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El año político-eclesiástico ha terminado con una estampa nacional-católica del más rancio estilo franquista. El cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la CEE, ocupó durante tres días la Plaza de Colón de Madrid para la adoración al Santísimo, la administración del sacramento de la confesión, la práctica de la oración y la celebración de una eucaristía que ha reunido a miles de católicos en defensa de la familia, que, a su juicio, se encuentra “malinterpretada y amenazada”.
El acto constituía una sacralización del espacio público dentro de la estrategia de la jerarquía católica, con el apoyo del PP, de confesionalizar la sociedad española gradualmente y por áreas: educación, familia, medios de comunicación, valores morales, etc. A Rouco Varela lo acompañaban obispos, arzobispos y cardenales de la Iglesia católica, el fundador de las Comunidades Neocatecumenales Kiko Argüello y dirigentes del sector más conservador el Partido Popular. Era la expresión de la nueva alianza político-religiosa que viene fraguándose en España desde el triunfo electoral del PP el 20 de noviembre de 2011 y que cuenta con el apoyo de los movimientos eclesiales neoconservadores y con las organizaciones católicas Pro-Vida.
El nuevo año comienza con un diagnóstico episcopal catastrofista de Europa, que ha renegado de Dios; una visión sombría de la sociedad, donde no ven más que abortos, adulterios y fornicaciones; una imagen pesimista de la familia, a su juicio amenazada de muerte por los divorcios; una concepción homófoba del matrimonio; un discurso incendiario de carácter patriarcal contra de la “ideología de género” por parte de Benedicto XVI, a la que opone la teoría de la dualidad conforme a una interpretación fundamentalista del mito del Génesis.
Tras tan sombrío panorama vienen las reivindicaciones para 2013: carácter evaluable de la religión en la escuela, derogación de las leyes del aborto, del divorcio, del matrimonio homosexual y de la anterior ley de educación, supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC), reconocimiento de la educación sexista, mantenimiento del culto y clero católicos, etc. El Partido Popular está presto a satisfacer dichas demandas sin que los obispos necesiten levantar la voz ni manifestarse, como hacían en la época de Zapatero.
Ya han empezado a hacerlo el ministro de Justicia con el anuncio de reforma de la ley del aborto, el ministro de Educación con la supresión de EpC y la futura ley de educación, el ministro de Hacienda con el mantenimiento de la financiación a la Iglesia católica y la vicepresidenta del Gobierno con sus relaciones privilegiadas con el Vaticano. La nueva alianza entre los obispos y el Partido Popular está servida. No es algo que deba extrañar, ya que ambas partes coinciden en el diagnóstico y en los programas político-religiosos.
Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la utopía (Trotta, 2012).
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