Cuando predico o doy charlas, hay personas que escuchan. Y puede ocurrir que hasta estén de acuerdo con lo que expongo y lo acepten. Una cantidad de personas no oyen por la edad, otras están pensando en sus cosas… Y otras no están de acuerdo en lo que trato de exponer. Lo cierto es que cuando yo digo consciente algún disparate premeditado, no veo la reacción inmediata que esperaba de estar en desacuerdo. Porque nos hemos habituado a oír, como quien oye llover.
Pero me da que eso no es lo importante. Nosotros enseñamos, opinamos, exhortamos, condenamos… Hay miles y miles de escritos de la Iglesia, sobre todo del papa, los obispos y los cristianos.
Es preciso pasar al diálogo con las personas, a comunicarnos y a escuchar. Un diálogo entre ambas partes; que se cree intercambio de opiniones. No sé cuál es la forma práctica de hacerlo en misas un tanto numerosas. Pero creo que evangelizar es dialogar. La sociedad es pluralista y vivir ignorando esto sería contrario a las exigencias de la naturaleza humana y a las enseñanzas del evangelio.
Hemos estado muchos siglos anunciando e imponiendo nuestra fe. Porque se trataba de que los fieles siguiesen aquellas pautas. Hoy, el cristiano necesita descubrir, interrogarse para llegar a encontrar su fe personal.
Se requiere una escucha mutua, una visión sobre el sentido que quieren dar a su vida. Necesitamos un estilo nuevo de proponer el Evangelio, un estilo de vida arraigado en unos valores. Y proponer, no un sistema, sino un camino que a cada uno le lleve a un término, con etapas, tras una búsqueda personal y unos interrogantes sin presiones. Muchos se han ido de la Iglesia porque han querido sentirse libres de tanta carga que les hemos impuesto.
Se trata de exponer la fe como una propuesta de vida con dudas y aciertos; algo en camino. Sin imponer ni presionar, aunque hayamos actualizado el Mensaje. No se trata de que los fieles piensen como yo, sino de que piensen. No puedo hablar de obligaciones.
Es preciso de pasar de una fe impuesta a una fe descubierta, aceptada y vivida. No acierto el cómo, pero siento -preciso y obligado- el que haya un diálogo en la transmisión de la fe y un camino, al que llamamos catecumenado.
No podemos ofrecer todo el Mensaje en un primer momento. Se trata de caminar juntos e ir descubriendo, como en Emaús, a Jesús de Nazaret y a través suyo, al Cristo Resucitado.
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