Jesús conoce nuestro corazón, nuestros deseos... los más íntimos, los que nos constituyen. ¿quién no ha sentido la sed de la samaritana?... la sed de ser amada de verdad, de no ser apartada ni mirada con recelo, la sed de encajar, de ser feliz con lo que tiene... Que sepamos ser cántaro para recibir y repartir el agua de la vida.
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