Las manifestaciones pacíficas de junio y julio de 2013 en Brasil y
otras en lo que va del año 2014 mostraron también paralelamente la
actuación violenta de los Black Blocks que, enmascarados,
cometían actos vandálicos, atacaban a policías, culminando con la muerte
del camarógrafo Santiago de Andrade. Se planteó entonces el tema del
terrorismo.
Es arriesgado empezar calificando de terrorismo los actos violentos
practicados. Estos se produjeron en el seno de grupos insatisfechos con
ciertas alianzas del PT con políticos altamente desacreditados o como
reacción a la violencia policial. Puede estar presente un rasgo
ideológico como oposición radical al sistema macroeconómico neoliberal,
dentro del cual se sitúa Brasil. Embisten contra sus símbolos, como los
bancos, dañándolos. Piensan ilusamente que rompiendo sus fachadas
alcanzan el corazón del sistema. Éste no cambia por la “violencia
simbólica” sino por un proceso histórico-social, generalmente
prolongado. Tales grupos están cargados de decepción y amargura y dan
rienda suelta a su estado de ánimo a través de acciones destructivas.
¿Se pueden calificar tales actos como expresión de terrorismo? Pienso
que no sería exacto. El terrorismo tiene por detrás un radicalismo
excluyente sea de naturaleza religiosa o política. Lleva a los
militantes a sacrificar la vida para sus propósitos. Fue paradigmático
el terrorismo islámico que llevó al atentado del 11 de septiembre de
2001 contra Estados Unidos. A partir de entonces el miedo se instaló en
todo el país. Y el miedo produce fantasmas que desestabilizan a las
personas y el orden vigente. Así, por ejemplo, un árabe en Nueva York
pide información a un policía y éste lo detiene, imaginando que se trata
de un terrorista. Después se comprueba que era un simple ciudadano
inocente.
Esta fenomenología muestra la singularidad del terrorismo: la ocupación de las mentes.
En las guerras y en las guerrillas se necesita ocupar el espacio físico
para imponerse efectivamente. Así fue en Afganistán y en Irak. En el
terror, no. Basta ocupar las mentes con amenazas que producen miedo,
internalizado en la población y en el gobierno. Los norteamericanos
ocuparon físicamente el Afganistán de los talibanes y el Irak de Saddam
Hussein, pero Al Qaeda ocupó psicológicamente las mentes de los
norteamericanos. La profecía que hizo el 8 de octubre de 2001 el autor
intelectual de los atentados del 11 de septiembre, el todavía vivo Osama
Bin Laden, se realizó: “Estados Unidos no tendrá seguridad, nunca más,
nunca más tendrá paz”.
Para dominar las mentes por el miedo, el terrorismo sigue la siguiente
estrategia: (1) los actos tienen que ser espectaculares, en caso
contrario, no causan una conmoción generalizada; (2) a pesar de ser
odiados, deben provocar admiración por la sagacidad empleada; (3) deben
sugerir que han sido minuciosamente preparados; (4) deben ser
imprevistos para dar la impresión de ser incontrolables; (5) sus autores
deben quedar en el anonimato (usar máscaras) porque cuantos más
sospechosos, mayor miedo; (6) deben provocar miedo permanente; (7) deben
alterar la percepción de la realidad: cualquier cosa diferente puede
configurar el terror.
De modo formal: terrorismo es toda violencia espectacular, practicada con el propósito de ocupar las mentes con miedo y pavor. Lo importante no es la violencia en sí sino su carácter espectacular, capaz de dominar las mentes de todos.
Está en debate en el Ministerio de Justicia, en los órganos de seguridad
del Estado y en el Parlamento una legislación que trata de tipificar
los actos destructivos de los Black Blocks como terrorismo. Pero
cuidado, no se trata de terrorismo como el que he descrito. Los actos,
por su carácter destructivo, tienen rasgos de terrorismo sin ser
terrorismo propiamente dicho. Si lo tratamos como terrorismo, como ya lo
advirtió el Ministro de Justicia Eduardo Cardoso, corremos el riesgo de
instaurar el miedo en la sociedad, miedo que acaba inhibiendo las
manifestaciones populares. Con medidas de carácter anti-terrorista
podemos estar llevando agua al molino de los Black-Blocks: ocupar, por
el miedo, las mentes de la población. Basta aplicar las leyes existentes
con las sanciones en ellas previstas.
Más importante que saber quien cometió y comete actos de violencia es
saber por qué se recurre a ellos. El analista político Wanderley
Guilherme dos Santos que se dio a conocer por preanunciar el golpe
civil-militar de 1964 con el texto “Quién va a dar el golpe en Brasil”
en el Boletín Carta Maior de febrero nos alerta sobre los Whitetblocks:
los dueños del capital, nacional e internacional, que no quieren ningún
cambio por temor a perder su nivel de acumulación. No es imposible que
puedan estar detrás de los Black blocks. De ahí la importancia
del seguimiento por parte de los órganos de información del Estado, pues
el golpe civil-militar de 1964 nos dejó serios indicios respecto a
estas fuerzas. Fue un golpe de clase con uso de la fuerza militar.
Nuestra sociedad altamente desigual y discriminatoria ofrece siempre
razones para la indignación violenta. Cumplir la Constitución
posibilitando educación, garantizando lo mínimo para todos, mostrando
amor a las personas como lo ha hecho, ejemplarmente, la esposa del
camarógrafo Santiago de Andrade y la ministra Maria do Rosário, de la
Secretaría Nacional de Derechos Humanos, son caminos de otro tipo de
estrategia política, ciertamente más eficaces que la pura y simple
represión policial, que ataca los efectos pero no llega al corazón de
esta violencia, que, si no se contrarresta puede transformarse en
eventual terrorismo organizado.
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