Josep M. Rambla Blanch. Hablar de alegría puede parecer insultante u obsceno a la orilla de un Mediterráneo convertido en cementerio, en una Europa con las puertas cerradas a los refugiados, con una escandalosa desigualdad entre unos pocos ricos y una mayoría de pobres… Quizás nos deberíamos adherir al Elogio de la infelicidad (Emilio Lledó), puesto que la alegría es síntoma de felicidad… Los israelitas no eran capaces de “entonar cantos del Señor en tierra extranjera”, en el exilio de Babilonia…
Sin embargo, todos llevamos dentro un anhelo de alegría que no es fácil, ni lícito, ahogar. Y, además, recibimos muchas invitaciones a la alegría. El papa Francisco es reiterativo en este punto en sus documentos y discursos. Recordemos tan sólo estos dos textos importantes: La alegría del Evangelio y La alegría del amor. Incluso su mensaje de la misericordia va acompañado con la melodía de la alegría. Se ha dicho incluso que la alegría, siendo central en el mensaje de Jesús, es una asignatura pendiente de los cristianos y debería ser la gran oferta a la humanidad… (más…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario