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martes, 30 de septiembre de 2014

Los Divorciados y vueltos a casar ¿están en pecado? O ¿pueden Comulgar? Arnaldo Zenteno S.J.

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Hace más de un año,antes de que se estuviera debatiendo esta problemática de cara al Sínodo, envié un artículo a Redes Cristianas. En ese artículo preguntaba y me preguntaba ¿por qué no discutimos en público y aun por escrito problemas candentes de la moral que afectan a muchas parejas y ante los cuáles tomamos posturas que van más allá de la teoría y de la práctica oficial de las principales autoridades eclesiásticas? En ese tiempo discutir eso parecía un atrevimiento. Pero es el Papa mismo el que se ha atrevido a poner esta reflexión y este debate públicamente y ha enviado el cuestionario previo al Sínodo de Octubre.
Al leer hoy en Redes Cristianas el debate, el Urgente Panel exegético-Teológico que presenta Benjamín Forcano, me animo a presentar de nuevo mis reflexiones. Pero les añado una breve reflexión a partir de la experiencia y del sensus Fidelium, del sentido y práctica de católicos sinceros que se han divorciado y vuelto a casar y que o Comulgan tranquilamente o lo desean hacer de todo corazón y con conciencia tranquila.


Simplemente quiero constatar un hecho que tiene dos facetas, pero que en el fondo nos da un mismo mensaje. Conozco, como creo todos conocemos, a cristianos sinceros (varones y mujeres) y que viven conforme al Evangelio, y que por diversas situaciones de la vida, tuvieron que dolorosamente divorciarse y que han decidido volverse a casar. Viven en amor y armonía con su nueva pareja, han rehecho su vida y con tranquilidad de conciencia se acercan a comulgar, pues lo desean de corazón y no piensan que están en pecado por haberse vuelto a casar-ahora por lo civil. Ese es el hecho. ¿Simplemente diremos que están equivocados? o ¿Qué mensaje nos dan sobre la presencia de Dios en sus vidas? Y en su práctica sincera ¿no podremos también reconocer la voz del Espíritu?
La otra faceta, más frecuente y por todos nosotros conocida, es la de divorciados vueltos a casar ahora por lo civil, que viven bien su vida como cristianos y aun trabajan voluntariamente en las parroquias o en asociaciones religiosas, y que no comulgan aunque lo desean fervientemente, porque se les predica que están en pecado o no lo hacen por el temor de escandalizar a la gente-y esto sobre todo en el campo donde la gente se conoce más. O sea ellos comulgarían y no lo hacen por el temor o a cometer pecado o a escandalizar


Ante ese hecho con sus dos facetas, me pregunto y les pregunto ¿Cómo actuaría Jesús?
Partiendo de esa reflexión inicial, les presento ahora las reflexiones que publiqué hace más de un año y que creo tienen plena vigencia.
Partimos del hecho concreto y no deseable, pero real, de tantas parejas que se divorcian por muy diferentes razones. Entiendo que hace años en algunas diócesis de Estados Unidos y de Francia, tenían una pastoral especializada con los divorciados vueltos a casar y esto sería de desear que se diera en todas partes.

Si pensamos a nivel teórico, me parece exagerado decir en general que los divorciados vueltos a casar están en pecado y no pueden comulgar. Ciertamente los que opinan así se basan en un pasaje del Evangelio, aunque los especialistas lo refieren al contexto concreto que se daba el libelo de repudio – divorcio en la sociedad en que vivió Jesús y que además en particular Jesús rechaza la facilidad con que los varones podían repudiar a la esposa hasta por cosas tan ridículas y absurdas como el que no hiciera bien la comida. Habrá que estudiar esto exegética e históricamente más en detalle.

