martes, 22 de septiembre de 2015
PROCONCIL Emilia Robles
Estimado/a amigo/a:
Asistimos llenos de esperanza y compromiso a las últimas declaraciones del papa, siempre en la línea de ofrecer la misericordia de Jesús y de caminar hacia una Iglesia pobre en riquezas materiales y en falsas seguridades, abierta y acogedora, donde nadie, que de corazón se quiera acercar a Jesús, quede excluido.
En esta línea han ido sus recomendaciones a los sacerdotes, para que durante todo este año, de la Misericordia, perdonen a aquellas mujeres que hubieran abortado y que se acercasen a recibir el perdón; también van en esta línea su `proyecto de agilizar y abaratar las nulidades matrimoniales, incluyendo nuevas situaciones que las hicieran posible. Todo apuntando hacia el mismo lugar: "Donde hay misericordia, está el espíritu de Jesús, donde hay rigideces están sólo sus ministros", como ha dicho en Cuba, en una de sus homilías.
Las resistencias a esta Iglesia que quiere Francisco y que muchos anhelamos y apoyamos, van creciendo, haciéndose más visibles y organizándose. Y en esto tienen mucha experiencia. Experiencia y recursos humanos y materiales. No hemos de asustarnos por ello, aunque está bien saberlo y estar alerta. Prestándoles la atención justa, ni más ni menos, para no darles más poder. Destapando sus manejos, sin algaradas ni desesperación.
En una catequesis de este verano, referida al divorcio, Francisco nos pedía que lo mirásemos desde el punto de vista de los niños. Yo añadiría también que miremos algunos aspectos desde el punto de las personas sencillas, inspiradas en la misericordia del Evangelio.
La mayoría de la gente sabe que muchas, muchísimas uniones matrimoniales no han sido "unidas por Dios" por lo tanto la frase de "lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre" no se les puede aplicar. A veces ha sido el miedo a la soledad, un embarazo imprevisto, una decisión en momentos de inmadurez, la respuesta a una presión familiar, el deseo de independizarse y salir de un hogar… así podríamos seguir. Lo que al principio fue inmaduro, en ocasiones ha ayudado a crecer a las personas y esa es la llamada del Evangelio a todos; pero, otras veces las ha ido destrozando por el camino. O lo que empezó aparentemente bien, por situaciones de la vida, se ha ido deteriorando, hasta convertirse en una amenaza para la vida y la dignidad de las personas. No hace falta detenerse mucho en esto. Los teólogos lo harán con más fundamento.
Todos sabemos que hay cientos de matrimonios que, sin que nadie los disuelva, ya no son sacramento, porque no son signo - ni por asomo- del amor de Dios. Y que hay parejas nuevas, reconstituidas, o no casadas todavía, que sí que lo son de alguna manera, porque las personas ya han madurado más y se encuentran más preparadas para seguir creciendo en ese camino. Y tanto a unos como a otros, la misericordia de Jesús no les cierra las puertas y por lo tanto, la comunidad de Jesús no se las debe cerrar tampoco. ¿Todos son llamados a crecer en esa unión matrimonial reconocida por la Iglesia? De acuerdo. Pero no todos pueden; y no podemos echar cargas insoportables sobre hombros frágiles que ya tienen bastantes cargas de la vida.
También la gente sencilla sabe que el que tiene dinero, como muchos famosos, se casa y se descasa sin dificultad; por lo tanto no hay igualdad en lo de las nulidades. Para muchas personas, lo de la nulidad, tal como está ahora, no es más que un paripé, por el que la Iglesia abre a los poderosos una puerta falsa, que cierra a los pobres que no disponen de tiempo ni de dinero, aménd e otros recursos necesarios para conseguirlas. Abaratar y agilizar las nulidades, en este nuevo espíritu que proclama Francisco es una manera de reconocer que muchas uniones no han tenido su origen ni su camino en un sacramento y es permitir que las personas puedan empezar un nuevo camino en la comunidad eclesial.
Todo eso tiene que cambiar, para que la Iglesia sea luz, camino y hogar para muchos. Y tiene que cambiar también atendiendo de manera especial a los más pequeños, a esos hijos que viven en familias diferentes, que no todas son la "tradicional familia cristiana", pero que tienen que crecer rodeados de amor y acogida, aunque no sea un amor "canónicamente" reconocido. También sería deseable que el Derecho recogiera cada vez más la vida y la misericordia. Estos niños y jóvenes tienen que sentir acogidos en la comunidad y no discriminados ni estigmatizados.
Lo cierto es que leyendo el Evangelio se ve que las cosas son muy sencillas para Jesús y mirando a la Iglesia se ve que son muy complicadas para algunos de sus actuales ministros. Naturalmente, eso tan sencillo en espíritu tiene que ir acompañado de reformas en la formación de agentes de pastoral que acompañen a estas personas y en ciertas estructuras eclesiásticas para hacerlas más ágiles y eficaces. Vino nuevo en odres nuevos o bien renovados, no simplemente con parches.
Pronto, a primeros de octubre, empieza otra reunión del Sínodo de la Familia, ya en su etapa final. Rezaremos para que la misericordia de Jesús abra los corazones de los obispos y los transforme, produciendo sorpresas en este Sínodo- por ahora poco previsibles, dada además como ha sido la escasa respuesta y la deficiente participación en muchas diócesis- sorpresas que no defrauden, una vez más, a los pobres y sencillos que buscan encontrarse con Jesús.
¿Colegialidad episcopal? Muy importante. El Sínodo es un gran espacio para ejercerla, pero no por encima del espíritu de Jesús. Sobre todo en una Iglesia que se ha visto afectada durante siglos por muchas corrupciones y desviaciones del mensaje evangélico; y donde una parte de los obispos no están reflejando la voz del pueblo a su cargo, sino su propia ideología y la de un grupito de allegados. También en esto no todas las aportaciones tendrán igual valor.
Jesús contaba con los apóstoles, pero muchas veces tuvo que ejercer un liderazgo en solitario o con escasos apoyos, ante la falta de fe, de esperanza, o de caridad de sus compañeros de viaje. Y esto es lo que está haciendo Francisco. Francisco cuenta además con otra clase de "colegialidad" no institucional ni episcopal, que no anula la anterior, muy importante, pero que es complementaria. El apoyo, el cariño y el respeto de millones de fieles y alejados que ven encenderse una luz de esperanza en que "esta Iglesia es posible de otra manera".
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