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martes, 30 de diciembre de 2014

La familia de Nazaret, modelo de familia cristiana: una verdad a medias Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Sé que suena muy fuerte, y casi irreverente el título de esta entrada de mi blog. Pero me explico. No digo, ni afirmo, que no sea verdadera esa afirmación que siempre hemos oído. Lo único que me atrevo a proponer es una consideración, que pienso válida, y necesaria, para encontrar el sentido de la afirmación, y comprobar si, verdaderamente, se tiene en cuenta, o, como tantas veces, se aventuran proposiciones por intuición, por sentimentalismo, o por pura suposición, a modo de “no puede ser de otra manera”. Es lo que quiero llegar a detallar. Y lo haré por orden.
La familia de Nazaret no es modelo de familia cristiana en sentido sociológico. Esto es muy fácil de entender. Nos han venido afirmando muchos de nuestros jerarcas que la familia cristiana es la que es generosa en el número de hijos, la que cumple los mandamientos de la Iglesia, aquella en la que la esposa-madre no toma la píldora, la que va unida a misa, etc. Es decir, se toman los comportamientos éticos como referencia. Y se olvida, como tantas veces, que la fe no tiene el monopolio del respeto a las exigencias éticas en la vida, pues la moral, o la ética, que aquí me permito considerar como sinónimas, es de la incumbencia de todo ser humano, pues se supone, y así lo afirmamos los creyentes, que el respeto a esas, u otras , exigencias éticas, lo puede practicar tanto el creyente como el ateo. Es preciso buscar en otra perspectiva la relación modélica de la familia de Nazaret.
Hay hechos bastante contradictorios en ella, como por ejemplo: choca, con las manifestaciones típicas en los últimos años en las misas de las Familias de Colón, el que la de Nazaret solo tenga un hijo, (o eso es, por lo menos, lo que nos manifiestan los evangelios). Siempre me pareció una exhibición exagerada el de las familias con muchos hijos, que tanto gusta propagandear a Kiko Argüello, con más de diez, y hasta quince, y hasta diecisiete, como oímos o el año pasado o el anterior. Pero, eso sí, ocultando la renta y los ingresos mensuales de esas familias, en una ostentación ciertamente no muy decente, de poderío económico, en medio de un mundo en crisis, en el que mal ganan la mayoría de las familias para criar, alimentar, educar, y alojar, a más de dos o tres hijos. Pero habrá que recordar a estos heraldos de la familia numerosa que el modelo familiar que propugnan es una familia de hijo único.
¿Y las actitudes de los padres antes de la boda? Me ataño a lo que consta en los evangelios, no al sentimentalismo de los que dan por supuesto que José y María tienen que ser modelos, sin explicar, después, por qué. Los que así hacen deben de olvidar que María, según podemos colegir racionalmente del relato de la Anunciación, no pensaba en el matrimonio, “no conocía varón”, en un tono que se entiende que ni conocía ni quería conocerlo para una posible concepción. Y que José, cuando comprobó que su desposada, María, estaba embarazada, la quiso abandonar discretamente, porque “era justo y no quería difamarla”. Es decir, parece que ni el novio ni la novia querían ese matrimonio. (Y a los que van a acudir rápidamente a la explicación milagrosa para cambiar esas voluntades, les prometo que en otro artículo explicaré cómo no es respetuoso con ellos pensar que en milagros).
Así que nos queda la única explicación convincente, y concorde con los textos evangélicos: que forman una familia, uno es padre, la otra es madre, no por voluntad del sentimiento, o de la carne, sino por estricta obediencia a la voluntad de Dios. Y que esta voluntad y plan de Dios los descubren en medio de incertidumbres de dudas y de sobresaltos. Que se lo pregunten, si no, a José. Y que una vez aceptada esa voluntad, fueron consecuentes con las exigencias que les planteaba. Y que después, el hijo también se unió a esa misión que comenzó a aprender en la actitud fiel de sus padres. Y si alguna familia cristiana quiere aceptar este modelo, de que tanto padre, como madre, con la incumbencia de trasmitirlo así a los hijos, forman una familia, escrutando primero los planes de Dios sobre ellos, y aceptándolos y cumpliéndolos con los hijos, entonces sí, consideraremos a la familia de Nazaret como modelo. (Y tendremos que convenir en que las familias de verdad cristianas son, infelizmente, muy pocas).

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