He estado una temporada larga de convalecencia. Buena, entre otras muchas cosas, para recordar... (recordar es volver a vivir). Estos días revivía cuando tuve que responder a distintos medios al preguntarme (estábamos el lanzamiento de la Campaña de Migraciones) por la polémica suscitada ese año con motivo de que los Reyes Magos en algunas casos fueran mujeres o que el rey Baltasar no fuera una persona de color.
Más o menos vine a decir que las cabalgatas de los Reyes Magos son una representación (hermosa eso sí) y por lo tanto hay "libertad" en el hecho de que alguien "vaya de blanco, de negro o sea mujer". Y añadí a propósito de la raza y la identidad que "no estaría de más que algunas persona blancas por un día fuera negras" asumiendo la tradición de la negritud del Rey Baltasar.
"Lo ideal sería que fuera una persona de raza negra" quien hiciera de rey mago. No obstante, insistía en comentar que "no estaría de más que una persona de raza blanca se pintara de negro para saber lo que significa ir con una piel negra en nuestro contexto social" al menos por unas horas. Y desde luego que actuara así fuera de los oropeles de las cabalgatas y caminara por nuestras calles y estaciones de metro "caracterizado de negro".
Supongo que si suplantara la identidad de Baltasar más de una vez se vería obligado a ser identificado. Y sugería para terminar lo que los obispos decían ese año: la importancia "de ponerse en la situación que los emigrantes padecen" ya que "esta es "una respuesta fundamentalmente cristiana y muy digna".
Ponerse en el lugar del otro. O como ha dicho recientemente D. Juan Antonio Menendez, obispo Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones: "Muchos de los miembros de las sociedades llamadas a acogerlos, los ven con miedo como un peligro y una amenaza para sus vidas, miedo y sufrimiento que manipulados por intereses políticos que generan reacciones xenófobas y de intolerancia hacia el otro".
De esto quiero hablar hoy: de migrantes, identidades en conflicto, personales y sociales..., temas muy actuales.
Manuel Castells, prestigiado sociólogo, economista y profesor universitario de Sociología define la identidad como el "conjunto relacionado de atributos culturales, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes de sentido". Aclara que no debe confundirse la identidad con los roles sociales, que define como las normas estructuradas por instituciones y organizaciones de la sociedad.
Y Amin Maalouf en su libro "Identidades asesinas", comienza hablando del significado de la palabra identidad: "identidad es lo que hace que yo no sea idéntico a ninguna otra persona". Nos habla de las diferencias que existen entre las personas en términos de religión, lenguas, creencias, y cultura y costumbres, y lo enriquecedor de estas y lo peligroso que puede ser cuando tras ellas amenaza la sombra del fanatismo...
También hay un párrafo de este último autor en su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las letras en 2010 que me ilumina y ayuda: "Hay que repetir incansablemente (...) que la identidad de un país no es una página en blanco, en la que se pueda escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común -instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir- que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades".
Por seguir "dialogando" entre ambos autores traigo ahora al respecto otro mensaje de Castells (Quinto académico de las Ciencias Sociales más citado del mundo según el Social Sciences Citation). Para este, la construcción de la identidad no puede separarse del contexto definido por las relaciones sociales de poder.
1.-La identidad legitimadora que las instituciones dominantes de la sociedad extienden y racionalizan para imponerse frente a los actores sociales.
2.-La identidad de resistencia: actuada por los agentes que se encuentran en posiciones a la defensiva, o en "trincheras de resistencia" ante la lógica de la dominación, sobreviviendo a partir de los principios diferentes y opuestos que colorean las instituciones sociales
3.-Y la identidad proyecto: que tiene un marchamo más transformador de la estructura social cuando los actores sociales, apoyados en los materiales culturales de que disponen, van configurando una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad.
Esta última es la que creo se acerca más a los deseos de Amin sobre la identidad como una página que estamos escribiendo; donde la diversidad ocupa la mayor parte de lo que se imprime en ella. El autor libanés dice: "La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad".
Ya lo decía, y muy bien por cierto, Ximo García Roca: La diversidad cultural ha llegado para quedarse y la interdependencia de los pueblos para crecer. Y por eso necesitamos la pluralidad de las miradas para salvar al planeta, para descubrir la igual dignidad de todos los seres humanos y para gozar de la inmensa variedad de una vida plenamente humana. En ellas las fronteras son una quimera que solo ejercen su control para los seres humanos indefensos (y si no que se lo pregunten a los que siguen siendo devueltos "en caliente"). Hoy los países que avanzan son sociedades plurales compuestas por grupos que se identifican según su etnia, religión o lengua, vinculados a culturas y modos de vida.
Los Reyes magos nos traen la posibilidad de afinar la mirada cuando vemos la buena relación de tres personas de distintas razas y culturas que emprenden un "viaje común y compartido" guiados por la estrella para acercarse, superando las dificultades del largo camino, a un lugar buscado y en cierto modo soñado (En su caso el portal de Belen). Una mirada que ayude a gestionar bien la diversidad lejos tanto de la multiculturalidad como de la asimilación. Que ayude a gestionar bien la interacción entre culturas diversas y cada vez más complejas.
Creo modestamente que este lento proceso -iniciar procesos es más importante que llenar espacios, dijo el papa Francisco- no es cuestión de grandes discursos ni soflamas, aunque la acción política debe promoverlo en grado sumo, sino de favorecerlo por parte de cada "quisque" en la vida cotidiana, por ejemplo, en el patio de un colegio cuando los niños de distintos países, culturas y etnias juegan juntos. O cuando me reúno y favorezco el dialogo con la vecina musulmana y/o cristiana por ejemplo del quinto piso, o intervengo dialogando a la hora de la compra en los mercados o en las asociaciones de todo tipo o en los barrios etc. entre identidades distintas sellando en los proyectos - sin buscarlo intencionadamente - acuerdos interculturales.
Afinar la mirada -y en esto los sabios de Oriente fueron muy perspicaces al detectar la importancia de un niño desnudo en un portal- significa sobre todo caer en la cuenta de lo que narra aquel relato tibetano con enseñanzas morales implícitas: "He visto una sombra en medio de un bosque y he tenido miedo al creer que era un animal peligroso. Me acerqué y vi que era un ser humano. Me he aproximado un poco más y he visto que era mi hermano".
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