En esta foto del 12 de abril del 2013, Clelia Luro muestra una foto suya con su fallecido esposo, Jeronimo Podesta, un ex obispo de Avellaneda, en su casa de Buenos Aires, Argentina. Luro, cuyo romance con el ex obispo y eventual matrimonio se convirtió en un gran escándalo en los 1960s, es tan cercana amiga del Papa Francisco que él la llamaba cada domingo cuando era el principal cardenal de Argentina. Está convencida de que el Papa Francisco eventualmente conducirá a la iglesia global a terminar con la observación obligatoria del celibato, un requisito que ella cree que \”el mundo ya no comprende\”.
Foto: Natacha Pisarenko / AP
Foto: Natacha Pisarenko / AP
Clelia Luro batalló más de la mitad de sus 87 años contra el celibato impuesto por la Iglesia Católica a sus sacerdotes. Hoy, sentada en una silla de ruedas, guarda la esperanza de que su amigo el papa Francisco ponga fin a ese mandato “que el mundo ya no comprende”.
Esta mujer, que en la década de 1960 escandalizó a la opinión pública argentina por el romance que sostuvo con un obispo —que luego se convirtió en su esposo— tiene razones para guardar la esperanza: sostiene una amistad de más de una década con Jorge Bergoglio, quien la ha llamado religiosamente todos los domingos hasta que partió rumbo a Roma para el cónclave que lo terminó eligiendo sumo pontífice.
De las largas conversaciones que ha sostenido sobre el tema con el hoy papa, cree que Francisco va a resolver la crisis global de la falta de sacerdotes autorizándoles la celebración del matrimonio y la constitución de una familia.
No hay cifras oficiales, pero varios miles de sacerdotes han dejado la Iglesia Católica para casarse. Muchos otros, particularmente en África y América Latina, continuaron con su ministerio pese a mantener relaciones con mujeres e incluso convertirse en padres.
“Creo que de acá a un tiempo probablemente se va a imponer el celibato opcional… estoy segura que Francisco lo va a plantear”, dijo Luro en entrevista con The Associated Press en su casa de Buenos Aires luego de enviarle al papa una carta abierta en la que manifestó “que tenemos una gran esperanza de renovación para nuestra Iglesia”.
Con Bergoglio “hemos discutido bastante el tema del celibato… Hoy en día el mundo no entiende que los curas no puedan casarse”, dijo Luro mientras acariciaba con su mano una cruz tallada en plata que pertenecía a su esposo Jerónimo Podestá, el primer obispo católico que contradijo la ley del celibato y se casó sin abandonar el sacerdocio. “Hoy en día la mujer ya no es considerada un peligro para el hombre”.
Algunas referencias públicas que ha hecho Bergoglio sobre la cuestión así como la comprensión y respaldo que brindó a sacerdotes que dejaron el ministerio por amor entusiasman a activistas como Luro.
Creen además que la elección como papa de un hombre del perfil de Bergoglio, un jesuita comprometido con los pobres, evidencia la voluntad de la iglesia Católica de avanzar sobre cambios profundos para frenar la diáspora de fieles.
Juan Pablo II, Benedicto XVI y sus antecesores prohibieron cualquier discusión sobre un cambio a la regla del celibato y Francisco no ha mencionado el asunto desde que se convirtió en el primer papa latinoamericano hace más de un mes.
“No veo viable que esto sea parte de su agenda”, dijo el sacerdote Roberto Gahl, teólogo de la agrupación ultra conservadora Opus Dei de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.
Sin embargo, antes de su elección como papa, Bergoglio habló del controvertido tema en un tono que ilusiona a muchos.
En el libro “Sobre el cielo y la tierra”, una transcripción del diálogo interreligioso que mantuvo Bergoglio con el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, el ahora papa comentó que “por el momento estoy a favor de que se mantenga el celibato, con los pro y los contra que tiene porque son 10 siglos de buenas experiencias más que de fallas”.
Sin embargo, al mismo tiempo subrayó que “es una cuestión de disciplina, no de fe. Se puede cambiar”.
“En el supuesto caso de que la Iglesia decidiera revisar esa norma… sería por una cuestión cultural, como es el caso de Oriente, donde se ordenan hombres casados”, reflexionó en “Papa Francisco, conversaciones con Jorge Bergoglio”, de sus biógrafos autorizados Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.
El padre Thomas Reese, analista del Vaticano en la Universidad de Georgetown, se sorprendió por algunas expresiones de Bergoglio como “por el momento” para referirse al tema.
“No es el tipo de comentarios que uno suele escuchar cuando obispos y cardenales discuten sobre celibato”, dijo Reese, un jesuita al igual que Bergoglio.
“El Vaticano liderado por Juan Pablo II y Benedicto XVI decía que ciertos temas estaban fuera de la mesa (de discusión) y cualquier obispo que los discutiera estaría en problemas y los teólogos que escribieran sobre ello se meterían en problemas”, dijo Reese. “Entonces, esto es parte de una pregunta mayor sobre cuánto estará el papa Francisco abierto al debate. Ese es el gran desafío”.
Con el debate sobre celibato, el Vaticano hasta ahora ha adoptado una postura similar a la de los padres que se cuidan de no discutir frente a sus hijos para no confundirlos, describió Reese.
El cardenal Claudio Hummes de Brasil, gran amigo de Bergoglio, fue protagonista de una controversia cuando dijo que el celibato no es un dogma de fe sino una cuestión de derecho canónico.
