consentido. Por ello y volviendo a nuestro ejemplo inicial de la república catalana, es verdad que ha habido en su proclamación violencia legal o jurídica y humana. Es verdad, pero no tendría sentido castigar a sus autores con una verdadera venganza inquisitorial que rayara en el fratricidio. Porque la auténtica verdad tiene un sentido humano e interhumano, cuyo símbolo radical es la fratria del sentido consensuado o consentido.
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