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martes, 20 de septiembre de 2016

Carlos Berro: “Todos estamos en manos de un Dios que nos ama”

- Por: Marian Serrano




En los meses de verano pasó por Navarra Carlos Berro Indurain, salesiano sacerdote de origen navarro, muy unido a su tierra pero también a Santander, Deusto…a Barcelona. En el documental “30.000” de Raúl de La fuente tuvo una labor importante como guía del joven director en la dura realidad de Costa de Marfil. Hoy nos cuenta algo más de su vida.











Carlos Berro Induráin, salesiano misionero de 61 años. Llevas en África ¿Cuántos años?
Tengo 61 años. La primera vez que vine fue en 1984, pero fue una estancia de dos meses. Después y hasta 1997 iba y venía casi cada año durante las vacaciones haciendo sustituciones a los misioneros en vacaciones. A partir de septiembre de 1997 estoy permanentemente en África.

En los últimos 14 años en Costa de Marfil asumiendo diferentes responsabilidades en la obra. En este momento ¿eres el director?
Llegué a Costa de Marfil el 11 de septiembre de 2002, ocho días antes de que empezara la guerra en el país, guerra que terminó en 2011. He estado en las tres comunidades de Costa de Marfil, a saber, seis años en Abidjan como ecónomo inspectorial, cuatro en Korhogo, de los que tres como director, y cuatro en Duékoué, donde soy director igualmente.


Has venido a tu tierra, Navarra, a tener unos meses de descanso y además a visitar a diferentes personas e instituciones que apoyan los proyectos en Costa de Marfil. ¿Qué supone viajar a Europa para ti y para los proyectos en los que estáis trabajando?
Para mí es un descanso y una alegría ver tanta gente que quiero y que me quiere, eso es lo primero. Me pego grandes viajes de aquí para allá, pero vale la pena ver la sonrisa de un amigo al que no has visto desde años.

Para los proyectos también es importante porque la gente pone un rostro a las actividades y a las peticiones, las cosas son mucho más concretas. Por otra parte, yo aprendo mucho de las ideas y aportaciones de la gente de Europa en el desarrollo de nuestras empresillas. Igualmente, para mí es un estímulo y una enseñanza ver el esfuerzo y la dedicación que mis hermanos salesianos de España realizan para cumplir su misión de servicio a los jóvenes y al pueblo. Me quito el gorro delante de tanto trabajo, tanto amor, tanta pasión.

¿El día a día de un salesiano en África se diferencia mucho del que puede tener en una obra salesiana en España?
Bueno, sí y no. El contexto en el que yo vivo es bastante diferente del de la mayoría de los salesianos de España, claro. Yo tengo una escuela profesional que me absorbe durante el curso y la semana laboral, luego tengo los fines de semana con mi parroquia y mis 90 pueblos… Pero también aquí hay mucha diferencia entre las diversas presencias, depende de tantos factores… Es difícil generalizar.

El documental 30.000 muestra una dura realidad de Costa de Marfil y se ve en ti a un hombre de Dios ¿cómo has llegado a vivir con esa confianza en Él?
Bueno, creo que es mi manera de ver a Dios. Dios es para mí un padre que me guía por sus caminos, así que hay que estar preparado para todo y ser capaces de aceptar todo y a todos, porque todos estamos en las manos de Dios, todos somos hijos de Dios, y nada está fuera de su plan. Así que adelante. Tranquilos como el abuelo y quietos en el pajar, que han sonado dos tiros, la situación está controlada, como gusta decir el filósofo Desiderio Ortega. Todos estamos en las manos de un Dios que nos ama. ¿Por qué preocuparse?

¿Cuál es la mayor diferencia entre los jóvenes europeos y los africanos, al menos con los que tú te relacionas? ¿y Las Familias?
Los jóvenes africanos tienen ilusión por mejorar, tienen ganas de crecer. Son muy “gozadores”, les encanta participar, disfrutar, reír, son pacientes y sencillos… Y también son más perezosos, más tranquilos, más viva la Virgen… Los jóvenes europeos me parecen más preparados, con mejor nivel, pero también más “de vuelta”, como sujetos por un sistema que les impide movimientos. Quizá ese encorsetamiento les lleva a radicalismos y a salidas de pata de banco que aquí no tienen sentido. El joven africano es muy respetuoso con la tradición y con sus mayores.
La familia tiene un peso enorme, a veces exagerado. Pero, curiosamente, asistimos también a la desintegración de muchas familias por la falta de valorización del matrimonio, la fidelidad, el compromiso definitivo, el poco cuidado de los niños por parte de ciertos padres (que no madres) ...


¿Qué tenemos que aprender de África y qué podemos aportar?
Aprender: la alegría de vivir, la capacidad de asombro, la sonrisa, la fuerza física y mental, la resistencia y la resiliencia, la fe… A Dios rogando. Son tantos los valores que nos ofrecen…
Aportar: la exigencia, el rigor, el trabajo, el orden, la inventiva y la osadía de crear. Y con el mazo dando. Hay muchas cosas que pueden aprender de nosotros.

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