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viernes, 16 de febrero de 2018

Las religiones monoteistas: de guerras de religiones a espacios públicos de diálogo y hospitalidad

Juan José Tamayo

Tamayo3Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017) 
Las religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam, han conformado las culturas y las sociedades del Mediterráneo. Unas veces han contribuido al diálogo inter-cultural, al encuentro inter-civilizatorio y a la convivencia pacífica. Otras han atizado las guerras, los choques y enfrentamientos entre civilizaciones, culturas y creencias religiosas. Hoy deben transitar:
. Por el camino de la ética liberadora, más allá de los dogmatismos, que alejan dividen.
. Por la senda de la hospitalidad con las personas migrantes, refugiadas, desplazadas, más allá de las endogamias, que achican la solidaridad.
. Por las veredas de la justicia y la equidad; más allá de la caridad, que no va a la raíz de los problemas, suele quedarse en el asistencialismo y la beneficencia, y no contribuye a las transformaciones estructurales.
. Por la vía del reconocimiento y del respeto al pluralismo y del diálogo intercultural, interétnico e interreligioso, más allá de los discursos uniformes y de las prácticas xenófobas.
. Por el camino del reconocimiento de las otras, de los otros, de las culturas, las etnias y las religiones diferentes, en defensa del derecho a la diferencia y de la diferencia como derecho, sin que desemboque en desigualdad, más allá de los fundamentalismos.
. Por la senda de la igualdad de género, más allá del sexismo y del patriarcado, tan arraigados en las religiones.
1. Pensamiento crítico, lenguaje simbólico y actitud de duda
Las religiones todas, las monoteístas y las politeístas, las cósmicas y las metacósmicas, las místicas y las sapienciales, las originarias y las modernas, pueden contribuir a cambiar la orientación del Mediterráneo en la dirección indicada. La condición para ello es que asuman el pensamiento crítico y el lenguaje simbólico y activen el imperativo de la hospitalidad. “El símbolo da que pensar”, decía Paul Ricoeur; el dogma, añado yo, cierra toda posibilidad de pensar. Asimismo han de renunciar al literalismo en la lectura de los textos sagrados, atender al espíritu de los mismos y ejercer la interpretación.
Creo que las religiones tienen que cambiar de paradigma y optar por la duda, por la inter-identidad, en vez de las identidades religiosas e ideológicas frentistas. Es lo que recomendaba el escritor español Juan Goytisolo en el discurso de recepción del Premio Cervantes en 2015: “Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayudará a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnocracia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas e ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias”.
2. Respeto a la heterodoxia
Las religiones monoteístas han de respetar la heterodoxia y el librepensamiento en su seno y en la sociedad. Los periodos más brillantes de la historia de estas religiones han sido aquellos en los que se ha reconocido, respetado y practicado la libertad religiosa, de conciencia, de expresión, de investigación, de culto, etc. “No haya coacción en la religión… Que crea quien quiera y que no crea el que no quiera… Dios no se irrita con los que no creen, sino con los que no piensan”, afirma el Corán. “Si quieres, puedes seguirme”, decía Jesús a quienes se interesaban por su mensaje. La fe nunca puede imponerse, solo ofrecerse y dejar a la gente en libertad para que decida.
Cuando las religiones monoteístas no han respetado las libertades y los derechos humanos, cuando han perseguido a los disidentes, han sometidos a juicios inquisitoriales a quienes expresaban sus desacuerdos doctrinales y han condenado a muerte a los llamados “herejes”, han perdido toda credibilidad. Y con razón. ¿Cómo pueden hablar del Dios de la vida y luchar contras los ídolos de muerte, cómo pueden defender el derecho a la vida como derecho inalienable y fuente de los demás derechos, cuando matan en nombre de Dios? ¿Cómo pueden defender los derechos de Dios, mientras niegan los derechos de los seres humanos?
3. Renuncia a las actuaciones coloniales
Estas religiones han de renunciar a actuaciones colonizadoras encubiertas bajo el nombre de “misioneras”, que con frecuencia son hoy neocoloniales, activar sus mejores tradiciones emancipatorias, igualitarias, utópicas, y fomentar el diálogo, y no el proselitismo, ya que como acostumbraba a decir Raimon Panikkar y hemos recordado en otro artículo de este blog, “sin diálogo el ser humano se atrofia y el ser humano se anquilosa”. No pocas de las actividades “misioneras” tienen claras connotaciones de conquista, de proselitismo, de imposición cultural y de apropiación de las riquezas de los pueblos a los que dicen “misionar”.
“Quien dialoga –escribe Antonio Machado en Juan de Mairena-, ciertamente afirma a su vecino, al otro yo; todo manejo de razones –verdades o supuestos- implica convención entre sujetos, o visión común de un objeto ideal”. Pero no basta la razón, sigue diciendo Machado, para crear la convivencia humana; ésta precisa también “la comunión cordial, una convergencia de corazones en un mismo objeto de amor”1.
4. Ética y denuncia de la injusticia estructural
Otra condición necesaria es que las religiones monoteístas pongan en el primer plano de su identidad y de su actividad no los ritos religiosos alejados de la vida, ni los dogmas desvinculados de la justicia, ni las normas disciplinares ajenas al grito de los oprimidos y al gemido de la naturaleza que sufre, sino la ética. “La ética –afirma el filósofo Emmanuel Lévinas- es la filosofía primera”. Nosotros podemos decir: la ética es la teología primera en todas las religiones
Pero no la ética neoliberal del mercado, que es excluyente, ni la ética de la violencia de los movimientos terroristas, que siembran la muerte por doquier, sino la ética de la justicia y de la solidaridad, de la paz y de la defensa de la naturaleza, la ética liberadora e inclusiva de las religiones y de los movimientos sociales, que luchan por la utopía de otro mundo posible donde quepan todos los mundo, donde quepamos todas y todos.
Y junto a la ética, la denuncia de la injusticia estructural, de las desigualdades de todo tipo entre las dos orillas, de los crímenes de lesa humanidad, de las agresiones contra el medio ambiente, de la contaminación de las aguas por los cadáveres, cuyos causantes somos los bárbaros del Norte.
“No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio -afirmó el papa Francisco en un discurso pronunciado en el Parlamento Europeo- y negar acogida a los hombres, mujeres, niños y niñas que llegan a diario, muchas veces muriendo en el intento en las barcazas. Actuar de otra forma, es negar la dignidad humana de los inmigrantes, favorecer el trabajo esclavo y alimentar las continuas tensiones sociales”.
Es necesario, siguió diciendo Francisco a los parlamentarios europeos, “poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes” y “adoptar políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos – causa principal de este fenómeno –, en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos. Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos”.
5. No caer en el derrotismo
Los pueblos del sur del Mediterráneo, los inmigrantes subsaharianos y los refugiados que cruzan sus aguas no pueden caer en el derrotismo ni pueden sentirse derrotados. Han de empoderarse y decir con Fernando Pessoa “llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”. Las religiones pueden contribuir a evitar que la conciencia de derrota se instale en las mentes y en la vida de los inmigrantes, infundi esperanza y ayudar a levantar su pendón de victoria. Y eso sólo pueden hacerlo si siguen el camino de la acogida y la hospitalidad.
De lo contrario, habrán renunciado a la orientación liberadora que las inspiró en sus orígenes, habrán perdido el norte y vagarán sin rumbo. Más aún: se habrán hecho el harakiri y no podrán responsabilizar a supuestos enemigos externos de la crisis profunda que sufren hoy. Ellas son las principales responsables de su fracaso.

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