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martes, 20 de mayo de 2014

Jaque a las redes sociales Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara


Enviado a la página web de Redes Cristianas
A raíz del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, se ha levantado un revuelo alrededor de ciertos comentarios desafortunados, llegado de tres frentes: de los que de alguna manera relacionaban el crimen con la “crispación política” que vivimos; por otro lado, de los que parecían entender, aun sin defender ni justificar, el asesinato, por la personalidad arrolladora e impulsiva de la asesinada; y luego, los de una minoría violenta, descerebrada en sus ideas, y tosca y bruta en sus modos, que parecían alegrarse con el resultado sangriento del evento.
Con motivo de este sobresalto, mucho se ha hablado y escrito sobre la relación éntrela libertad de expresión, sus límites, y sus controles. Sobre todo en un medio tan escurridizo como los medios que internet ha puesto a disposición de los usuarios en las así llamadas redes sociales, que se han visto acusadas y denigradas, tanto por el modo y estilo de sus comentarios, como por el contenido mismo de sus opiniones, algo que me parece mucho más grave que el estilo desgarrado de muchos tuiteros. Hasta el ministro del interior se ha pronunciado severamente contra el peligro de estas redes. Así que quiero, en estas líneas, expresar brevemente mi opinión al respecto.
Lo he afirmado muchas veces, y lo reitero: no adelanta tanto gritar contra el mas uso de las redes, y no poner nada, en el campo legal y de control, para resolverlo. Por ejemplo, es bien sencillo exigir que el usuario, para ver su comentario editado, que sea firmado, con el nombre verdadero, y con el número del DNI. Las grandes corporaciones informáticas tienen medios suficientes para cumplir este requisito. Con el añadido de que, no siendo capaz la autoridad de identificar fácilmente al autor del comentario, la plataforma informática en cuestión, facebook, tuiter, linkedín, etc., fuera, automáticamente responsable de los posibles delitos cometidos por el usuario desconocido, así como responder a las demandas judiciales provenientes de ese proceder.
Alguno pensará que la idea que propongo va en contra de la libertad de expresión. Lo niego rotundamente. Ésta, la libertad de expresión, es un derecho fundamental del ciudadano, no en teoría, sino en concreto: de este ciudadano, Pepito González Martínez, o de la ciudadana Nuria Izaguirre Echeverría, quienes solo podrán hacer uso de ese derecho si son capaces de responder de sus consecuencias, es decir, siendo siempre responsables de sus palabras. Los anónimos no son ciudadanos, porque les falta un elemento sustancial hoy día para ello: la identificación, el DNI. Además de que es una cobardía opinar, y, lo que es peor, insultar y calumniar desde el anonimato, solo cuando lo haga a pecho descubierto, y sin usar una mediación técnica, informática o no, su arrebato verbal será objeto de derecho. Nadie puede negar a un ciudadano gritar en medio de la calle, o en un bar, o en un campo de fútbol, un grito denigrante para quien sea, porque, por definición, al hacerlo ante testigos, y sin intermediarios, se hace responsable de las posibles quejas contra su ex abrupto. Pero todo ello lo deshace el anonimato, que es, para mí, la pura negación de la libertad de expresión.
Dicho todo lo anterior, quedamos de acuerdo, pienso, en que las redes sociales, como casi todos los seres del universo, son, por lo menos, bivalentes, es decir, pueden ser usadas para bien o para mal. Como un cuchillo, magníficamente usado para cortar jamón o un chuletón, y tétricamente convertido en instrumento de muerte y destrucción al clavarlo en el corazón de un ser humano. Pero, como he insistido más arriba, solo cuando usado ese instrumento de las redes sociales con responsabilidad ciudadana, es decir, desde la libre y valiente identificación, podrá y deberá ser considerado en su lado positivo. O, eventualmente, negativo, no desde el inicio, como plataforma encubridora de cobardías, sino a posteriori, por la aceptación responsable de las consecuencias provocadas por el uso abusivo del mismo.
Me quedan dos temas relacionados con el asunto de las rede sociales: el abuso, en número y falta de calidad, de tantas y tantas tertulias carentes de verdaderas personas cualificadas para los asuntos a tratar; y la relación que hay, o puede haber, entre la política y los orígenes del odio, incluso personal, y visceral, entre ciudadanos. (Este tema nos llevará muy lejos, y así como el de las tertulias pienso abordarlo mañana mismo, el segundo me parece más delicado y exigente de más prudencia y precisión. Así que tardaré en enfrentarlo).

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