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“… matas a los profetas y apedreas a los enviados de Dios” (Mt. 23,37)
¿Recuerdas, Joaquín, la entrevista que te hicieron en Religión Digital?
Se realizó el 21 de diciembre de 2014. En ella efectuabas atrevidas y arriesgadas declaraciones como éstas:
“Hay que abrir las ventanas para que entre el aire fresco, ya que se respira un aire demasiado enrarecido, cerrado, metido en lo nuestro, viendo solo lo que es negativo.”
“La gran insistencia del Papa es una Iglesia en salida y que supone una revisión también de nuestras propias estructuras”.
“El estilo… ahí sí que hay que cambiar. Y volvemos a Francisco, que en eso ha sido un pionero: nuevo estilo, nuevo método, nuevo lenguaje. Es lo que está pidiendo el mundo”. “En un mundo secularizado: hay que conectar con el hombre concreto, real, con sus inquietudes y deseos.”
¿Haces ya memoria? (¡¡Cómo decepcionan las hemerotecas!!) Pues déjame que te diga que se te puede definir con un repertorio de sinónimos que va desde incongruente e incoherente hasta falso e hipócrita. Tus insólitas declaraciones resultaron sensacionales de cara a la galería; pero, viniendo de ti suenan a huero; desafortunadas y desatinadas afirmaciones que no se corresponden con tus hechos y procedimientos como pastor. A las recientes evidencias me remito.
¿Qué pasa en Fuenlabrada?
Has llamado a capítulo inquisitorial a Javier, el párroco de la “Sagrada Familia” de Fuenlabrada, por mostrarse discordante con el resto de los sumisos curas de tu diócesis; por sobreponer las personas y sus necesidades por encima de las exigencias de la norma; por ser un cura abierto, cercano, acogedor, “pastor con olor a oveja”, no a incienso y cera. Lo has venido haciendo durante estos últimos años. Una forma de acoso y derribo. Y acabas de darle el ultimátum. Has enarbolado tu báculo tridentino que aporrea, zahiere, ultraja y humilla a cuantos discrepan de tu inquebrantable dogmática doctrina.
Un párroco evangélico no bendecido por la cúpula dirigente
Quienes conocemos a Javier y cómo vive su comunidad parroquial no podemos estar de acuerdo con tu autoritario proceder. La parroquia de la Sagrada Familia ha hecho siempre honor a su titularidad. Desde el principio, cuando empezó siendo una humilde parroquia en un reducido local bajo de un barrio marginal y marginado en una, entonces, ciudad dormitorio. Actualmente se trata de una parroquia eminentemente comunitaria, llena de vida, una parroquia de acogida, donde todos, como en una familia, se sienten responsables y parte de ella; una comunidad donde el cura no tiene la última palabra y donde existe una acogida especial a los más necesitados; una comunidad donde los pobres tienen un espacio muy especial y donde la economía está también al servicio de las personas necesitadas; una comunidad creada entre todos porque, efectivamente, la parroquia es de todos, no del cura de turno.
Parroquia conectada con la cárcel tiene mucho peligro
Y no solamente. Al mismo tiempo Javier es capellán de la cárcel de Navalcarnero donde trabaja con los presos y sus familias que también están integrados en la comunidad parroquial participando en las diversas actividades; donde se reúnen una vez al mes intentando que encuentren un espacio de comprensión y de acogida y donde pueden acudir los muchachos de la cárcel porque es su punto de referencia. Parece que esta misión, entre y a favor de los marginados, le ha ocasionado un forúnculo a mi-señor obispo.
Sinceramente, Joaquín, ¿conoces esta parroquia de tu diócesis? ¿En veinte años, ¿cuántas veces has participado tú de una celebración en esta comunidad? ¿Has rumiado las palabras de Francisco, tu “jefe”, que ha afirmado que “hay que salir a las periferias”?
Has esgrimido tus episcopales razones
Tus argumentos de fundamentalista teocrático, arbitrario y abusivo acaparador de las conciencias, que busca el dominio de las mentes para modelar súbditos dúctiles, disciplinados, obedientes y sumisos: – “Tienes que dejar la parroquia, llevas ya muchos años”.
Ingenuo e infantil argumento. Si esa es razón digna, justa, equitativa y necesaria, ¿no habrá que cesarte también a ti, que llevas veinticinco años en la diócesis, quince de ellos como obispo?
– “Hace falta una renovación; es necesario un cambio. Quiero llevar a cabo una reforma doctrinal y litúrgica”.
Acabáramos. Eso es harina de otro costal. Javier se te antoja oveja descarriada, oveja negra; no “hermano en el sacerdocio”, como soléis expresar en vuestra enfática jerga mística, sino “súbdito”, feudatario que prometió vasallaje a su señor. Súbdito contestatario y subversivo. Y le tenías ganas. Por su testimonio social y, sobre todo, por su “independencia”.
El argumento de la “desviación litúrgica” suena a subterfugio baladí como para justificar el cerrojazo. La liturgia es la “manifestación festiva de la celebración sacramental”. No un conjunto de ritos rígidos y fríos que se disponen o imponen para consumar una mistérica ceremonia de magia. Durante dos décadas, esta parroquia y la labor desarrollada por los fieles junto a Javier han sido referente en la lucha contra la pobreza y la marginación. ¿Será esta identificación con el entorno social lo que ha levantado el báculo amenazante de mi-señor? ¿Habrá sido el unir la eucaristía con el repartir el pan: “Dadles vosotros de comer”?
¿Qué persigues, Joaquín (a quién, ya lo sabemos)?
Sólo encuentro una respuesta: condenar. “Cortar las alas”, que en nuestro lenguaje figurado significa “poner límites, coartar la libre iniciativa, impedir realizaciones…”. En lenguaje eclesial se podría traducir, en palabras de san Pablo, por “apagar el Espíritu”. La intolerancia y el sometimiento han frenado siempre la evolución. Joaquín, se te ha visto el solideo. Alguien dijo acertadamente: “la mitra es el apagavelas del cerebro de los obispos”.
¿Cuáles habrán sido las verdaderas y auténticas razones de tu ultimátum a Javier?
Déjame adivinarlas. Te queda un año para que, según cánones, puedas disfrutar de tu merecida jubilosa jubilación. Y quieres dejarlo todo atado y bien atado. A lo largo de tu episcopado has ido colocando en las parroquias, en pro no de la fe sino de la ortodoxia inquisitorial, a curas clonados en tu seminario de Getafe. Buscas no la unidad sino la uniformidad, en indumentaria y mentalidad. Y la “Sagrada Familia” es tu último bastión subversivo. Y hay que abatirlo. Parece que tienes mayor preocupación por que se cumplan al pie de la letra las normas de la liturgia, cayendo en el ritualismo, o las leyes del derecho canónico, que encorsetan al Espíritu, que por vivir la fraternidad parroquial, una comunidad de iguales en torno a Cristo, el único Señor. El papa Francisco, tu “jefe”, en la Evangelii Gaudium pone las cosas en su sitio:
“Las diferencias entre las personas y comunidades a veces son incómodas, pero el Espíritu Santo, que suscita esa diversidad, puede sacar de todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo evangelizador que actúa por atracción. La diversidad tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad.” (E.G. 131)
“Cercanía, bondad, solidaridad, misericordia”. Palabras clave y compendio del Evangelio. Opuestas y enfrentadas a alejamiento, indiferencia, rechazo, intolerancia, actitudes que, en no pocas ocasiones, has venido demostrando tú con censuras y represiones.
La Iglesia necesita pastores, no cancerberos de un sistema obsoleto y coyuntural.
Pepe Mallo
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