El Papa Francisco ha rezado por las víctimas y por todos los que están sufriendo tras el terremoto que ha devastado el centro de Italia: su recuerdo lo expresó en las intenciones de oración durante la misa celebrada el jueves 25, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Quien dio a conocer esta cercanía especial en la oración ha sido, precisamente, una de las clarisas de Santa María de Vallegloria, presentes en la celebración: es una comunidad que fue duramente golpeada por un seísmo en 1997 y se vio obligada luego a vivir durante catorce años en un prefabricado.
La oración, por lo demás, es el punto central de la vida contemplativa de clausura. El Pontífice, en la homilía, ha relanzado el valor que tiene esta oración, dando a las clarisas tres palabras: el significado de la verdadera riqueza, la fuerza del testimonio coherente de vida y la esperanza. Un mandato espiritual que completa de este modo también la entrega de la constitución apostólica Vultum Dei quaerere, que tuvo lugar al final de la misa. La celebración estuvo animada, en especial, por los cantos de las religiosas, acompañados por el delicado sonido de un violín, un órgano y una flauta.
Partiendo del pasaje de la primera carta de san Pablo a los Corintios (1, 1-9), el Papa volvió a proponer la actualidad de las indicaciones del apóstol: «Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo. Así, ya no os falta ningún don de gracia a los que esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo». Es precisamente de este pasaje de donde tomó «las tres palabras que serán útiles para vuestra vida y para la vida de todos» y que «se deben hacer realidad en nuestra vida».
La primera palabra, dijo Francisco, es «riqueza». Y «nosotros somos ricos» afirmó, incluso si tal vez «alguna de vosotras puede decir: pero nosotras hemos hecho voto de pobreza». En realidad, explicó el Papa, «somos ricos, como dice Pablo, de todos los dones del Señor». El problema, destacó, está «cuando nosotros buscamos otra riqueza, fuera de la riqueza de los dones del Señor». Cuando, en definitiva, se pierde de vista que «la verdadera riqueza de los consagrados son los dones del Señor», una riqueza, es decir, «que viene de la generosidad del Padre que nos da todo» por su Hijo.
Cuando «se busca la riqueza fuera de estos dones, se sigue un camino equivocado», puso en guardia Francisco. Y tal vez nos dejamos fascinar por las ciencias o la vanidad, por el orgullo y por otras actitudes negativas, también por el dinero. Es tan así que, afirmó el Papa, «una de las señales, y esto es matemático y se ve continuamente, de que una comunidad religiosa, una congregación religiosa, está en decadencia, es que comienza a apegarse al dinero». Se pierde la riqueza de los dones del Señor para orientarse hacia esa otra riqueza que se puede «manejar». En cambio «la riqueza de los dones es gratuita y llega cuando Él quiere».
Esta reflexión «nos conduce al testimonio», la segunda palabra sugerida por Francisco. «Vosotras sois religiosas de clausura y nadie os ve», dijo, pero las personas reconocen este testimonio: «Vosotras sembráis, con vuestra vida y con vuestra oración, la vida de Cristo en los demás». El testimonio es afirmar: «He elegido esto, no necesito otras cosas». Y este es «el testimonio de que Cristo está en vosotras». Por lo demás, añadió el Papa dirigiéndose a las religiosas, «vosotras no habéis huido del mundo por miedo, habéis sido llamadas y esa llamada debe seguir adelante según las reglas, según lo que la Iglesia os pide: este es vuestro testimonio». Así, dijo también, «la gente sabe que allí hay mujeres consagradas que oran, que sostienen a la Iglesia con las oraciones, y esto es un testimonio». Por ello no puede haber «consagradas a medias» y la regla no debe ser «mitad sí y mitad no», dando lugar a «cosas que no son las que quería el fundador o la fundadora: esto no es un testimonio».
La tercera palabra, continuó Francisco, es esperanza: «Vosotras sois mujeres de esperanza y sembráis esperanza porque vosotras esperáis al esposo como las diez vírgenes» de las que habla Jesús en el Evangelio. «Vosotras esperáis siempre -afirmó el Papa- y miráis que Él venga». Es verdad, reconoció, «a veces nos adormecemos, nos cansamos»; pero «en el Evangelio el Señor no reprende a las diez vírgenes que se adormecieron, reprende sólo a las cinco necias que no tenían aceite». A todos, en efecto, nos puede suceder que nos adormecemos y, confesó el Papa, «cuando vengo a rezar a veces me adormezco». Pero «lo importante es tener el aceite para la esperanza, la seguridad de que Él vendrá». Y así, explicó, reconocemos nuestros defectos, nuestros problemas, para vivirlos «con humildad y pedir perdón al Señor»; pero tratando siempre de que «no falte el aceite», es decir la esperanza «de encontrar al Señor, ese rostro maravilloso».
«Riqueza, testimonio, esperanza», o sea, siendo conscientes de que «las cosas contrarias son malas», como por ejemplo confiar «en las riquezas que no son las del Señor». Del mismo modo, insistió el Papa, es «feo el testimonio a medias, como el vino demasiado aguado». Es verdad, «todos tenemos pecados: pide perdón, confiésate, pues es también un testimonio reconocer los propios pecados, no los de otra hermana de comunidad o de la priora». Es siempre necesario un «testimonio de coherencia de vida y no juzgar a las demás hermanas, sino rezar por ellas».
«De esta esperanza viene la alegría de la vida consagrada» afirmó el Pontífice, y añadió: «Qué hermoso es ver a una religiosa alegre, con el rostro alegre y no con la cara triste, "al vinagre"». En efecto, «el Señor os ha llamado para la felicidad» y esto comporta un «rostro claro y grande». Estas tres palabras -riqueza de los dones, testimonio de la vida y esperanza de encontrar al Señor- en la carta de san Pablo «están situadas en un marco», que es la acción de gracias al Señor. Y es importante también la referencia a la comunión. Por lo tanto, afirmó el Papa, «el espíritu de dar siempre gracias al Señor y el espíritu de custodiar la comunión entre vosotras: este es el marco donde se da esa riqueza, ese testimonio y esa esperanza», siempre en la acción de gracias y en la alabanza a Dios.
«Pidamos al Señor -concluyó Francisco- que nos done en nuestra vida esta actitud de alabanza y de custodia de la comunidad, para poder ser personas ricas de dones que dan testimonio y están abiertas a la esperanza, con el rostro alegre».
Religión digital
(Osservatore Romano)
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