Pero dentro del Espíritu del Evangelio y con un corazón como el de Jesús ¿cómo vemos la realidad de muchas parejas que sin culpa tienen que divorciarse? Me refiero por ejemplo a los casos en que le marido golpea y maltrata a la Mujer. Pensemos también en los casos en que el marido tiene otra mujer y esto es público y hasta la pasea delante de su mujer. Y como estos podemos pensar en otros muchos casos de este estilo. Si la Mujer por su propia dignidad se separa y sobre todo si tiene hijos pequeños ¿tendrá que vivir sin casarse de nuevo aunque no tenga recursos económicos? También pensemos en la Mujer que cuando queda sola, es muy asediada por los varones. En estos casos ¿no es mejor que se case de nuevo y tenga una pareja estable? Y ¿nos atreveríamos a decir que por eso comete un pecado y que no puede acercarse a la Comunión? Pensemos esto desde el punto de vista de la práctica de Jesús y su comida y cercanía con los más excluidos – excluidas y en especial con aquellos catalogados de impuros legalmente o llamados pecadores.
Hay otros casos de divorcio no por problema de violencia o infidelidad, sino de incompatibilidad radical de los caracteres de modo que aún haciendo toda la lucha y buscando ayuda psicológica, espiritual, etc., no pueden convivir pacífica y constructivamente. En estos casos ¿no es mejor divorciarse o no es un mal menor que el vivir en continua tensión y con daño para ella y para sus hijos?

Ya había yo escrito lo que les vengo diciendo, cuando me encontré un artículo de un Teólogo alemán que da un aporte significativo a esta problemática. Su artículo se llama “Una iglesia (IN-) inMisericorde. O sea una Iglesia sin misericordia. Y la pregunta que se hace inicialmente es que si la iglesia no debería tener una actitud misericordiosa sobre aquellas personas que han de sobreponerse a rupturas en la trayectoria de su vida y nos dice también que es bien importante, que un tema central de los Obispos de la iglesia en Alemania es el trato misericordioso con las personas con biografías quebradas. Ya desde 2011 el mensaje fue Pastoral de la Misericordia y apuntaba hacia un trato adecuado con quienes con culpa o sin ella han fracasado en su matrimonio y buscan un nuevo comienzo y se atreven a tomar un nuevo compromiso. Sienten que la norma canónica de excluirlos de los Sacramentos es una discriminación y que ha esto hay que buscar una solución pastoral adecuada. Se parte del hecho de que esa ruptura matrimonial es una experiencia negativa y destructiva. No hablan de los casos en que de forma irreflexiva y al más pequeño inconveniente se separan o divorcian, ni de quienes ven el matrimonio como un experimento a corto plazo.
Dentro de las preguntas que se hacen allá en Alemania y que podemos hacernos también nosotros, nos dicen ¿qué imagen de Dios transmite la Iglesia con esa exclusión de la comunión eucarística cuando al mismo tiempo hablamos del poder de la Iglesia para perdonar los pecados? ¿No hay una posibilidad de un nuevo comienzo delante de Dios? El Arzobispo de Viena afirma expresamente “La iglesia sólo puede hablar del Dios misericordioso si lo hace experimentable en su actuación”
Y si vamos más para atrás, en el tiempo, terminando el Concilio y a la luz de la Constitución Gozo y Esperanza, los obispos del Alto Rin decían: “la difícil situación humana de los que se han separado y han vuelto a casarse civilmente es una seria interpelación a la iglesia y reconocen que los cristianos en esta situación se sienten incomprendidos y abandonados por la Iglesia por sus problemas y muchos se consideran expulsados y condenados. Todo este proceso que venía en el Episcopado Alemán desde esos años, se apoyaba también en una Encíclica de Juan Pablo II de 1981, pero el Cardenal Ratzinger en 1994 reafirmó el no a la recepción de la comunidad eucarística de los separados vueltos a casar. Sin embargo al menos dos obispos alemanes han vuelto a insistir en el camino que llevaban los obispos alemanes en la línea de la misericordia con estas personas a la luz de la misericordia y compasión que Jesús nos muestra en el Evangelio.
Podríamos ahondar en cómo estos obispos y teólogos reconocen también que esta problemática se puede llevar a la ligera o podría diluir la importancia del matrimonio para siempre, pero con razón ellos mismos nos dicen que venciendo esas dificultades, hay que tener una pastoral más compasiva y que esto también es irrenunciable. Pensemos en Jesús que nos proclama al Dios compasivo que ha acogido a los pobres y especialmente a los fracasados y los rotos, a las pecadoras y a los recaudadores de impuestos. Ojalá en toda esa problemática podamos ser compasivos como y al estilo de Jesús.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesailes

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