Suárez es Adolfo, el “consensuador” que en su muerte se han
apropiado en exclusiva los ganadores de la guerra civil a la hora de los
homenajes póstumos. Rouco, todos sabemos de quien estamos hablando. La Barranca
de Lardero es el lugar de ejecuciones masivas vecino a Logroño recuperado por
los hijos y nietos de los allí fusilados y enterrados y convertido en cementerio
civil y monumento artístico a los perdedores de la guerra de 1936.
De momento, tengo pedida una plaza para mis cenizas en ese cementerio; no es
que haya renegado de mi fe, es que como ahora dice Francisco que la iglesia, los
cristianos, tenemos que estar con los pobres, pues he pensado que a lo mejor me
harían un huequecito los propietarios de la Barranca de Lardero.
Y para irme haciendo al ambiente, no sé si por elección mía o por un extraño
“filing” que nos ha reunido, he hecho piña con un nieto de un fusilado que
descansa en La Barranca, con un niño que a los 9 años vivió con los ojos muy
abiertos la guerra y la posguerra desde su pueblo, y con un joven cristiano que
anda cada dos por tres a la greña con curas “fans” de la Asociación de Víctimas
del Terrorismo y de Monseñor Rouco.
Los que vivimos “en directo” la guerra civil andamos ya con un pie en este
mundo y otro en el otro. Que si cáncer, que si el corazón hecho trizas…El joven
cristiano como gallina en corral ajeno por los rincones de la iglesia, en
diálogo de amigo y hermano con nosotros, los viejos rockeros.
Y los cuatro mirando hacia el pasado, mejor dicho, a un presente que seguimos
soñando que no desapareció, que sigue vivo rescatado del naufragio de la guerra
civil.
El nieto de fusilado tiene en los altares del cielo de los pobres que serán
realzados en el Juicio final a su abuelo, militante idealista del anarquismo
romántico, moralista y ateamente religioso de los tiempos de la República; adora
además a Longinos San José, el apóstol del anarquismo que venía a predicar el
evangelio anarquista a la Rioja desde la cuenca minera de Vizcaya. Rabiosamente
anticlerical y ateo, terriblemente crítico con el comportamiento de la iglesia
en, después de, desde la guerra civil hasta nuestros días.
El que tenía 9 años en 1936 tiene otro disco. Más próximo al programa y
filosofía del PSOE, activista y protagonista del sindicalismo agrario y del
cooperativismo de los tiempos de Franco, en los que muchos de izquierdas
intentaron salvar lo que se podía salvar, recuerda las noches de los escuadrones
de la muerte rondando las casas de los republicanos a la búsqueda de candidatos
al pelotón de fusilamiento, noches en las que actuaban como jefes de estos
escuadrones curas conocidos, con su camisa azul, sus correajes, su pistola al
cinto…
Recuerda el adoctrinamiento de la escuela de la posguerra, la represión y
prohibición de ritos cristianos anteriores que subrayaban la miseria y los
sufrimientos de los pobres, las maniobras que se produjeron cuando en su pueblo
se incendió la iglesia parroquial…Y adopta ante los sucesos actuales de la
iglesia posturas más respetuosas y comprensivas que las del nieto del fusilado
de la Barranca de Lardero. Y sigue planteándose preguntas sobre la
trascendencia, el más allá, Dios, Jesús de Nazaret, cuya figura han secuestrado
y falseado muchos funcionarios de la iglesia, dice él.
Del joven cristiano que se pelea en la prensa, en la sección de Cartas al
Director, con todos los curas roucovarelianos y camisas azules de la diócesis,
solo sé deciros que lo conocí a través de la prensa, en reuniones del 14 de
abril para conmemorar el aniversario de la República, y a través de mis amigos
contemporáneos de la guerra civil.
Y este es mi Atrio de los Gentiles particular, o quizá mi Templo de
Jerusalén, Sancta Sanctorum incluido, amigos. Y vuelvo al Papa Francisco y a
todo lo que dice de los pobres, vuelvo a la Bienaventuranza primera
“Bienaventurados los pobres…” y vuelvo a la Parábola del Samaritano. ¿Acaso no
está la iglesia verdadera “en ellos” y “con ellos”?
Y sueño que en aquella desdichada guerra civil la iglesia católica española,
en vez de posicionarse militante, agresiva, entusiásticamente con los que luego
vencieron, se hubiera mantenido neutral, o incluso se hubiera posicionado con
los de la primera bienaventuranza, con los pobres de los que es el Reino de los
cielos. Vamos, como hizo la Iglesia vasca, a la cual le fusilaron los
franquistas a 14 curas…
Quiero decir que nuestro país llevaba entonces, en 1936, un rumbo más o menos
acertado, un impulso modernizador y de reformas sociales acertado, pilotado por
políticos que intentaban garantizar un juego limpio y cortar de raíz todo brote
de violencia, que intentaban garantizar la participación del pueblo y sus
asociaciones políticas, sindicales y culturales, en el juego de la política.
¿Por qué la iglesia no fue capaz de ocupar en aquel conflicto el lugar que le
tocaba ocupar ¿Por qué hoy, de la mano del Rouco y con la inhibición y silencio
cómplice de otros mandatarios católicos, sigue apostando por el vencedor, por
mantener viva y refulgente la memoria de los vencedores y de los “mártires”
cristianos inmolados por las “hordas” rojas, y mantener en las cunetas y en los
descampados a los cientos de miles de fusilados por el fascismo que reclama la
Ley de la Memoria Histórica para darles una sepultura digna?
Tengo para mí que don Adolfo Suárez no estuvo muy a gusto en el homenaje de
estado que le tributaron en la Catedral de Avila, ni tampoco en el de La
Almudena. Aquello era el homenaje de los vencedores de la guerra, y Adolfo
Suárez, con todo lo falangista que fue, reclamaba y exigía la superación de las
divisiones generadas por aquella guerra.
Pero no, allí estaban los obispos con todas sus vestimentas medievales, allí
estaba el dictador de Guinea Ecuatorial, allí toda la derecha española, allí,
escondiéndose para no ser vistos, los que debían asumir la herencia de aquella
república derrotada y en buena parte la han tirado por la borda…
Todas estas cosas hablamos y lloramos mis amigos y yo en nuestro Atrio…No se
cansan de insistirme en que acuda a la celebración del Día de la República que
hacemos todos los años en una comida al aire libre en la plaza de un pueblo.
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