Enviado a la página web de Redes Cristianas
Los ciudadanos de este decadente y afligido país nos hemos quedado huérfanos. En términos políticos, es como si nuestros representantes democráticos ya no existieran, como si hubieran desaparecido, como si hubieran muerto.
Cuando los políticos son el tercer problema nacional por detrás del paro y de los problemas económicos; cuando casi nueve de cada diez ciudadanos no confían en el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, ni en el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba; cuando la oposición al Gobierno la tenemos que hacer los ciudadanos a golpe de manifestación; cuando las instituciones se tambalean y el país está abocado a una crisis social imprevisible; cuando todo esto ocurre, tenemos sobradas razones para vestirnos de luto.
Pero, a pesar de los pesares, no todo está perdido. Los incipientes y cada vez más numerosos movimientos sociales presagian un cambio esperanzador de la realidad. Unos movimientos sociales que ponen en tela de juicio a nuestros políticos e instituciones y que entienden que la política debe estar al servicio de los ciudadanos y no al de intereses espurios.
Como ciudadanos, este desamparo democrático y político debe servirnos de acicate para implicarnos y comprometernos de verdad, para entender que la política degenera cuando la confiamos solo a los políticos. En definitiva, esta orfandad debe servir para hacernos mayores democráticamente y buscar entre todos alternativas a la ofuscación política actual.
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