Sergio Huerta SDB
La liturgia del tercer domingo de Adviento es una invitación a la alegría. No es una alegría que nace de fuera, sino que nace del interior, de sentirnos habitados por Dios, de sentirnos sus hijos. En el evangelio Dios no pide cosas que se relacionen con el culto y con la oración sino que tienen que ver más bien con nuestra tarea concreta, trivial, cotidiana. Cada uno estamos llamados a unirnos a Jesús en nuestras tareas cotidianas. Se trata de ser fiel en lo poco, en lo que solemos interpretar como escasamente importante.IR A LA PAGINA
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