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jueves, 14 de abril de 2016

El segundo destrozo de Europa José M. Castillo, teólogo



Castillo1Fuente: Teología sin censura
No sé si todos somos conscientes de que, tal como se han puesto las cosas, tenemos motivos suficientes para afirmar que estamos viviendo el segundo destrozo de Europa. El primero se produjo con el trágico final de la segunda guerra mundial. El segundo, ahora; cuando aún no ha transcurrido un siglo de aquel primer desastre. La diferencia, entre un destrozo y otro está en que el de la segunda guerra mundial fue un destrozo material. El de ahora es el destrozo humano. El año 1945, la desolación se ponía de manifiesto en las ciudades destrozadas y los millones de víctimas de aquella violencia brutal. Ahora, la desolación la estamos viendo y viviendo cuando nos enteramos de que jamás hubo tantos multimillonarios más corruptos que nunca, al tiempo que jamás hubo tampoco, coincidiendo con la abundancia enloquecida de unos cuantos, la carencia de millones de criaturas que claman en nuestras fronteras cortantes, punzantes, humillantes, gentes que huyen de la muerte y sólo encuentran resistencia, rechazo y desesperación. Y todo esto, al tiempo que la convivencia entre nosotros, los ciudadanos de la culta y vieja Europa, resulta cada día más complicada, más problemática y con un futuro más incierto.


Y es que está visto que, con la política, la economía y el derecho que tenemos, no salimos del pozo en que nos vemos metidos. Nuestros conocimientos y nuestras instituciones no dan más de sí. Porque el problema no está en cambiar unos políticos por otros, ni unas instituciones por otras. El problema está en que cambiemos nosotros mismos. Es urgente modificar nuestras “convicciones”. Y esto es lo que me produce más miedo y más desorientación. Porque, en realidad, lo que se palpa es que cada cual da la impresión de estar más firmemente afianzado en aquello de lo que está convencido. Queremos que cambien los demás, pero nadie consiente poner en cuestión sus propios convencimientos.
Por lo menos, ¿no podríamos coincidir en que lo más urgente y lo que no puede esperar es que, en Europa o a las pertas de Europa, siga habiendo tantas familias destrozadas, tanta hambre, tanto abandono para los últimos, tanto sufrimiento que soportan gentes que han perdido la esperanza?
No me quita el sueño el futuro que nos espera en Europa. Lo que me angustia es el presente. El dolor, la desesperación que se ven obligados a soportar, tantas criaturas que no le ven futuro a sus vidas, al tiempo que quienes tenemos casa y comida andamos interesados con la pregunta de si el gobernante de turno será ahora el que a mí me gusta o el que le interesa al otro. 

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