Eran invisibles y no tenían poder alguno para casi nadie, excepto para Jesús, quien tal como demuestran los Evangelios, tenía un afecto especial por aquellos rebajados por otros. Su comportamiento hacia las mujeres, aun cuando se lo observa a través del cristal androcéntrico de los textos Evangélicos, es digno de destacarse. Jesús acogió a las mujeres entre sus discípulos más allegados: “Después de esto, iba por los pueblos y las aldeas predicando el Reino de Dios. Le acompañaban los Doce y algunas mujeres: María Magdalena, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y algunas otras, las cuales le asistían con sus bienes.” (Lucas 8:1-5). Las mujeres no eran mencionadas en los textos antiguos a menos que tuvieran prominencia social. La implicación clara de este texto es que las mujeres de dinero patrocinaron la misión en Galilea.
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