Virtudes heroicas y ejemplaridad. Exigencias para beatificación y canonización. Después, viene la firma divina. El milagro. Siempre, de carácter sanitario. Un cáncer curado. Un nacimiento inesperado. Un ciego que ve. Un cojo que anda. El médico certifica. “Ningún galeno podría lograrlo. Ni explicarlo”. Conclusión: es Dios quien lo hizo. Han sido muchos, acaso millones, los que imploraron el “milagro”. Sólo uno/a lo logró. Dios se fijó en él o ella, ignorando a los demás. Tenía la estampa del “venerable”. Como muchos otros. Recitó la oración. “Señor, glorifica a tu siervo. Cura a mi hijito”. Un solo milagro, un beato. Dos milagros, un santo. El Altísimo ha revelado que el candidato está a su lado, en el cielo. Ya en los altares, se olvida de sus devotos. Exhausto. Pero convoca a romería. Se procesiona. Los parroquianos compiten con el pueblo vecino. Es “nuestro santo”.Leer artículo completo »
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