FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Por que no salimos a la calle a clamar contra los explotadores?

QUERID@S AMIG@S COLABORADORES Y COOPERANTES
¿POR QUE NO SALIMOS A LA CALLE A CLAMAR CONTRA LOS EXPLOTADORES?
Marcos 7,1-8. 14-15. 21-23
“Se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrán­dose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Según esto, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus dis­cípulos la tradición de los mayores?”
Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impu­ro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornica­ciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, des­enfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.
1.-El cumplimiento de los ritos no justifica:
Cuántas veces confundimos la forma con el fondo, y pensamos que cumpliendo con la forma ya está resuelto el fondo. Pensamos que el cumplimiento de los ritos ya nos justifica, pero estos pueden incluso ser una gran ofensa a Dios porque lo son a los hermanos, por estar vacíos de compromiso y contenido.
Jesús cita al profeta Isaías y seguro que cuando les dijo a los letrados, que presumían de ser buenos conocedores de la misma, y los fariseos que honraban a Dios solo con los labios pero que su corazón estaba lejos de El, estaba pensando en estas palabras del gran profeta: “No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio y sábado, convocar reunión…, no tolero ayuno ni asamblea festiva. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma; me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos para no veros. Aunque menudeéis la plegaria yo no oigo. Porque vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo que es justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda… Tus jefes se han aliado con bandidos. Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la viuda no llega hasta ellos”.
Celebramos cientos de miles de misas cada domingo a las que asistimos millones de personas. ¿para qué sirven?
Hacemos de vez en cuando solemnidades con grandes músicas, con muchas flores y ceremonias rituales en Catedrales, Basílicas, Iglesias lujosas, incluido el Vaticano, etc. y salimos diciendo: qué bien estuvo, qué bonito, que bien cantaron, que adornado estaba todo, cuánta gente comulgó… Pero realmente en ellas, ¿hemos hecho algo por la justicia, hemos dado sus derechos al oprimido, hemos denunciado a los opresores, hemos hecho justicia a los huérfanos desahuciados, a los que están muriendo muertos de mierda en los basureros del T. Mundo, a los habitantes de los slums de la India, a los muertos de hambre y sed abrasados por la sequía del cinturón de 1000 km. de ancho del Sahel, a los niños abandonados echados de casa a la calle en Honduras, a los discapacitados atados a una estaca y subalimentados para que se mueren pronto, a los echados de sus tierras por las multinacionales deforestadoras, las mineras o hidroeléctricas en Guatemala, en Ruanda, en Colombia, en el Congo…, y las farmacéuticas que no quieren curar nuestras enfermedades sino cronificarlas para que compremos sus medicamentos de por vida y su negocio siga imparable?
¿Por qué ni el Papa, ni los Cardenales, ni los Obispos, ni los curas y los practicantes de las misas de cada domingo y de otras confesiones religiosas no salimos a la calle a clamar y a pleitear contra los explotadores, los banqueros, los desahuciadores, los burócratas de Bruselas, la ambiciosa Merkel, nueva Káiser de Alemania, los traficantes de droga que llenan nuestras cárceles de jóvenes y destruyen familias y vidas para siempre, contra el BM, el FMI, la OMC, el BCE, que son instrumentos de tortura explotadora de los pobres a favor de los ricos?
2.-Ritos vacíos:
Jesús detesta los ritos vacíos y por tanto no quiere corazones llenos de “malos propósitos, de fornicaciones, de robos, de homicidios, de adulterios, de codicias, de injusticias, de fraudes, de desenfreno, de envidias, de difamación, de orgullo, de frivolidad”.
3.-Pacto de las Catacumbas:
Una amable lectora nos acaba de enviar un interesante documento, titulado PACTO DE LAS CATACUMBAS, firmado a raíz del Concilio Vaticano II, por unos 40 Obispos reunidos en la catacumba de Santa Domitila, y de ahí su nombre. ¿DONDE ESTAN HOY OBISPOS COMO ELLOS? Encaja muy bien con el Comentario de hoy y por eso lo incluimos aquí:
El Pacto de las Catacumbas:
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.
2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.
4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.
5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.
6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.
8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física, cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.
13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles
Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino

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