Pedro Serrano
Nunca antes la técnica y la ciencia habían llegado tan lejos en sus avances y descubrimientos, pero, paradójicamente, tal vez nunca hemos sido tan necios como en la actualidad. Sin duda, es el tiempo de los mediocres. Ellos son los que triunfan en este loco mundo a la deriva.
Mediocres los hay en todas partes, pero donde especialmente se prodigan es en la política. Salvo honrosas excepciones, a la política no acuden las mentes más brillantes.
Pareciera que a políticos solo se meten los que no sirven para otra cosa. Por desgracia, para ser político no se exige prueba alguna. Cualquier mentecato puede llegar a ser presidente y poner bajo sus pies a las instituciones del Estado con la ayuda inestimable de toda su tropa mediocre de acólitos. Puedes ser un truhán, carecer de talento, de humanidad, de integridad moral o de espíritu de servicio. Da igual lo inútil, perverso o estulto que seas, solo tienes que tener ambición, astucia, saber adular, saber mentir y saber construir dos o tres frases populistas simples y repetirlas muchas veces hasta que la gente, también mediocre, las convierta en verdades absolutas.
Ahora bien, no olvidemos que, para que esta casta oportunista y ávida de poder (y, a veces, con voluntad de trincar) tenga éxito, necesita la aquiescencia de la gente (sus votos), del seguidismo borreguil, de la servidumbre voluntaria a quienes dicen gobernar para los ciudadanos pero que, en realidad, solo gobiernan para si mismos. Si quieren ejemplos de mediocridad, echen un vistazo al panorama político mundial y nacional.
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