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ATALAYA

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viernes, 19 de julio de 2013

“Si uno llama a su hermano ‘imbécil’…(Mt 5, 22) José Mª Castillo, teólogo

Me llaman la atención y me dan que pensar no pocos de los comentarios que algunas personas hacen a las entradas que pongo en mi blog. Con frecuencia ocurre que no pocos comentaritas producen la impresión de no haber leído el artículo o entrada que pretenden comentar. Una impresión que resulta inevitable porque se trata de comentarios en los que no se hace mención alguna de los problemas más serios, que se plantean en el artículo, al tiempo que todo se centra y se reduce a enjuiciar (positiva o negativamente), no el contenido del artículo, sino al autor de ese artículo.
Por supuesto, cada cual debe sentirse enteramente libre para expresar su opinión sobre el asunto o el problema que le parece más importante para el bien o el mal de los demás, para el juicio que nos merece la Iglesia, para la fe o la crisis de fe que estamos viviendo y, sobre todo, para la felicidad o el sufrimiento de la gente, etc. Pero resulta que todo esto suele ser poco frecuente. Y sin embargo, es chocante la cantidad de comentarios que se hacen para agredir a alguien, a veces incluso insultar. Al tiempo que es infrecuente el caso de personas que dan la impresión de que su deseo es profundizar en los numerosos problemas evangélicos, eclesiológicos, sociales, políticos o simplemente humanos que hoy se nos plantean.
Cuando todo esto, además, se hace desde la impunidad del anonimato, entonces – créanme – da pena. ¿Qué Iglesia tenemos? ¿Qué Iglesia queremos? ¿Qué Iglesia deseamos y esperamos? ¿O es que la Iglesia no nos interesa en absoluto y lo que de verdad nos interesa es dejar en ridículo a todo el que no coincide con nuestra manera de pensar y de vivir?
Quiero ser sincero. Lo que más me preocupa en esta vida es el problema de la bondad. No el problema del bien o del mal. Porque, a fin de cuentas, el “bien” y el “mal” se refieren a contenidos que fijan aquellos que tienen poder para determinar lo que está bien y lo que está mal. La bondad, sin embargo, entraña siempre una relación con alguien. El bien se predica. La bondad se contagia. Es decir, el que es bondadoso, por su misma manera de ser y de vivir, incluso sin pretenderlo, por su sola manera der ser, hace que los demás se sientan mejor. Me temo que esto me falta a mí.
Porque, de ser bondadoso de verdad, muchos de los comentarios de este blog serían distintos. De verdad, no me siento mal ante los insultos que algunas personas me propinan. Me siento mal por el mal que se hace a sí mismo el que insulta.
Por favor, lean Mt 5, 21-22. Leyendo los evangelios, en ellos veo que Jesús le dijo a cada persona y a cada grupo humano lo que tenía que decirle. Por eso, no siempre Jesús dijo lo que agrada a todo el mundo. No pretendo compararme con Jesús. Lo que pretendo – aunque estoy muy lejos de ello – es aprender la forma de vivir que llevó Jesús. Si en este blog se aprende algo de esto, en tal caso estamos en el buen camino.

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