Chökyi Nyima Rimpoché, monje y maestro de budismo tibetano en Nepal
Tengo 64 años. Nací en una aldea de Tíbet y vivo en Nepal. Soy monje budista y coordino siete monasterios. Soy célibe. ¿Política? Si el gobernante fuese bondadoso, no cometería injusticias. ¿Dios? El salvador eres tú, está en ti. China fue budista en el pasado y volverá a ser budista.
Es un prestigioso maestro de budismo tibetano y ha venido a impartir enseñanzas en la Casa del Tibet de Barcelona. Me cuenta su historia con detalle y me dice: “Tú ya la resumirás”. Insiste en su objetivo de compartir con los nepalíes todo lo que los monjes tengan, sobre todo desde el terremoto. Entiendo enseguida que la bondad es la máxima expresión de la inteligencia: el vínculo entre monjes y pueblo será indestructible. Aquí... no aprendemos. Aprovecho para preguntarle por la cabeza rapada de los monjes budistas: “Es lo más cómodo”, ríe. Y por la desaparecida monarquía nepalí: “Ahora el pueblo la añora, viendo lo corruptos que son los gobernantes que la han sucedido”. Ay.
¿Qué tal por Nepal?
Recuperándonos del terremoto, ayudando a la gente.
¿Los monjes ayudan?
Tras el terremoto, ordené abrir las puertas de mis monasterios.
¿Sus monasterios?
Coordino siete monasterios de budismo tibetano en Nepal, en los que formamos ahora mismo a unos 300 estudiantes, meditadores, futuros monjes...
Abrió las puertas, dice.
Les dije a mis monjes y monjas que abriesen a todo el mundo nuestras cocinas, nuestros baños, nuestros dormitorios, y montamos hospitales de campaña...
La gente ahora debe de venerarlos...
Es lo que debíamos hacer. Conseguí montar casas para 30 familias en una aldea remota, y luego vino el presidente de Nepal a apuntarse la medalla, ja ja...
Los políticos son así.
La única política justa será la basada en la bondad. Un político bondadoso, que ame al otro, jamás será injusto ni corrupto.
¿Esto enseña en sus monasterios?
Sí. Hablé hace poco con mi exalumno Jon Kabat-Zinn, que se basó en la meditación budista para crear el mindfulness...
La conciencia o atención plena.
Le dije: si la atención plena se emplea hoy para ganar competiciones deportivas, disparar mejor, producir más beneficios..., ¿no es malbaratarla?
¿Qué dijo Kabat-Zinn?
Que se planteaba lo mismo, pero que el éxito del mindfulness ya se le había escapado de las manos, que ya no podía controlarlo.
¿Y qué le dijo usted?
Más que mindfulness (conciencia plena), toca enseñar kindfulness: bondad plena.
¿Bondad plena?
La bondad es la base de todo. Voy a decirle algo muy útil para vivir más sabiamente...
Le escucho.
Primero, calma: sin calma, no hay claridad mental ni bondad.
Calma.
Y sin bondad, no hay felicidad ni salud.
Bondad.
Y la bondad consiste en querer lo mejor para el otro, regocijarte de sus éxitos y felicidad.
Por aquí somos bastante envidiosillos...
No seréis felices, pues. Voy a recordarte las tres causas de la infelicidad...
A ver.
Una, no apreciar lo que tienes. Dos, llevarte mal con otro. Tres, envidiar el éxito de otro.
Entonces, para ser feliz...
Alégrate de lo que tienes, sea lo que sea. Pide disculpas y reconcíliate. Y regocíjate del éxito de los demás.
¿Así seré feliz?
Claro, verás que la felicidad se multiplica en ti. ¿O prefieres vivir enojado, tenso, enfermo? Es que la felicidad procura salud.
¿Están los nepalíes mejor predispuestos para la felicidad que yo?
Son muy espirituales... Le daba una manta a uno... ¡y se preocupaba de si la tenía también su vecino! He visto cómo se ensancha su corazón en los momentos duros. Todo lo comparten. ¡Qué lección me han dado!
Y eso que usted es monje budista...
Cada año imparto clases a Richard Gere, Daniel Goleman, Cher..., y les digo esto: sin bondad no hay nada bueno ni valioso, ni familia, ni sociedad, ni mundo.
¿Qué les enseñaría a los jóvenes occidentales?
Que todos somos valiosos por igual, tengamos lo que tengamos. Y aprended a estar satisfechos y contentos, sea lo que sea lo que tengáis. Y respetaos a vosotros mismos.
¿Cómo era usted de joven?
Arrogante, mi madre me enseñó humildad.
¿Cómo es eso?
De muy niño fui elegido como reencarnación de un lama, en mi Tíbet natal, y a los ocho años yo era un monje tratado como un semidiós. Pero mi amada madre me tomaba de la mano y me susurraba: “Hijo, no vayas a creerte que eres más que nadie”.
Buena lección.
Otra fue la invasión china, que nos obligó a los monjes a huir entre disparos, templos incendiados, persecuciones...
¿Lo da por bien empleado?
Aprendí que nunca estás arriba para siempre ni abajo para siempre. Sufrimos mucho, sin dinero, sin comida, sin papeles, atravesando montañas, mis padres y yo... Y nos instalamos en Nepal.
¿Por qué Nepal?
Sabíamos que había lugares sagrados importantes, y queríamos preservar ahí el budismo tibetano, ya que en Tíbet se perdía...
¿Y lo ha conseguido?
Sí: enseño budismo tibetano en monasterios nepalíes.
¿Y cómo está el budismo en Tíbet?
Mejorando. Y cada día hay más chinos atraídos por el budismo: China fue budista en el pasado, y volverá a serlo en el futuro.
Qué paradoja: quisieron conquistarles y acabarán conquistados.
A China la salvará el budismo. Es un país con tantos desequilibrios, personas muy ricas y muy pobres, unas instruidas y otras analfabetas..., que sólo el budismo podrá insuflarle el equilibrio necesario para sobrevivir.
Víctor-M. Amela
La Vanguardia
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