El otro día, en el Congreso de los Diputados, la representante de la plataforma Stop Desahucios, Ana Colau, les dijo en su cara a nuestros gobernantes, que son unos “criminales”. Así, con todas sus letras. Por eso yo me pregunto: ¿No tendría que estar ya entre rejas una mujer que, en un sitio así, se atreve a proferir semejante insulto a quienes son los legítimos gobernantes de este país? ¿Se puede insultar impunemente? ¿Se puede ofender hasta ese extremo a nuestras supremas autoridades?
Llevo tres días haciéndome estas preguntas. Y hoy confieso que me siento avergonzado por hacérmelas. Porque, ¿cómo es posible que nos hayan lavado el cerebro hasta el extremo de ser tan “respetuosos” con los responsables del sufrimiento de quienes llegan a suicidarse porque no pueden aguantar más las condiciones de vida que se nos imponen, de manera que llegamos a pensar que lo mejor es seguir callando, aguantando y aceptando este hundimiento de nuestro país, hundimiento al que asistimos con los brazos cruzados y la boca bien cerrada?
Esta mañana leía un texto de Séneca que me ha impresionado: “Aquel que teniendo el poder de hacerlo no prohíbe el pecado lo comete” (Troyanos, 290). “Con la que está cayendo”, como dice la gente, seguir callados es un delito. Porque quienes tienen poder para impedir estas cosas no las impiden. Y no las impiden porque los tan cacareados “recortes” se podían – y se debían – haber repartido de otra manera, con más justicia y menos desigualdades.
Yo hablo desde mis conocimientos religiosos. Y lo que leo en el Evangelio es que Jesús no tuvo pelos en la lengua para decirles a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo que eran “ladrones” y “asesinos” (Mt 21, 33-45) . Como dijo en público que los letrados y fariseos eran “culebras”, “camada de víboras”, “hipócritas” y “ciegos”… (Mt 23, 19. 29-33).
Como a tantos otros ciudadanos, me da miedo España en este momento. Los que saben de verdad cómo van las cosas, aseguran que las cosas van muy mal. Este país arrastra una cultura “cainíta”, que es muy peligrosa. Si lo que nos hemos gastado en pelearnos unos con otros y embrutecernos, a fuerza de corrupción y más corrupción, nos lo hubiéramos gastado en cultura, en educar a nuestros jóvenes, en investigación y desarrollo, no cabe duda que este país sería otra cosa.
Pero está visto que yo no sé ni cómo ni por qué, pero el hecho es que, no obstante el esfuerzo titánico de quienes han logrado que España tenga, por ejemplo, un puesto importante en los avances médicos y sanitarios de Europa, por lo visto se han empeñado en que los médicos se vayan de España y aquí terminemos tirándonos por los balcones porque nuestra vida tiene cada día menos futuro.
Comprendo que esta forma de decir es un exabrupto. Pero también la forma de decir es parte esencial de lo que se dice. Y lo que quiero decir es que, bien sea por incompetencia, bien sea por maldad, quienes nos “gobiernan” (?!) nos están precipitando en una ruina que se acelera por días. Y lo peor de todo es que a esto no se le ve salida.
Porque, ¿es que nos van a sacar del desastre quienes nos han metido en él? Me temo que no hemos tocado fondo. Por eso, con temor y temblor, me atrevo a decir que tenemos que encontrar – y pronto – otra forma de gestionar lo que tenemos (lo que nos queda) en este país. Mientras esto lo sigan gestionando quienes pueden ser llamados “criminales”, los “crímenes” se seguirán sucediendo.
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