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lunes, 19 de diciembre de 2016

1898. Los últimos de Filipinas

ATRIO

Gonzalo Haya

Haya
La ambivalencia de la histórica resistencia de los últimos de Filipinas se presta a una reflexión ética sobre el cumplimiento de la ley y el sufrimiento humano que puede provocar.
La película de 1945 exaltó el patriotismo y el cumplimiento del deber militar. La película actual destaca el sufrimiento inútil que provocó; y critica el militarismo extremo y la corrupción política, aunque respeta la ambigüedad ética de la situación, debida a la falta de información militar y política.
El espectador puede hacer su propio análisis y tomar partido –o matizar su decisión– entre el teniente que dirige la resistencia heroica y el soldado que nos cuenta “la verdad” de lo sucedido durante los 337 días de asedio.

Entre el teniente y el soldado se sitúan otros personajes. En los extremos están el capitán que rehuye sus responsabilidades y el soldado que deserta y se ufana de su placentero acomodo; en medio, el teniente médico que presenta sus objeciones pero acata las decisiones, el sargento, y el fraile que se adapta a cualquier ambiente sin hacerse el héroe.
¿Se justifica una resistencia numantina? Para no sacar precipitadamente unas conclusiones generales, podemos recordar otros casos semejantes. ¿Se justificaba la resistencia en el alcázar de Toledo? ¿Se justifica la resistencia en Alepo?
Me interesa más fijarme en el momento culmen tanto en el planteamiento dramático como en lo ético; me refiero a la decisión de  fusilar a los dos desertores. ¿Tenía sentido aplicar la pena de muerte en esas circunstancias?
Casualmente yo acababa de ver otro filme basado en los acontecimientos históricos del “dos de mayo”. Un prestigioso capitán español incumple las órdenes recibidas con el fin salvar a su prometida francesa; en el momento en que va a ser fusilado se produce un ataque de los franceses, el capitán se incorpora a la defensa, se comporta heroicamente, y finalmente es condecorado. Esta solución es un deus ex machina para salvar al protagonista, pero me hace pensar que aquellos dos soldados fusilados de Filipinas podrían haber sido reincorporados a la tan debilitada defensa. No cabe duda de que la situación era extraordinaria.
Esta decisión adoptada por el teniente me saca del caso particular de Filipinas y me lleva a la raíz de este conflicto: la aplicación radical de una ley sin considerar sus circunstancias y sus consecuencias; algo que ocurre en otras situaciones de la vida.
Se ha hecho proverbial una sentencia de Cicerón: summum ius, summa iniuria, es decir, extremar la aplicación de un derecho constituye una gran injusticia. La lógica parecería indicar que si se establece una ley es para cumplirla hasta sus últimas consecuencias ¿Por qué el cumplimiento de una ley se convierte en injusticia en algunas situaciones? Porque las leyes responden a las experiencias de un pueblo durante años o siglos, pero no pueden tener en cuenta otras situaciones imprevisibles, ni detallar todas las circunstancias posibles. Por eso la ley no puede ser aplicada automáticamente por un robot sino por un juez, o una persona capaz de discernir en su momento. Y somos concientes de que “estamos no en una época de cambios sino en un cambio de época”. ¡Cuántas leyes tienen que ser revisadas!.
No sé lo que ocurrió en Filipinas, pero en la película el teniente Cerezo tendría que haber convocado un Consejo de guerra con el teniente médico y el sargento, que no parece que hubieran estado de acuerdo.
La fidelidad a la ley se confunde fácilmente con la inseguridad o con los intereses propios, como sucedía con los fariseos y con la sentencia que condenó a Jesús de Nazaret.

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