Atrio
Honorio Cadarso
Malala, la joven pakistaní que recibió una bala en la cabeza por sublevarse contra la opresión de las mujeres de su entorno, ha despertado en nosotros occidentales la simpatía y solidaridad con todas ellas.
Todas ellas, pakistaníes, afganas, iraníes y muchas más, deben renunciar a su sexualidad y sus sentimientos para convertirse en una moneda de cambio, una mercancía a invertir, o para especular con ella.
“Cuando las hermanas se sientan juntas, siempre alaban a sus hermanos
Cuando los hermanos se sientan juntos es porque están por vender a sus hermanas a otros”
“Me vendiste a un viejo, padre
Que Dios destruya tu hogar, yo era tu hija”.
Para las mujeres afganas hay solo dos salidas, dos maneras de enfrentarse a esa opresión: la poesía o el suicidio, el verso o empaparse de gasolina y prenderse fuego, o la lapidación.
El verso va de boca en boca, secreto, escondido, porque corre el riesgo de convertirse en sentencia de muerte:
“Tómame primero entre tus brazos, estréchame
Solamente después podrás anudarte a mis muslos de terciopelo”.
“Ven y sé una flor en mi pecho
para que pueda refrescarte cada mañana con un estallido
de risa”.
“Si mi amante muere, !que sea yo su mortaja!
así nos desposaremos juntos con el polvo”.
(Se pueden encontrar más “joyas” de esa poesía amatoria, erótica o como se la quiera llamar, pinchando en Internet “Poemas de mujeres afganas”)
La opresión y mercantilización de la mujer afgana ha provocado esta explosión de romanticismo y de afirmación de la dignidad de la persona y de la mujer en concreto, y una valoración del sexo y de los sentimientos de la que quizá los occidentales, y sobre todo los que andan o hemos andado en los tabernáculos y los altares, tenemos algo que aprender.
Porque sexo y afectividad entre los dos sexos son un regalo del Creador, o en todo caso un don de la naturaleza que también en la cultura occidental se ha mercantilizado y desacralizado hasta convertirlo en un engendro de pecado y de desorden, en un invento del maligno:
“El hombre es fuego, la mujer estopa. Viene el diablo, y sopla”
Y si no que se lo digan a los de “Hazte Oír”, o al prelado de Alcalá de Henares, y a tantos otros prelados. O bien que lo comenten a propósito de tantas historias “oscuras” que han venido ocurriendo a lo largo de la historia en torno al Papa y al Vaticano, en las que ha estado implicado a veces el mismísimo Sumo Pontífice.
Tal vez nuestro Atrio adolece un poco de ese como silencio en que rodeamos el tema sexo y afectividad hombre-mujer, o los debates en torno al celibato… Es como si una minoría de eunucos estuviese dirigiendo la vida y las conciencias de la muchedumbre de los fieles.
En los testimonios de las mujeres afganas aparece, por el contrario, con una autenticidad de mártires que se juegan la vida, una reivindicación de esta parte del ser humano y del Creador que nos la ha regalado. Y para más inri, una valoración del sexo y la afectividad por ellas mismas, sin ninguna referencia a la fecundidad y los hijos…El amor por el amor, el amor sin ningún valor añadido, el amor como don precioso de Dios.
Porque resulta que nuestro lenguaje del amor prefiere las visiones de una Santa Teresa, o ese amor de una Virgen que ha concebido por obra del Espíritu Santo…
Y a fuerza de valorar el celibato y a los “eunucos que se hicieron tales por el Reino de los cielos”, inficionamos de suciedad y de pecado ese don de Dios.
Y nos volvemos incapaces de mirar con toda la comprensión y respeto que tenía Jesús de Nazaret hacia la mujer adúltera, hacia la Magdalena. Y que no se nos ocurre pensar en la vida afectiva y sexual que pudieron vivir los Apóstoles antes y después de su encuentro con Jesús.
La profesora Alicia H. Puleo hace un estudio en profundidad de lo que han dicho los filósofos desde Grecia hasta ahora sobre el tema, en su libro Dialéctica de la sexualidad, editado por Ediciones Cátedra, de la Universidad de Valencia. La profesora lo trata desde un ángulo de visión más bien agnóstico, partiendo de que la existencia humana es un fracaso, un engañabobos, un camino absurdo hacia la nada. Pero creo que no resulta demasiado difícil darle la vuelta desde una visión religiosa y una apertura a la trascendencia. En todo caso, tanto las mujeres afganas como la profesora valenciana nos hacen pensar en los valores positivos y religiosos de la sexualidad y del erotismo, que quizá tenemos un tanto olvidados o desconocidos por culpa de una concepción religiosa un tanto maniquea…
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