No es fácil pedir a nuestra Iglesia que viva en “minoría”. De ahí su obsesión,
sobre todo de la Jerarquía
de manifestarse multitudinariamente como excusa para dar gloria a no se a quien,
que no necesita ni nuestros rezos, ni nuestros sacrificios, como no lo recordó
el Maestro: “Misericordia quiero, ni ofrendas ni sacrificios”.
Saber ya lo sabemos, pero no queremos enterarnos ya desde el imperio
romano hasta nuestros días… Después de tantos siglos de poder que pervirtió tanto
a la Iglesia,
siendo y queriendo ser el poder
absoluto en lo social, religioso y económico, porque todo
va junto. El caso era estar encima de todo y de todos.
Nada tiene que ver con aquel envío de sus primeros discípulos de dos en dos y
con lo puesto.
Con una sola misión: “Predicar la conversión curando enfermos y anunciando a los pobres la Buena Noticia”
La intención de Jesús parece
clara. No necesita a los ricos para su proyecto. Le basta gente sencilla que sepa vivir mucho con poco y para construir entre todos una sociedad más
humana, más digna; acogidos todos por un
Padre común de todos. Así de sencillo y así de simple.
Jesús no quiso dejar el
Evangelio en manos del dinero. Se horrorizaba con sólo nombrar lo
tesoros de la tierra que más
temprano que tarde corrompen.
El dinero resta crédito al Evangelio.
Alguien me contaba recientemente, a
modo de ejemplo, que un cura de un pueblo se jactaba que había recorrido no sé cuantas
países del mundo, como signo de cultura,
cuando en el fondo no pocos fieles le
estaban juzgando como al más listillo, el más presuntuoso de la Comunidad parroquial. ¡Qué pena¡
Como otros van presumiendo de mejor
traje o vestido, la mejor marca, la mejor televisión o el mejor portátil que presta todos los servicios habidos y por haber. ¿A
dónde vamos?
Todo parecido con el pasaje evangélico
pura coincidencia.
El dinero, repito, resta toda credibilidad
la Iglesia y cualquier poder político o
religioso.
Desde el poder y la riqueza no se puede
predicar ni el Evangelio ni la
conversión para crear una sociedad nueva y distinta.
Nosotros queremos ocultarlo con frases
bonitas:
·
“Hay que
estar a la altura de las circunstancias”…
·
“Con D. Bosco
y con los tiempos” decimos frecuentemente…
·
Cuando nunca
hemos tenido tanto y hemos hecho menos…
·
“O renovarse
o morir”…
·
“El
dinero no da felicidad pero ayuda…”
Por eso los slogans del Maestro aunque viejos son siempre nuevos:
·
Quien sea el
primero…sea el último…
·
No he venido
a ser servido, sino a servir...
·
Perdona
70 veces, es decir, siempre…
·
Que tu mano
izquierda no sepa lo da la izquierda…
¿Qué puedo hacer yo por el que tengo al lado?
No hace falta
ir muy lejos.
Se puede acompañar, alegrar, sonreír, hacer un favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario