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martes, 19 de diciembre de 2017

“Regale Navidad”

Pepe Mallo

Enviado a la página web de Redes Cristianas

El titular no es acuñación mía. Lo he plagiado de una página publicitaria de un acreditado diario. (Me imagino que el reclamo se haya difundido también en otros medios). El regalo navideño venía visiblemente ilustrado por una “cesta de navidad”. Contenido: un jamón, turrones, embutidos, botellas de vino y cavas…, lo clásico. Este típico anuncio ha sugerido mi reflexión.
Del capirote de bruja de Halloween al gorro de Papá Noel con “adviento” del Black Friday


Hacía escasamente un mes, cuando desde los grandes almacenes hasta los pequeños comercios exhibían profusamente por calles y plazas, “adornando” sus escaparates, viscosas telarañas, macabras calabazas, tétricos fantasmas. El mensaje estaba claro: Halloween se acercaba y debíamos prepararnos para recibir la fiesta. ¿Cómo? Pues como siempre, consumiendo. Da igual si comprando un grotesco disfraz, alguna siniestra decoración o unas huecas calabazas…, el objetivo era y es comprar, consumir. Tan solo unos días, y los escaparates empezaron a llenarse de rutilantes estrellas, brillantes guirnaldas, árboles iluminados y gorros rojos. Vuelven a advertirnos: ¡Ya llega la Navidad! La sociedad se ha quitado el sombrío capirote de bruja de Halloween para embutirse el jocoso gorro de Papá Noel. Mientras la gente estaba aún resacosa de la noche más terrorífica, nos introducen en “la noche más mágica” del año. Y se implanta, como un prodigioso adviento profano, el “Black Friday”, una desenfrenada heterogénea oferta de rebajas explosivas con nombre exótico que sirve de conjuro para comprar y vender lo que sea. ¡Los descuentos más locos del año! Y nos martillean con sugestivas frases publicitarias y atiborran nuestros buzones con voluminosos catálogos a todo color. Ahora toca comprar regalos, decoración, ropa para las fiestas, comida, bebidas, joyas, móviles, tablets…, todo de “última generación” y auténtica “denominación de origen”. Así de fácil. No digamos el bombardeo que reciben los niños con seductoras ofertas exclusivas para ellos. (¡¡Qué tremendo peligro nos amenaza a los abuelos!!).
“Navidades laicas”, “papanoélicas” y pantagruélicas
¿Quién no se ha sentido atrapado por la publicidad? Sus eslóganes publicitarios sobornan nuestra mente. Nos vuelven compulsivos. Servimos a nuestro dios particular a través de la mercancía, a la que otorgamos un valor que no se corresponde con el valor real. Felicidad es igual a consumo. Y es que, cuando nos ponen ante las barbas, pobladas o lampiñas, algo seductor, fascinante, deleitable, nos obcecamos talmente que buscamos autoconvencernos de que ese bienestar es trascendental para nosotros. Y nos convertimos en fanáticos del consumo. La publicidad aprovecha estas fechas navideñas en las que afloran nuestros mejores deseos y sentimientos para reconducirlos hacia el consumo. Su propósito: crear interés y expectación. “Regala navidad. Consume!” Podemos afirmar con pesar que ya no es “Navidad”. Son “¡las navidades!”. Y “ya no son lo que eran”, como suele lamentarse la nostalgia. Poco a poco, el espíritu navideño cristiano ha capitulado ante unas “navidades laicas”, “papanoélicas” y pantagruélicas. La Navidad está de rebajas. Unas fiestas mercantilizadas, consumistas, derrochadoras, diametralmente opuestas a lo que fue la Navidad evangélica. Las navidades hoy son fiestas del consumo, del exceso, de la destemplanza… Y, sobre todo, de los regalos: Joyas, aderezos, perfumes, videojuegos, cámaras, juguetes… Nos consume el consumismo.
¿Que hicieron José y María con los regalos de los Reyes Magos?
Al hilo de estas consideraciones, me viene a la mente una anécdota de por sí intrascendente, pero sí curiosa. Un amigo, que presume de ateo incombustible, a raíz de estos comentarios, me inquirió con sorna que qué pensaba yo sobre lo que harían José y María con los regalos de los Reyes Magos al Niño Jesús. Traté de seguirle la corriente en línea irónica. “Pues, qué sé yo… Yo creo que el incienso les vendría muy bien para mitigar los olores del establo. Con la mirra me imagino que María prepararía perfumes, bálsamos y esencias, lo propio de las mujeres de la época. Con el oro ya dudo un poco. Podría haber servido para que san José ampliara su taller de carpintero…¡vamos, digo yo!!” Y aquí arreció su sarcasmo: “¿Y no serviría para erigir el Vaticano y para la confección de candelabros, cálices, copones, y hasta anillos, báculos y cruces de purpurados…? ¿De qué nos quejamos que la gente derroche?” Acusé la invectiva. Y reímos la ocurrencia. (Torticera interpretación del relato evangélico, pero visión seudojustificativa del origen de los regalos navideños.)
La Navidad es la fiesta de la humanización de Dios
No sólo se encarna; se humaniza. Y es que existen personas que están “encarnadas”, viven en carne mortal, pero no están “humanizadas”. Individuos que han adulterado la empatía, la solidaridad, la cercanía. Personas que portan en su carne el ADN de egocentristas, insensibles, intransigentes, intolerantes, desnaturalizados. Para ellos, su encarnación es una deshumanización. Dios asume la humanidad en su pobreza, en su insuficiencia, en su limitación. Se hace hombre, se humaniza para que la humanidad viva más humanamente, para que el hombre se haga más humano. Jesús humaniza las ansias y los anhelos de justicia, de igualdad, de fraternidad, de solidaridad, de libertad, de amor y de vida digna para todos. Dios se hace hombre y reivindica su dignidad.¿Que siempre debemos buscar algún “estímulo” para festejar, para unir a la familia, para hacer regalos? Por supuesto. Y estas fechas vienen a propósito. Felicidad. Es la palabra más oída, escrita y proclamada en estas fechas. Y eso es lo hay que trasmitir en realidad, de verdad.
¡“Regale Navidad”! ¡Regale humanidad!
¿El mejor obsequio? Una “cesta navideña” repleta de ilusión, sensibilidad, tolerancia, comprensión, alegría, acogida, amistad, cercanía, generosidad, solidaridad. No pocos viven estos días la generosa y humanitaria cooperación. Como una nueva versión del milagro de los panes y de los peces, se programan y organizan campañas solidarias, gestos de simpatía y cercanía, servicio y caridad, benéfica solidaridad con el mundo de la pobreza, la necesidad y la indigencia. Actitud enteramente acorde con el espíritu de la Navidad. Esta es la verdadera Navidad: que, en Jesús, se reconozca a todos los niveles la dignidad humana de todas las personas.
Así pues…¡Felices compras! ¡¡Perdón!! Quise decir… ¡¡Feliz Navidad!!
Fuenlabrada (Madrid)

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