Enviado a la página web de Redes Cristianas
Hace ya algún tiempo que estoy pensando vivir una alucinación. Pero lo de estos últimos días me ha sumido ya en el caos mental, y en la insalubridad racional. Nuestros políticos, con la que está cayendo, no solo no hacen nada por sacarnos de la presumible empanada mental, sino que la están proponiendo como solución razonable, y salida aceptable. No sé si hay otro país con la ¿grandeza histórica del nuestro?, (perdóneseme, pero algo tan grandilocuente hay que ponerlo no solo entre interrogantes, sino en tela, y hasta tema de juicio), que tenga, en los momentos presentes, que aguantar el índice mental tan insufriblemente soportable de sus gobernantes. O están cayendo en un “delirium tremens”, tan evidente como ominoso y perturbador, y verdadera causa de preocupación. ¿Se han vuelto carne de psiquiatra nuestros próceres? (¿próceres?); ¿habrán perdido el sentido de la realidad, el sentido común, de la dinámica y la estática, y de la estética, y de la lógica aplastante de la vida? ¿Se habrán vuelto majaretas?
Voy a volver al título, y señalaré, brevemente, qué es lo que quiero decir. Con eso de algunas compatriotas me refiero a dos:
A la infanta Cristina de Borbón. Estoy tan desorientado que ya ni sé si todavía ostenta, o no, ese título. Pero a la egregia señora la han desposeído de un atributo incuestionable en las esposas atentas y amorosas: el estar al día, y al tanto, de las andanzas, trabajos, labores, éxitos y fracasos, de sus maridos. El caso es que Cristina, al contrario de sus conciudadanas, que son contenpladas por Hacienda como “una sola carne” para la responsabilidad de los pagos, colaboraciones y arreglos con ella, ha sido eximida de ese elemental principio que tando ela como su marido Iñaki Urdangarín escucharon el día de su boda, (se casaron por la Iglesia, ¿no?), “en las alegrías y en las penas, en la salud y enfermedad, …, etc. Pero entre la gente de altos vuelos, por lo visto, no es como con la gente normal. Entre ésta las mujercitas se enteran y son responsables, para hacienda, de lo que hacen los maridos, sobre todo si se han casado en comunión de bienes. Pero la gente alta, importante y preparada, no sabe, ni sele ocurre sospechar, de dónde proceden los cuatro millones de euros que ha costado el chalet de dudoso gusto en el barrio barcelonés de Pedralbes con el que su elegante marido ha querido sorprender a su ingenua y despistada mujercita.
A la ex ministra Ana Matos. Ésta ha vivido tan despreocupada, y creyente en las dávidas procedentes de lo alto, que no se ha enterado, ni le ha dado por imaginar, no siquieraa cn una sospecha amorosa y agradecida, de los desvelos de su marido para recibir regalos, joyas, perfumes, viajes al otro lado del atlántico, coches de altos vuelos, noches en hoteles y paradores de cinco estrellas, etc, etc. No le hacía falta ni siquiera encender la lámpara de las alarmas. Su marido tenía el secreto de la piedra filosofal, convertía en bienes lo que tocaba y deseaba. Y ha sido el mismo juez Ruz, a quien todos tenemos, merecidamente, por encma de toda sospecha, que ha determinado que, aun sin delinquir, la señora ministra se ha lucrado, indudablemente, de los delitos del marido.
Así que los sufridos, pero atentos ciudadanos, tenemos que pensar que lo que a veces falla son determinados artículos del Derecho Penal, que dejan escabullirse, de rositas, a los que, por tontitos, o débiles mentales, no imaginan, ni un poquito, las trapisondas que se pueden esconcer detrás de una vida de lujo. Por lo visto, en nuestro país, donde uno de cada cuatro ciudadanos no llega bien al fin de mes, y en el que hay millones de personas que pasan hambre, o están a punto de pasarlo, hay una clase privilegiada que opina que los lujos y las prebendas vienen de lo alto, y no es preciso pagarlas, o ganarlas con el sudor de la frente. O mujeres que piensas, brillantemente, que el sudor de sus maridos es mucho más productivo, sin comparación, que el de los trabajadores de la gleba.
Y a todos nos hacen de memos. Los políticos han debido de perder, muchos de ellos por lo menos, el oremos, como decía un compañero mío, prematuramente desaparecido. A un diputado del PP, defendiendo ridículamente a su compañera de partido, la ministra Ana Matos, le he oído decir esta mañana en la tele: “Lo que ha asegurado el juez de la ministra es como afirmar que ha comido el jamón que un compañero de la trama Gurtel regaló a su marido”. Lo mínimo que podemos decir a su Señoría, con todo respeto, es que la representación política que legítimamente ha recibido de la ciudadanía, ha caído en manos indignas y equivocadas, de alguien que se ríe, tan burda y neciamente, de sus electores, tratándonos de necios, y, encima, apaleados.
Y otro miembro del PP ha puesto este ejemplo miserable y bajo, de quien no debe saber lo noble y necesaria que es la comida, cuya falta le parece que se puede comparar con la ausencia, en el garaje, de un todo terreno o de un Jaguar. Ha dicho: “El acto de Ana Mato es como el de un hijo que come en casa un pollo sin saber que su padre lo ha robado”. Y se ha quedado tan ancho. De este señor no solo se puede dudar de su capacidad mental, sino de su mínima idoneidad moral.
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
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