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martes, 21 de agosto de 2018

Y, ¿Qué será de mi parroquia?


Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Redes Cristianas
Aquí la expresión “mi parroquia” no lo es de propiedad, sino de identificación. La parroquia a la que denomino así es la de Nª Sª de la Piedad, de la vicaría IV, ubicada ésta en el Puente de Vallecas-Entrevías- Pacífico-Santa Eugenia. Anda por los trescientos mil, (300.000) habitantes, y cera de las cincuenta parroquias. Evidentemente, mayor que muchas de las diócesis españolas. La Piedad está ubicada cerca de la calle Arroyo del Olivar, en una zona escolar, pues en frente de la misma, en la calle Antonio Folgueras, se encuentra el instituto Magerit, al lado, tapia con tapia, el instituto Valdekás, que más tiene de colegio, porque no es público, sino concertado, aunque en él se estudia lo correspondiente a la ESO y al bachillerato, y más abajo en la misma calle, el colegio “Mater Clementísima”, cuyo título no se refiere a la Virgen María, sino a la madre del actual propietario, en cuyo homenaje se construyó y tituló el mismo.
Llevo en esta parroquia más tiempo que el que he vivido seguidamente en cualquier otro lugar en mi vida, incluido mi pueblo. Así que el súbito cambiazo de estilo, tanto en el modo de ofrecerse al público lo que hasta ahora constituía una parroquia, como en el modelo pastoral que me va a tocar desarrollar personalmente, produce una cierta desazón, y, ¿por qué no?, un seguro desasosiego en las expectativas.
La parroquia tenía, como toda institución similar, las tres dedicaciones que constituyen el trípode de toda pastoral genuinamente cristiana: en le orden de la Santificación, -el culto de los sacramentos, y en especial, de la Eucaristía-; en el de Evangelización, -el anuncio y predicación de la Buena Noticia, de la Palabra, y el estudio e investigación de la misma-; y por fin, en el orden del amor, o de la caridad, o del ágape, la atención a los pobres y a los más necesitados.
Todo esto ha funcionado estos años con normalidad, si bien el culto ha tenido un claro y evidente retroceso, en el número y el entusiasmo de los fieles, en lo referente a las Eucaristías dominicales, Sin embargo, en las celebraciones penitenciales nuestra parroquia ha ido a más, y es un claro referente en el conjunto de la Vicaría. Los que leéis este blog podéis tener una idea bastante aproximada de qué estilo, y cómo, la Palabra puede llegar a los fieles de esta parroquia. Es muy probable que la audiencia que me toca por estos pagos no es la más propicia a mi estilo vanguardista en lo teológico, lo bíblico, y lo social. Éste es un detalle que, a mi entender, tienen demasiado poco en cuenta nuestros superiores jerárquicos a la hora de pensar seriamente nuestros destinos. Hay una minoría bastante preparada tanto intelectual, como eclesialmente, que aprecia mucho mi estilo, y una mayoría que se queda bastante al margen del mensaje bíblico-teológico que quiero transmitir.
Como he hablado de los tres fines primordiales del trabajo pastoral de una parroquia, me referiré, brevemente, a algunos aspectos interesantes de cada uno
Ministerio de santificación: culto. Pienso, con muchos pastoralistas y teólogos críticos, y comentaristas seglares que escriben con una sinceridad descarnada en sus blogs, que la Iglesia se ha ido refugiando en el culto, convirtiéndolo, cada vez más, en un espectáculo. Así que no me cuesta nada declarar que ni me gustan las misas pontificales, (¿por qué nunca ha ligado esta palabra, pontifical, a la palabra Eucaristía? Otro día contaré la poca gracia y la mala suerte que ha tenido la palabra Misa, como denominación de lo que es y significa la Eucaristía), ni hago nada por presenciar sus reproducciones televisadas, ni del Vaticano, ni de las grandes catedrales. Os recomiendo que prestéis atención a la cara del papa Francisco cuando trasmitan alguna desde Roma. Yo lo hice la primera vez que televisaron un gran pontifical con el nuevo papa, y daban ganas de llorar de la cara tristona, acongojada y apenada de Francisco.
Debía de pensar: ¿Qué tiene que ver toda esta parafernalia de mitras, venias, casullas y vestimentas iguales y preparadas como para un desfile, con lo que hizo Jesús en la última cena, y lo que celebraban, y cómo, los primeros cristianos? El culto en nuestra parroquia ha sido siempre familiar, sin inciensos, sin lavaduras de manos artificiales, -aseguraban lavar las manos cuando sólo ponían bajo del agua cuatro dedos pegados, para que no se contaminasen, porque iban a tocar el cuerpo de Cristo-: así que no des de extrañar las teorías tan peregrinas y extrañas para argumentar que la comunión se debe recibir en la boca. Otra cosa que no hemos cumplido en nuestro templo, y que no pienso cumplir personalmente nunca, es ese cambio excluyente de “muchos”, en lugar de “por todos los hombres” en la consagración del vino.. Aquí seguimos diciendo que la sangre de Cristo se derrama por la salvación de todos los hombres. ¿Quién es el majo que se atreve a negar la universalidad de la salvación?
