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sábado, 19 de agosto de 2017

El obispo de Ibiza parece desconocer varias cosas que debería saber


Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Acabo de leer en Religión Digital (RD) la siguiente noticia: “las autoridades tienen que servir a todo el pueblo, también a los católicos, porque no se puede estar con unos sí y con otros no”. Frase pronunciada por el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, en la homilía de la misa de la virgen patrona de la ciudad, con motivo de la ausencia del alcalde de la ciudad en dicha misa. Desgraciadamente, hay muchos obispos que piensan así, desfigurando por completo la realidad sacramental de la Iglesia, que no se realiza con actos de propaganda u ostentación, sino con la presencia de los creyentes que se encuentran para escuchar la palabra del Señor, y comer juntos el pan de Vida, que no es otra cosa que el cuerpo de Cristo. Y para ser claro y metodológico, como a mí me gusta, destacaré algunas de las cosas que o no sabe el señor obispo de Ibiza, , o las ha olvidado, o no les da valor.
1º) Sentido de la “aconfesionalidad” del Estado en la constitución española. La Constitución española afirma en el artículo 16.3: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Y en el número 1. y 2. ha determinado cosas muy concretas, como: 1. “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”. y 2. “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. La “aconfesionalidad” del Estado une dos conceptos abstractos: Uno, el mismo término de “aconfesionalidad”, y otro, el de Estado. En el fondo, esas declaraciones constitucionales, tanto en nuestro país, como en todos los demás, no dejan de ser grandilocuentes, pero perfectamente dispensables. El Estado no es ni confesional, ni aconfesional.
El Estado, de por sí, y por definición, no se mezcla, ni ninguna otra institución, con realidades que implican una relación con la transcendencia, algo que solo puede realizar la persona. Es decir, la persona, el individuo, el ciudadano, puede, o no, es libre, si quiere, o no, de ser confesional o aconfesional. La cosa se veía más clara cuando el estado era el Rey, que sí era una persona, y podía ser, o no, confesional creyente, religioso, o perfectamente laico. Así que esas expresiones aplicadas al Estado no son sino resabio de otras épocas, cuando un rey podía afirmar, como Luis XIV, ” l’etat c’est moi”, “El Estado soy yo”. Lo que realmente quiere declarar esa proclamación de “aconfesionalidad” es que ningún ciudadano de ese Estado tiene ninguna obligación de practicar alguna religión, o de ser miembro activo de cualquiera de ellas, y, todavía más, de estar libre del control de las instituciones y miembros del Estado sobre la asistencia, o no, al culto, o a cualquier acto ritual o litúrgico de la religión que sea. Así que el obispo de Ibiza, al afear al señor Sr. Rafael Ruiz González, alcalde de la localidad, de no haber asistido a la misa, sea de la patrona, o a otra cualquier Eucaristía, ha faltado, en mi opinión, gravemente, a uno de los derechos que nuestra Constitución declara para todo ciudadano, sea o no autoridad política. Y todavía la falta es mayor al haber realizado su reproche-denuncia públicamente, en plena homilía, degradando abiertamente el objetivo y la pedagogía de ésta, que es una exhortación sobre la Palabra de Dios previamente proclamada y escuchada con reverencia por los fieles.
2º) Sentido comunitario y sacramental de la celebración de la Eucaristía. Que un ministro ordenado, obispo, presbítero o diácono, olvide la esencia de la vida sacramental es, todavía, mucho más grave que lo que he recordado en el párrafo anterior, sobre interpretación de la norma constitucional. En este tema puede podemos aceptar que un obispo, tal vez rememorando épocas pretéritas, se deje influir, de manera acrítica, por sensibilidades que tuvieron validez, y carta de ciudadanía, (sin entrar ahora en si eso fue o no correcto), en otros tiempos. Yo suelo comentar en mi pueblo que la presencia del la corporación municipal, con macero, banda de música y alguaciles de apoyo, en las misas de algunas fiestas principales, constituye un folklore que me hacía vibrar de pequeño, y que todavía ahora me produce un sentimiento de pertenencia a una comunidad política, como es mi pueblo. Pero reconociendo, y pidiendo, y menos mal que los curas así lo han cumplido hasta ahora, que esta inofensiva tradición ni se exija, ni sea motivo de crítica o reproche, ni se considere, por ninguna de las partes, Parroquia y Corporación municipal, como un derecho, o, dándole la vuelta, como una obligación.
Pero volviendo al meollo de la Eucaristía, ésta es un Sacramento, un signo de la presencia del señor Resucitado en medio de la comunidad de creyentes. Los únicos que tienen libre acceso a esta celebración son los miembros de la comunidad que quieren escuchar la Palabra juntos, y participar en el Ágape de la Vida. No hay otro título válido para la participación en la Eucaristía, y nadie puede ostentar otros títulos, ni por ser alcalde, ni Gobernador, ni ministro, ni Presidente de Gobierno, ni Rey. Los ministros de la Iglesia deberíamos ser los primeros en agradecer que las personas constituidas en autoridad no acudiesen, solo escudados en ese título, a las celebraciones sacramentales. Exactamente lo contrario que ha hecho el obispo de Ibiza, al ¡reprochar y afear la ausencia del señor alcalde en una celebración, a la que nadie puede ostentar autoridad para controlar, y menos para censurar o criticar.
(PD: En Religión Digital de hoy, 07/08/17, el obispo de Ibiza, erre que erre, además de que aprovechó la homi9lía para atizar al alcalde, y decir cosas tan aberrantes como que los políticos se tienen que ocupar de todos, también de los católicos, -¿dónde vive este señor?-, como si la celebración de la Eucaristía fuera también una estrategia política o social para demostrar el grado de relación y buen entendimiento con los diferentes grupos. ¡Qué blasfemia! No es posible que un obispo, ¿sucesor de los apóstoles, también en este caso?, desbarre de tal modo al usar la Eucaristía como un medio más para obtener la buena vecindad y la corrección política. A mis 75 años no pienso guardarme nada de lo que considere grave e importante en los asuntos de la comunidad eclesial. A mí me escandaliza que un señor obispo, además de faltar gravemente contra una disposición de la Constitución española, que proclama toda la libertad personal, por el artículo 16,3, para asistir, o no, simpatizar más o menos, o nada, con la liturgia cristiana, y que, por nuestra Teología y Doctrina de la Iglesia, nada tiene que ver la Liturgia con los políticos, este obispo, digo, además de faltar gravemente en lo civil, falta todavía más en lo evangélico, al juzgar, y condenar sin ninguna habilitación para ello, y llegar, como afirma hoy RD, a negar el saludo al alcalde. Yo, desde estas líneas, denuncio esta actitud incalificable, desde cualquier punto evangélico, a la Conferencia Episcopal Española, (CEE), y pido a los hermanos en el episcopado de Vicente Juan Segura, que le obsequien con una “corrección fraterna”, y que investigue si esa actitud desabrida y antievangélica tiene algo que ver con la posible desafección al papa Francisco, porque poca obediencia y seguimiento real a Jesús, “manso y humilde de corazón”, parecen bastante claros).

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