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jueves, 13 de abril de 2017

Los cardenales Burke y Robert Sarah, ¿merecen ocupar los altos puestos que ostentan? O, mejor, ¿están preparados para esa tarea?

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Me he enterado, otra vez, ¡y van…!, de que los cardenales Raymond Leo Burke, y Robert Sarah han hecho unas declaraciones no solo anti-Francisco, sino esperpénticas, irresponsables, y que ponen gravemente en sospecha su preparación intelectual par los cargos que ocupan. Ambos han demostrado, según informaciones transmitidas por portales cristianos, la poca prudencia y discreción con la que se oponen abiertamente al Papa. Éste, que aguanta con paciencia infinita los impresentables desplantes de algunos de sus teóricos y próximos asesores, ha reaccionado, mandando al cardenal Burke a la isla de Guam, para solventar un asunto jurídico, en lo que todos han visto un aviso a navegantes. Y una actuación que, sin dejar de lado la fraternidad pone, a cada uno de los protagonistas, en su puesto.

El cardenal Burke, hace unos días, justificó su veto a los sacramentos para los matrimonios en situaciones “irregulares” con un escueto “la vida es así”, en referencia divorciados y separados que anhelaban una aclaración de la dura postura del cardenal sobre la posibilidad de comunión de los separados y divorciados vueltos a vivir en pareja, pero con la fe viva en la Eucaristía. Y es fue, según alguno de esos hermanos nuestros afligidos, y todavía más, injustamente incordiados por algunos jerarcas, la repuesta displicente del cardenal ¿De qué vida habla, cardenal, de la que Vd. imagina ordenada y moral según su criterio? Me escandaliza, señor cardenal, porque da la impresión, a mí, y a muchos, de que antepone su idea, su criterio, su ideología, en suma, al Evangelio, a las palabras de Jesús, y a la fraterna, valiente y respetuosa obediencia del papa Francisco al Jesús de la Última Cena, y a su propia conciencia. No ha sido Vd., señor Burke, ni ninguno de los cardenales, si siquiera el Colegio Cardenalicio, ni la Curia Vaticana, ni ningún Papa, ni ningún Concilio, sino el Señor Jesús quien dio estas órdenes: “tomad y comed, tomad y bebed, haced esto en memoria mía” .
¿Le suenan estas palabras? Y Vd., culto y estudioso, conocedor del griego, y casi seguro del hebreo y el arameo, admitirá sin ninguna duda ni reserva, que las palabras del Maestro no son, ni significan, un consejo, o una invitación, sino algo mucho más fuerte: unos mandatos litúrgicos de Jesús, casi únicos, a no ser por aquel otro de “cuando vayas a ofrecer tu oferta, si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja al momento tu oferta, y ve a reconciliarte con tu hermano”. Esta recomendación raras veces la cumplimos, señor cardenal, pero no impidamos que las referente a comer y a beber el Cuerpo y la Sangre del señor no la puedan obedecer, y cumplir, fieles bautizados que no han perdido su Fe en la maravilla de la Eucaristía. Y no permita, ni mucho menos haga que con su autoridad y prestigio, se interpongan, ante el mandato del Señor, unas disposiciones administrativas, dudosamente éticas, y, seguramente, nada evangélicas.
Y en referencia al Cardenal Robert Sarah, tengo la impresión de que el caso es todavía más grave y peligroso. Según él, y como publicaba Religión Digital (RD), en un escrito enviado a la XVIII Conferencia Litúrgica Internacional de Colonia en Alemania, y en una edición que recuerda el 10 aniversario de la liberalización (¡en mala hora!), de la misa en latín, por Benedicto XVI, el cardenal Sarah, Prefecto de Culto Divino advirtió contra la “devastación, destrucción y guerras” que ha provocado en la Iglesia, a nivel doctrinal, moral y disciplinario. la misa en lengua vernácula, permitida, y hasta promovida por el Concilio Vaticano II. ¿Se puede proferir mayor sarta de sin sentidos, y barbaridades? Sí, el cardenal guineano puede hacerlo, como de muestra este párrafo: “No podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas”. No fueron con las ideas de unos cuantos, sr cardenal, sino con la opinión de una inmensa mayoría de los más de tres mil obispos reunidos en Concilio, en el Vaticano II. ¿No recuerda su Eminencia?
Pero las que me hacen dudar, de verdad, de la preparación bíblica, teológica, y litúrgica, del prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, regañado, por cierto, por el Papa por animar a sus subalternos a celebrar la Eucaristía de espaldas a la asamblea litúrgica, son la ideas verdaderamente pre tridentinas, sobre la esencia y el carácter bíblico y teológico de la Eucaristía, o “Santa Misa”, como él, y muchos que reniegan del Vaticano II, prefieren decir: reprocha a los que llevamos abusando de la reforma litúrgica conciliar desde que acabó el concilio, que hemos convertido la Eucaristía de una oración, en un banquete. E insiste en que, con muchos de los celebrantes actuales del “Santo Sacrificio de la Misa”, fórmula preferida por algunos rancios y dudosos liturgistas, éste parece mucho más una fiesta y un banquete que una oración. O nuestros profesores de Biblia y de Liturgia, entre ellos el padre Manuel Garrido Bolaño, osb., del que hablé y cité como perito conciliar, nos engañaron, o nos enseñaron que dentro de la celebración de la Eucaristía hay alguna oración, como la colecta, la pos Comunión, y el padre nuestra, pero como celebración no es, específicamente, una celebración, sino, al estilo de la Pascua de los judíos, una celebración festiva, una cena, en la que hacíamos presente la muerte y Resurrección de Jesucristo. Incluso su aspecto sacrificial es temperado por el recuerdo del “sacrificio de Melquisedec, eterno e incruento”. Hay más aspectos verdaderamente chuscos en la crítica del cardenal Sarah que, si me animo algún día, y veo que pueden ser interesantes, los comentaré.

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