Las casas se empiezan a derribar por arriba, por el tejado.
Me viene a cuento esto, porque veo que aunque los cristianos de base, planteen y vivan unos valores evangélicos, la multitud, lo que vemos es lo de arriba. Si las manifestaciones que vemos no son evangélicas, nos escudamos ahí y no nos convertimos al evangelio. La importancia que tienen los edificios, ropajes, manifestaciones... eso da la imagen del cristianismo y lleva a pensar en valores poco cristianos.
Es preciso derribar, desmontar esos grandes signos. Ya es tópico, pero difícilmente me empuja a seguir a Jesús pobre, si cuando están transmitiendo la misa del gallo, a la vez que leemos y escuchamos las palabras de “dio a luz a su hijo y lo colocó en un pesebre”, mientras tanto las cámaras me transmiten alguna de las obras de arte del vaticano o de otro templo... Si cuando el papa dice que los cardenales no son primados de la iglesia, aparecen vestidos con telas rojas y un gran séquito, incluidos poderes políticos..., es difícil verlos como animadores de la fe en la comunidad.
Siento urgente que debemos desmontar esos signos poderosos. Necesitamos signos liberadores. Qué bien cuando antes de la eucaristía televisada, nos acercan testimonios de servicio y entrega con los empobrecidos, en el programa de “Pueblo de Dios”.
No tengo la menor duda de que las jerarquías y las instituciones poderosas sirven a los pobres, pero eso hay que demostrarlo y presentarlo así, quitando todo signo y señal de poder, de riqueza, de grandeza ¿Ha llegado el momento de dejar las custodias y los palios para los museos y presentar a Jesus en la Eucaristía, con los carteles de Cáritas?
Hay un montón de signos a cambiar. Yo, que soy cura en unos pueblos muy requetepequeños, recibo cartas que me dicen “rvdo. sr. cura párroco…” Demasiadas albardas.
Y es que lo que vemos y lo que nos catequiza son los signos externos, lo que presenta la tele y los medios, lo que suena y tiene renombre. Tengo la suerte de que aquí no soy nadie, no pinto nada, no tengo ningún título ni categoría. Estoy convencido que el poder que tienen los obispos y sus declaraciones no son el camino de evangelización.
La mayor parte de manifestaciones de la Iglesia en los medios, no son precisamente signos de sencillez ni de humildad, sino más bien están rodeados de poder, de prestigio, de títulos.
Creo que sobran ropajes, cargos, condecoraciones, obras artísticas, afirmaciones contundentes. Mejor, sugerencias, escuchas, humildad, verdad.
Aunque para ello haya que derribar los tejados, las cúspides, los poderes. Y los altos edificios se derriban o con grúas desde los mismos poderes, (decretos, menos cargos, menos apariencias...) o con labor de termitas, destruyendo poco a poco desde abajo ese montaje.
Últimamente estamos escuchando hechos poco edificantes de cardenales. Muy frecuentes signos de poder... Creo que el Evangelio va a llegar a los débiles por otros caminos. Cada uno podemos desmontar nuestros propios tejados y vivir en la sencillez del evangelio.
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