Las declaraciones, ofrecidas en una entrevista de 2006 antes de que el cardenal llegara a Roma para hacerse cargo de la oficina del Vaticano para el sacerdocio, desataron toda suerte de especulaciones acerca de un posible cambio que Hummes tuvo que emitir una extensa declaración reafirmando el celibato.
De hecho, el celibato es una norma que rige en la Iglesia Católica de Occidente desde el siglo XII y no un dogma de fe, por lo cual se puede cambiar.
El Canon 277 del Código de Derecho Canónico del Vaticano establece que “los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres”.
La Iglesia Ortodoxa, en cambio, permite que hombres casados puedan ordenarse sacerdotes. Algo similar ocurre en países donde predomina el rito bizantino, como la Iglesia de Ucrania. Algunos sacerdotes anglicanos casados pudieron convertirse al catolicismo e incluso algunos viudos con familia pudieron ordenarse.
“Los que hemos pertenecido al clero y estamos militando la causa por una Iglesia distinta, que incluya la opción de un celibato, no una obligación, vemos con mucho entusiasmo y mucha esperanza que Francisco pueda rever la medida canónica”, dijo Guillermo Schefer, un ex sacerdote que junto a su mujer Natalia Bertoldi son vicepresidentes de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados.
“Hoy en día la sociedad pide también testimonio de varones probos, gente del pueblo, que tenga una familia”, dijo Schefer. “Es importante que los sacerdotes también puedan optar por una vida de matrimonio y de familia, ayuda más a integrarse con el pueblo”.
Si la Iglesia Católica aceptara que un sacerdote puede casarse “crearía una división en su corazón, debilitaría su compromiso y sería contrario a lo que viene sosteniendo sobre la necesidad de que los religiosos sean humildes y rechacen los placeres terrenales”, remarcó el sacerdote Gahl. “Los defensores del celibato opcional sostienen que el sacerdocio es ‘muy duro’, entonces ‘¿por qué no hacerlo más sencillo?’, pero el papa lo que viene diciendo es que ‘si tú haces el sacrificio, serás dichoso”’.
Bergoglio también se ha expresado en desacuerdo con aquellos que sostienen que el fin del celibato frenará los casos de pedofilia que involucra a religiosos o que permitirá contrarrestar la escasez de seminaristas.
Otro argumento contra cualquier reforma sobre el celibato apunta a su impacto económico: si los 400.000 sacerdotes que hay en el mundo decidieran casarse y formar familias numerosas, habría que mejorar considerablemente sus salarios.
Para el experto Reese la cuestión exige un debate profundo pues en el caso de la orden de los Jesuitas, por ejemplo, el matrimonio no es compatible con el ejercicio de su ministerio.
“Ellos viven en comunidad y se comprometen con el ministerio de la comunidad, sin importar el lugar del mundo al que son enviados y toman votos de pobreza, castidad y obediencia. Si nos casamos, ¿quién paga el colegio de los hijos o los cuidados cuando la esposa cae enferma?, ¿Dónde vivirás? Como religioso, vivo en comunidad, comemos y rezamos juntos y trabajamos en proyectos comunes. Si mi superior me manda a California y mis hijos me dicen: ‘mis amigos del colegio están aquí’, no veo cómo puede funcionar”, aseveró el jesuita.
Cuando conoció al obispo Podestá, Luro tenía 39 años, estaba separada y tenía seis hijas. Podestá tenía 45 y corría el año de 1966. Él era obispo de Avellaneda, suburbio al sur de la capital. Era un sacerdote progresista, muy comprometido con las causas sociales y que apoyó el movimiento de sacerdotes del Tercer Mundo.
“Yo fui la primera mujer para Jerónimo”, confesó Luro. Lejos de esconderse, la pareja hizo pública la relación y se embarcó en una campaña a favor del celibato opcional desde la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados, que los llevó hasta las puertas del mismo Vaticano.
Al poco tiempo el entonces papa Paulo VI emitió la encíclica “Sacerdotalis Caelibatus” en 1967 que ratificó los votos de castidad perpetua.
Luro dijo que conoció a Bergoglio poco antes de la muerte de Podestá en 2000. Contó que el entonces Arzobispo de Buenos Aires tuvo una actitud completamente diferente a sus antecesores en el cargo y se puso a disposición de la pareja cuando el obispo cayó gravemente enfermo.
“Después de la muerte de Jerónimo, Bergoglio me llamaba todos los domingos”, dijo Luro. “Para mí fue un apoyo. Hablábamos de la Iglesia, discutíamos, le mandaba material de Jerónimo”. Luro dijo que para su sorpresa recibió días atrás un llamado del papa Francisco, pero se reservó lo conversado.
La cercanía de Bergoglio con los Podestá no debe extrañar ya que como líder de la Iglesia argentina ha sido igual de comprensivo con otros sacerdotes que pasaron por situaciones similares.
“Soy el primero en acompañar a un sacerdote en ese momento de su vida; no lo dejo solo, lo acompaño en todo el camino; en la elaboración espiritual de lo que está viviendo. Si está seguro de su decisión, incluso lo ayudo a conseguir trabajo. Eso sí, lo que no permito es la doble vida. Si no puede llevar su ministerio, le pido que se quede en su casa, que solicitemos lo que llamamos “la dispensa”, el permiso a Roma y así pueda estar en condiciones de recibir el sacramento del matrimonio”, reflexionó Bergoglio en “El Jesuita”.
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La corresponsal Nicole Winfield en el Vaticano contribuyó con este reportaje.
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