Ministerio de evangelización: la Palabra. Los que leéis este blog os habéis dado cuenta hace mucho tiempo de mi estilo en tratar la Palabra. Soy crítico, lo he aprendido a ser con los magníficos profesores que tuve en nuestro seminario ss.cc. de Teología de El Escorial, con los padres Miguel, Rodrigo, Cunchillos, etc., todos ellos ss.cc., con lo que estoy afirmando que mi estilo, como el de tantos compañeros de sagrados corazones en su ministerio parroquial, e incluso escolar, no es otra cosa que un homenaje a la formación que hemos recibido, que no ha sido fruto de una especie de vanidad para presentar unos buenos brillantes “profesionales” de la Palabra, sino de la preocupación por el Pueblo de Dios, de su dignidad, del respeto a su libertad, y del derecho que ostenta, por el Bautismo, a recibir la Buena Noticia de manera inteligible, clara, llena de vigor, y sin trabas ni hipotecas a cualquier tipo de ideologías o de modas. Agradezco de todo corazón a nuestra Congregación SS.CC. el tipo lúcido de conciencia que ha tenido siempre para sumir su responsabilidad evangelizadora “ad gentes” , y que ha inspirado, hasta hoy, sus misiones, sus parroquias, y sus colegios.
Así que no es de extrañar que en todas las parroquias por las que he pasado, y más en ésta, de la Piedad, en la que he vivido la friolera de quince años (15) seguidos de mi vida, el período más largo de todos que he recorrido, haya mimado, y haya sido muy valorado, y un punto referencial, el curso de Biblia, que va seguir con el nuevo estilo del centro de culto. (En la parroquia teníamos un movimiento propulsado por Caritas, denominado hasta poco “Aula de cultura”, y actualmente “Aula comunitaria”, que va a tener que refugiarse en otra parroquia, porque ella ocupación de los espacios y el uso del tiempo es totalmente incompatible con la nueva dedicación de este centro, a una nueva “Unidad de Pastoral”, dedicada a la “Pastoral matrimonial y familiar”.
La Caritas, el Amor fraterno: el Ágape. La comunidad cristiana evangeliza, sobre todo, por el amor que irradia. “Mira como se aman”, decían los paganos de los cristianos primitivos. Y es que este amor mutuo se irradia también hacia afuera. Si esto no sucediera, no tendría consecuencias reales ni beneficiosas la celebración de la Eucaristía. Pero el amor no es una entelequia, ni una actitud espiritualista, como si nuestra principal preocupación cristiana fuera la “salvación de las almas“. Ésta es imposible sin una salvación integral de la persona. Y la persona es, indistintamente, cuerpo y conciencia, o alma, o espíritu. Sin la referencia del cuerpo la preocupación por los hermanos es un fraude y una pantomima.
El evangelio está lleno de la delicadeza de Jesús por saciar el hambre, -“dadles vosotros de comer“- la sed, de curar las enfermedades, de purificar los cuerpos impuros, etc., etc., todas ellas unas actividades corporales. No puede subsistir una comunidad cristiana si no convierte el Ágape eucarístico en una invitación universal al banquete de la vida, también en lo que tiene de puramente corporal, de tanto hermano abandonado y hambriento. Es lo que está clamando el gran papa Francisco desde su elevación a la sede petrina de Roma. Y es lo que nuestra parroquia De la Piedad ha captado en estos últimos años de crisis, y de aumento terrible de la desigualdad social. Así que, puestos a la obra, con un equipo maravilloso, en número y calidad, de voluntarios, llevamos cinco años ocupados en proporcionar comida, dignidad, compañía y trato, y calor humano y cristiano, a más de 200 familias de nuestro entorno parroquial.
Ahora, sin embargo, con la creación de la nueva unidad de pastoral, se nos ha comunicado que esta comunidad no podrá continuar con esta labor, para nosotros esencial, porque al dejar de ser canónicamente parroquia, no tiene una comunidad detrás que se pueda responsabilizar de ese ministerio del Ágape. Pero así como reconocimos con dolor la incompatibilidad del nuevo ministerio con el Aula comunitaria,, no vemos por ningún lado la misma incompatibilidad con Caritas. Ni usamos las mismas salas, ni los mismo horarios. Y nos alegra, y llena el corazón de alegría y amor, dar de comer a nuestros hermanos, unos más hambrientos que otros, pero todos necesitados de una comida digna y condimentada con amor. Y así cumplíamos, y nos gustaría seguir haciéndolo, el mandato de Jesús “dadles vosotros de comer”.

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