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viernes, 4 de enero de 2013

Los obispos denuncian que los recortes hacen de los inmigrantes “las primeras víctimas de la crisis” Jesús Bastante

“Los dramas del Estrecho reclaman más medidas orgánicas y multilaterales eficaces”
“El hambre no conoce fronteras”, apunta la Comisión Episcopal de Migraciones
“En un mundo, convertido en “aldea global”, en que llevamos a gala considerarnos “ciudadanos del mundo” y en el que encuentran todas las facilidades de circulación, los mercados y el dinero, parece que sólo hubiera fronteras para los emigrantes”. La Conferencia Episcopal ha hecho púbico su mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, en el que denuncian que las actuales políticas de recortes pueden convertir a los inmigrantes en “las primeras víctimas de la crisis”.
El texto, bajo el título “Migraciones: peregrinación de fe y esperanza”, arranca con la intención de “ofrecer nuestra palabra de aliento y esperanza a los inmigrantes”. Aunque la nota reconoce “el derecho de los Estados a regular los flujos migratorios y a adoptar medidas políticas dictadas por el bien común, garantizando el respeto de la dignidad de toda persona”, constata como imprescindible “seguir abogando por la implicación de la comunidad internacional en el desarrollo de los pueblos más pobres, a fin de que en sus habitantes pueda hacerse real también el derecho a no emigrar proclamado tanto por el Beato Juan Pablo II como por Bendicto XVI. Las migraciones son en su mayoría, como dice el Papa, “el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastre naturales, de guerras y desordenes sociales”. El hambre no conoce fronteras”.
Sí hay fronteras en el mal llamado mundo rico. “El emigrante con frecuencia sólo encuentra las vallas por delante, el desierto a sus espaldas o la arriesgada travesía con el mar bajo sus pies. No deja de dolernos por repetida la tragedia de tantos emigrantes que han dejado y siguen dejando su vida en el mar”, constatan los obispos, que denuncian “el abuso de las mafias que explotan y trafican con las necesidades de los emigrante”, al tiempo que “abogamos por medidas generosas a la hora de regular los flujos migratorios (…). Los dramas del Estrecho reclaman más medidas orgánicas y multilaterales eficaces”.
Centrando el escenario en España, y teniendo en cuenta la “grave crisis económica y moral”, el Episcopado apunta la frágil situación de la población emigrante. “Los inmigrantes, sin ser causantes de la crisis, son, como decíamos los obispos españoles hace dos años, las primeras víctimas de la misma”.
Y ponene algunos ejemplos: “El paro, que afecta a millones de trabajadores autóctonos, y los recortes sociales en algunas áreas de atención pública pueden resultar desfavorables para la integración de los extranjeros. Aunque hasta ahora no ha habido episodios xenófobos de especial gravedad, no han faltado conatos en algunos de culpar a los inmigrantes de la situación”.
Ante esta situación, los obispos “hemos levantado nuestra voz ante determinadas medidas que afectaban a algunos inmigrantes y que podian dejar desprotegido su derecho a la salud, que por ser un derecho universal ha de ser accesible a todas las personas. Hemos abogado por medidas alternativas en lo referente a los Centros de Internamiento y mientras tanto, que se facilitara la atención social y religiosa en los mismos. Y, conscientes de la importancia de la familia para la integración, hemos pedido que se favorezca la reagrupación familiar”.
Al tiempo, sugieren cuatro líneas de actuación. Son éstas:

1.- En estos tiempos de crisis prolongada donde la solidaridad debe ser reforzada, (“Caritas in veritate, 43), queremos seguir trabajando en la defensa de los derechos de las personas migrantes, en la promoción de una cultura hospitalaria, de la integracion y la inclusión, que facilite a las personas su in-corporación con todos sus derechos, de la comunión, superando el simple asistencialismo, y allí donde sea posible o necesario, denunciar y trabajar por evitar las causas de los desplazamientos forzados.
2.- Asombra, a pesar de la escasez de medios y recursos, la multitud de iniciativas eclesiales, algunas admirables, que se realizan en nuestra Iglesia en favor de los inmigrantes. Sigamos con la formación y promoviendo el trabajo en redes que permiten compartir lo que se hace, enriquecernos mutuamente con las inicitivas de los otros, ser más eficaces. No estaría de más que se recuperara la colecta que antes se hacia con motivo de la Jornada, para potenciar la atención y la accion pastoral en favor de los inmigrantes..
3.- Vemos que son muchas las dificultades que afectan a los inmigrantes: el desvalimiento, el desarraigo, el desamparo, la explotación, en que con frecuencia se encuentran, el problema de hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle etc. Todo ello “ofrece a la Iglesia la oportunidad y reclama de ella la obligación de ejercer de Buen samaritano que cure sus heridas, les ayude a levantarse y a recobrar la conciencia de su dignidad, camine con ellos, les proporcione hogar y nueva patria y les preste algo de su propia vida y riqueza”4. Sería un signo de esperanza para las personas afectadas.Con ocasión de esta Jornada renovamos nuestra petición “a las autoridades para que los costes de la crisis no recaigan sobre los inmigrantes, arbitrando más bien las medidas necesarias para que reciban las ayudas sociales oportunas”
4.-Juntamente con la solidaridad, el Santo Padre nos recuerda la respuesta diferenciada que la Iglesia, por la misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar: “La especial atención y cuidado de la dimension religiosa, su tarea más importante y especifica”. Los emigrantes no son sólo destinatarios de la acción social, sino tambien de la misión evangelizadora de la Diócesis y de sus parroquias e instituciones.

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