La Asociación Juan XXIII dice que los Acuerdos de la Santa Sede impiden a los obispos optar por los marginados
“La crisis ha sido provocada, no solo por la economía, sino, como componente muy decisivo, por la corrupción. Los desastres que está causando han sido motivados por el dinero y el capital, pero también, y quizá en mayor medida, por la falta de ética y la desvergüenza de quienes han tenido la mayor responsabilidad en este desastre”.
“La crisis ha sido provocada, no solo por la economía, sino, como componente muy decisivo, por la corrupción. Los desastres que está causando han sido motivados por el dinero y el capital, pero también, y quizá en mayor medida, por la falta de ética y la desvergüenza de quienes han tenido la mayor responsabilidad en este desastre”.
Lo dice la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII. También lamenta el silencio de la Conferencia Episcopal Española. Dicen los teólogos en un largo comunicado: “Creemos que los obispos, en España y en Europa, están cometiendo el mayor escándalo de los últimos tiempos. Las religiones, y concretamente la Iglesia católica en España, siguen teniendo un peso de autoridad moral importante, que puede ser decisivo en asuntos que afectan de forma tan directa a la conducta moral de los ciudadanos y a la felicidad o la infelicidad de quienes peor lo pasan en la vida”.
La principal asociación de teólogos en España valora las manifestaciones y actitudes solidarias de algunos obispos. Pero les preocupa especialmente “el silencio de un sector importante de la Iglesia jerárquica o la postura condescendiente con las injustas medidas gubernamentales ante un estado de cosas que entraña tanto dolor e inseguridad en los individuos y en las familias, y tanta desesperanza ante el futuro incierto y grave que se nos avecina”.
Ante esta actitud, gran parte de opinión pública considera que la institución eclesiástica se ha integrado en el sistema económico-político impuesto, y que es parte del sistema, lo justifica, lo legitima, lo defiende y lo protege. Los teólogos se preguntan, en consecuencia: “¿Cómo se puede predicar el Evangelio de Jesús en tales condiciones?” La respuesta es que la Iglesia necesita una renovación a fondo y una recuperación evangélica.
“Callarse o hacer declaraciones tibias en esta situación es el peor pecado de omisión que ahora mismo se puede cometer. Estamos ante un escándalo que clama al cielo. No se puede comprender cómo nuestros obispos protestan por las cuestiones que afectan a la moral sexual, tal como ellos la entienden y la proponen, o por la defensa de sus privilegios económicos y legales, al tiempo que se muestran insensibles ante el sufrimiento de tantas personas que se ven obligadas a cargar con el yugo más pesado que los empobrecidos tienen que soportar. En esto se juega el ser o no ser de la Iglesia. Porque una Iglesia, cuya jerarquía guarda silencio o se expresa con una ambigüedad pretendidamente neutral ante una situación tan extremadamente grave, no puede ser la Iglesia que quiso Jesús de Nazaret”, sentencian.
Concluyen recordando la figura ejemplar del papa Juan XXIII y el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. “Pedimos de forma apremiante a los obispos que las actitudes solidarias y las denuncias radicales contra los poderosos se constituyan en criterio rector de nuestras vidas: la opción por los empobrecidos, la austeridad, la solidaridad con los marginados, la mesa compartida con quienes carecen del sustento diario, la compasión con los que sufren, la justicia y el trabajo por la paz, y renuncien a los privilegios que les otorgan los Acuerdos de 1979 y que les impide optar por los sectores marginados”, piden.
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