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viernes, 7 de agosto de 2015

¡Cuidado con Rico Pavés! Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Rico Pavés es, actualmente, ¿obispo auxiliar? de Getafe. (El interrogante es verdadero, y no constituye ninguna broma; tengo mis seria dudas de que los obispos no residenciales y titulares sean auténticos sucesores de los apóstoles; pero de eso, que ya he escrito, volveré a tratar otro día). Si bien es preciso recordar que tenemos derecho a hacer distinciones, y no meter todo en el mismo saco. “In distintione salus”, efectivamente. En este artículo de mi blog voy a tejer una crítica, que por momentos puede ser severa, no al obispo Rico Pavés, sino al teólogo del mismo nombre.

Y afirmo, para dejar claras las cosas, que no por ser obispo, un fiel cristiano tiene bula para que sus apreciaciones, afirmaciones, ideas y teorías teológicas, sean, ipso facto, no solo las mejores, sino ni siquiera, correctas, o, incluso, ortodoxas. Nestorio no solo era obispo, sino patriarca de Constantinopla, y todos sabemos el lío que legó a la Iglesia con su teoría herética del nestorianismo o monofisismo, que, en resumen, negaba la naturaleza humana de Jesús. Así que será bueno y prudente, por parte del obispo auxiliar de Getafe, que considere, humildemente, las dudas y el respeto que es preciso practicar a la hora de juzgar las teorías teológicas de los otros, porque el hecho de haber sido consagrado obispo no le garantiza la infalibilidad.
Viene lo anterior a cuento por el artículo que el señor Rico Pavés ha escrito contra un joven sacerdote, teólogo y escritor español de ilustre apellido. Se trata de Pablo D’Ors, nieto del gran ensayista Eugenio D’Ors, y bien preparado académicamente en Filosofía y Teología, a quien hace muy poco el Vaticano, por indicación expresa del papa Francisco, lo ha nombrado miembro de Consejo Pontificio de Cultura. Tal vez este nombramiento en las alturas haya influido, dada la común debilidad humana en la objetividad de juicio en situaciones comparativas del éxito profesional de otros, que nos afectan, o así lo creemos, haya aumentado, digo, la contundencia y lo acerado de la crítica, poco frecuente, con ese grado de intensidad, entre colegas. El artículo de Pablo, titulado ¿Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?, ha sido publicado en el nº 2.947 de la revista Vida Nueva, que os aconsejo leáis. Como todos debéis saber, VN es una revista semanal, que, junto con 21rs, es una de las mejores publicaciones en lengua española en información religiosa. No se trata, pues, de un libelo, ni de un tabloide sensacionalista, aunque muchos prelados la vean con prevención. El artículo es valiente, y llama la atención por estar escrito con total libertad de estilo, de expresión, y, por supuesto, de academicismos teológicos.
Hay en el artículo del joven claretiano opiniones que, a mí, no me gustan demasiado. Pero no me atrevería a condenarlas, sino que me obligan a plantearme si mi pensamiento teológico no está algo, o demasiado, acomodado. La actitud de Rico Pavés, que es la que quiero destacar negativamente en este breve escrito, es la siguiente: como la formulación de ciertos temas, importantes y decisivos, para la fe y la experiencia del fiel cristiano, está bien fijada y articulada por el Magisterio de la Iglesia, toda opinión teológica que se separe, o lo parezca, seriamente de esas formulaciones, son condenables y despreciables. Son muchos los que, en el mundo clerical, se han aprendido muy bien, con detalle, hasta la última coma, el Magisterio Eclesiástico, se han sentido seguros en su ortodoxia, se han refugiado en sus cuarteles de invierno, y reparten condenas y anatemas a diestro y siniestro. Os informaré, tan solo, de una fraterna y caritativa invectiva del obispo auxiliar (¿?) contra el articulista de Vida Nueva. Recuerda un episodio pastoral que le sucedió, y una lectura del pseudo Dionisio Areopagita, y exclama:
“Ahora he vuelto a recordar aquel episodio al leer con tristeza y preocupación el artículo de Pablo d’Ors, titulado ‘¿Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?’. Tristeza, al encontrar en tan poco espacio un elenco tan abultado de errores doctrinales cuyas consecuencias son dramáticas para la vida cristiana. Preocupación, al advertir que quien firma el artículo es escritor y sacerdote, y, desde no hace mucho, consultor del Consejo Pontificio de la Cultura”.
Es decir, recuerda a quien proceda, (¿por qué no a Francisco?, que no le debe caer muy bien) que menudo lobo disfrazado de cordero han introducido en el Consejo Pontifico de Cultura. Y todo porque Pablo D’Ors osa preguntar si nos imaginamos a los apóstoles, o a Jesús, buscando y recogiendo, las miguitas en un platito; y también porque se atreve a poner en solfa el estilo, y algunos signos, de la devoción eucarística. Algo que hacen hoy casi todos los teólogos que dan más importancia a la lealtad a la enseñanza y gestos de Jesús que a al recargo litúrgico que la jerarquía de la Iglesia ha ido propiciando a través de los siglos. El teólogo Rico Pavés, ¿se atrevería a condenarme, o a acusarme de errático, por escribir, como lo he hecho, que las grandes misas pontificales del Vaticano no tienen nada, o muy poco, que ver, con lo que hizo Jesús, y después continuaron los apóstoles, primeros obispos, y los cristianos de los tres primeros siglos?
Porque la Teología que no es sino la perpetua y aburrida repetición del Magisterio está condenada a la desaparición, porque no sirve para nada, pues sería igual desde hace, por lo menos, cuatro siglos. Muchos creyentes, y fieles cristianos, señor Pavés, no nos conformamos con ello. Y no me obliguen a repetir, cansinamente, que no es lo mismo, Dogma, que Teología, como piensan algunos eclesiásticos, o así se empañan en que lo parezca.

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