Germán Gorráiz López , analista
Redes Cristianas
Aunque previamente ya había diversos indicios que mostraban síntomas de desaceleración, la cruda realidad empezó a plasmarse a partir de enero de 2008 con el inicio del hundimiento bursátil aunado con un escenario inflacionista debido a los galopantes incrementos de los precios de los carburantes y de los productos alimenticios y que finalmente terminaría por desencadenar lo que ha venido a denominarse la crisis económica de 2008. Así, hasta 2008, la economía española se basó en la conocida “dieta mediterránea”, (cuyos ingredientes principales eran el “boom” urbanístico, la exportación, el turismo y el consumo interno), fórmula que creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva y precio desorbitado pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa (2008), debido al estallido de la burbuja inmobiliaria y el hundimiento del castillo de naipes de la economía española.
La entrada en recesión de la economía española implementó el estigma de la incertidumbre y la incredulidad en una sociedad inmersa en la cultura del Estado de Bienestar del mundo occidental y derivó posteriormente en un shock traumático al constatarse el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo, posterior desahucio e inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales.
Pensiones e inflación
Según el INE, la inflación en septiembre creció 2 décimas respecto al mes de agosto con lo que la tasa interanual del IPC se situó en el 2,2% pero la peligrosa subida del crudo hasta los 85 $ debido a factores geopolíticos hará que la inflación coquetee con el 3% para finales del 2.018. Ello provocará la pérdida de competitividad de los productos españoles respecto a los de sus homólogos europeos con la consiguiente constricción en las exportaciones e incremento del déficit comercial. Igualmente, una inflación descontrolada conlleva la desincentivación del ahorro y la búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas, lo que podría provocar en un futuro mediato una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos.
Por otra parte, según la Confederación Europea de Sindicatos (CES), el poder adquisitivo de los salarios en España en el 2017 sería un 4% inferior al del 2010, lo que agudizará la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora con la consiguiente contracción del consumo interno. Además, según el Consejo Económico y Social, cerca de 400.000 hogares vivían gracias a la pensión de los abuelos con ingresos medios de 840 € ( lo que constituía hasta hoy el último salvavidas de los restos del naufragio económico español), pero de seguir desbocada la inflación quedarán diluidos los efectos benéficos de la subida del 1,6% de las pensiones pactada para el 2018, lo que tendrá como efectos colaterales la reducción del grosor del colchón familiar y la consecuente elevación del riesgo de pobreza.
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