
Uno de los pasajes del Evangelio más escalofriantes es aquel en que Poncio Pilatos, gobernador de Judea, intenta desesperadamente una jugada que compatibilice sus intereses y ambiciones personales con sus escrúpulos de conciencia: no encontrando modo de condenar en Derecho y justicia a Jesús, no pudiendo no condenarlo sin perjuicio para su carrera política, intenta externalizar la decisión: que sea el pueblo quien elija.
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