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miércoles, 11 de octubre de 2017

COMPLICADOS PREPARATIVOS DE UNA MISA

col mariano

Los discípulos hicieron lo que Jesús les había  mandado,y prepararon la Pascua (Mateo 26,19)
El Papa Juan Pablo II hizo dos visitas al Perú: la primera en febrero de 1985 durante la presidencia de Fernando Belaunde Terry; y la segunda en mayo de 1988, siendo presidente Alan García Pérez. En ambas ocasiones, el arzobispo y cardenal de Lima era Juan Landázuri Ricketts. Nunca ha trascendido que en su organización y realización se produjeran roces ni conflictos. Pero no sucede lo mismo con la organización de la visita anunciada  por el Papa actual.
En su audiencia de los miércoles, el 17 de mayo de este año el papa Francisco anunció que en enero del 2018 haría una visita a Chile y Perú. Después de su llegada a Lima el día 18, se propone viajar a Puerto Maldonado el 19 y a Trujillo el 20; el 21 estará en la capital del país, donde visitará el santuario del Señor de los Milagros, rezará el Ángelus en la Plaza de Armas, se reunirá con el clero y presidirá una misa concelebrada ante los miles de fieles que puedan congregarse en algún lugar abierto y seguro.
Pero desde la última visita papal, la población de Lima ha pasado de aproximadamente 6 millones y medio a unos 10 millones de habitantes. Si cuando llegó el papa Juan Pablo había espacios abiertos para concentrar grandes multitudes, en la actualidad resulta más difícil encontrarlos debido a la acelerada construcción de viviendas en la zona urbana.
Durante el mes de junio, el Vaticano envió al país una misión encargada de preparar la visita oficial junto con las autoridades de la iglesia Católica y del Gobierno. Como coordinadores por ambas partes en el país fueron nombrados el obispo de Chosica (Lima-Este), Norberto Strotman y el ministro de Trabajo, Alfonso Grados. En la primera reunión, a propuesta de las autoridades eclesiásticas, decidieron que la misa multitudinaria del día 21 en Lima -que sería la última actividad pública de la visita- se realizaría en una franja de tierra situada entre el mar y los distritos de Magdalena y San Miguel. Las autoridades calculaban que la población que acudiría a la misa podría pasar de millón y medio de personas. Un lugar hermoso para unas imágenes espectaculares que se difundirían por todo el mundo. Otro ámbito propuesto fue la base aérea de Las Palmas, administrada por la Fuerza Aérea del Perú, pero fue provisionalmente considerada como opción alternativa. 
Mientras cada una de las partes involucradas avanzaba en la organización y los preparativos de la visita papal, el viceministro de Orden Interno del Ministerio del Interior declaró a mediados de setiembre que la zona elegida para la misa no reúne las condiciones de seguridad necesarias para una reunión multitudinaria. En efecto, la conocida como Costa Verde es una franja de unos 200 metros de ancho, lindante por un  lado con el mar abierto del Pacífico y por el otro con acantilados de más de 80 metros de altura, con solo dos vías de ingreso y salida, y con unos puentes peatonales que serpentean por los acantilados. Una especie de callejón con entrada complicada y salida peligrosa.
La observación era pertinente, tanto por el improbable riesgo de un temblor, terremoto o tsunami, como por cualquier circunstancia imprevista que pudiera provocar el pánico entre los asistentes y el consiguiente caos por encontrar las escasas y poco adecuadas vías de evacuación. Por su parte, el Instituto Nacional de Defensa Civil opinó que la zona de la Costa Verde no podría soportar el acceso y presencia segura de más de 800,000 personas.
El tema transcendió a los medios de comunicación que, en general, lo trataron principalmente desde la perspectiva de la seguridad. Se generó así la necesidad de analizar la opción alternativa de la base aérea que, según los cálculos de sus jefes, en la pista de aterrizaje pueden caber unas 830,000 personas, pero con la habilitación de las zonas contiguas el aforo podría aumentar significativamente. Una ventaja importante para la seguridad es que además de los 4 accesos existentes, se pueden habilitar otros 5, o más si técnicamente se considera necesario. Y por añadidura, dispone de un hospital que puede atender a más de 100 personas simultáneamente en 8 especialidades.
Ante el pronunciamiento por parte del Gobierno a favor de la segunda alternativa, el cardenal Juan Luis Cipriani declaró el 1 de octubre en su programa de radio de los sábados que “no es el Presidente de la República el que decide dónde va a ir el Papa”. El ministro Alfonso Grados replicó que “estamos trabajando con base en informes técnicos y no según opiniones personales”. Esa expresión del ministro probablemente hacía referencia a que el cardenal de Lima prefería la Costa Verde porque, siendo de su jurisdicción eclesiástica, sería él quien tendría el mayor protagonismo al lado del papa Francisco, mientras que si el escenario era la base aérea, le correspondería al obispo castrense, Juan Carlos Vera.
También el Presidente del Congreso, Luis Galarreta (de oposición al Gobierno) se pronunció indirectamente en apoyo al Cardenal, cuando dijo: “Me preocupa que el Gobierno…esté más preocupado en un tema que le corresponde a la Iglesia”. Y varios congresistas defendían una de las dos alternativas en función de sus posiciones políticas frente al Gobierno y a la Iglesia.
Este triste espectáculo de pugnas solapadas, de dimes y diretes ha ocupado parte del interés de los limeños -especialmente de los católicos- durante los últimos días. En vez de poner por delante la seguridad de los miles de asistentes a la misa y del Papa, daba la impresión de ser más importantes el lucimiento personal, la belleza del paisaje y la estética de las imágenes. Nada que ver con la forma en que los discípulos de Jesús cumplieron con su encargo de preparar la Pascua.
Pero ese triste espectáculo ha tenido, por ahora, un desenlace positivo. Quizás debido a una posible indicación del Vaticano, el 3 de octubre de reunieron en el palacio arzobispal el presidente Pedro Pablo Kuczynski, el ministro de Trabajo Alfonso Grados y el cardenal Cipriani y anunciaron que la tan esperada misa (que algún periodista local trasnochado quizás se atreva a llamarla “la misa del siglo”) se realizará en la base aérea de Las Palmas. El Cardenal, de 74 años,, dijo unas palabras que suenan a derrota disfrazada: “La verdad es que era necesario cortar el clima innecesario de polémica, cortarlo para que prime el sentido común”.
Una vez más, el menos común de los sentidos.

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